"Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar".
Introducción al narcicismo, S. Freud (1914).
Más que extrañarlo a él, siento que, con la intensidad de la verdad añoro, lo que podríamos haber sido juntos. Y siempre nos encargamos de suspender... galopando los excesos de orgullo, de quien piensa que tiene toda la vida, toda para disfrutar...
con la altivez de quien se atreve a disputarles, a las cuestiones del amor, su justo valor.
Necesito, con urgencia inminente, asumir los riesgos de cada decisión que lanzo al mundo. Comprender que a cada acción pueden sucederle no una, sino consecuencias contradictorias. No para aturdirme de pensamientos sino justamente todo lo opuesto. Poder anticiparme hacia aquél resultado que más se ajuste a lo armónicamente posible. Prevenirme de los desastres que de lo contrario me perseguirán hasta en lo sueños. Cautela, la carta de la inocente no tiene que jugar más a la ingenua. Como decía Jung en alusión a Nietzsche, él no quería ser como éste,como una brizna empujada por el viento.
(bicicleta te extraño, verruga espero que te vayas y no vuelvas, examen quiero aprobarte, vida quiero vivirte en alegría, huerta quiero verte en abundancia, amistades los quiero mucho y les deseo lo mejor)
Jueves 28 de septiembre, 2.15 pm. La corneta de un churrero chilla ejerciendo la abolición de la siesta en el barrio. Que se le rehúsen tanto las suspicacias de dios como las del diablo. A mí me basta con dedicarle mi absoluto rechazo.
"Comprendí que hay
algo en mí que puede expresar cosas que yo no sé ni sospecho,
cosas que vayan dirigidas incluso contra mí".Carl Gustav Jung(1962).
La vida parece estar haciéndome guiños casi de índole burlesca pero en un tono bien matter-of-fact! Con esto quiero decir, de una manera que podría describir como ingeniosamente neutral, como para no implicarme montada a alguna emoción y en cambio tratar de animarme a contemplar un poco desde lo alto (si pudiera treparme) de un árbol. Pero no para entender algo (como si pudiera atreverme a hilar tan fino en la cuestión de algún sentido), sino para no dejar de sorprenderme de mí misma y de que lo que entendía por convicciones no eran más que una verja inextricable de prejuicios. Entonces tal vez la humanidad pasa por otro lado. Y si no, no importa. Ampliaremos (quizás).
*Entre tanta indagación de las masas: efímeras y duraderas, homogéneas y heterogéneas, naturales y artificiales, yo sólo puedo pensar en esto...
*Parafraseando a Ricardo Arjona: Ayúdame, Froi, que no cesa de abrírseme el apetito. *De repente (págs. 102-103) no sé si estoy leyendo psicoanálisis o un cuento de terror: "un niño desesperado por la pérdida de su gatito declaró paladinamente que él mismo era su gatito, empezó a caminar en cuatro patas, no quiso sentarse más a la mesa para comer, etc...". No bastando con eso se pone ultra-truculento capaz de erizarnos hasta los folículos pilosos recientemente escindidos: "la sombra del objeto ha caído sobre el yo".
*Ya lo publicaba en 1923 el libidino-sísimo dr. Freud y todavía no aprendemos: "el enamoramiento conlleva cierto perjuicio para el yo". Aún más "el objeto llega a poseer todo el amor de sí mismo del yo, ha devorado al yo"... y por último, este remate: "el trecho que separa el enamoramiento de la hipnosis no es evidentemente muy grande". Así que... ¡a dejar de enamorarse, pebetes y pebetas!
La canción es monótona, repetitiva, cursi, empalagosa, si se quiere mala!
pero dieron en la tecla con las notas de ese acordeón.
Tiene toda la precisa dosis de sensualidad y de lo siniestro que requiere mi libido para seguir pulsando. El barítono será lo que será pero nada le quita lo barítono. No sé si hace demagogia conmigo y expresa lo que quiero decir en otras palabras, me acompaña aún en mis miserias, me excita con alevosía o me vuelve a poner en eje enérgicamente; no sé cuál es su efecto particular, si habrá alguno o si en realidad me causa tanto bien porque me está proporcionando todo este combo tan tentador y sale con fritas. La música siempre me salva de la decadencia. (y me gusta que Dave Gahan baile tan encantadoramente mal como yo).
Cuando las personas hayan recobrado el buen gusto y la distinción, finalmente se habrán dado cuenta de lo que les conviene. Hasta entonces, siempre en vistas de la preservación de la propia salud mental, (porque esto aplica a numerosísimas situaciones) ¡no habrá con qué darles!
Cuando se produce lo que yo llamo una sucesión de eventos desafortunados que culminan en el desastre, más vale no devanarnos los sesos tratando de encontrar explicaciones metafísicas para dar con la causa de este fenómeno. Eludiremos de taquito atravesar aquél estado conocido como "pedo místico", como cuando Luis Avellaneda se pregunta qué significahaberse tropezado con una baldosa floja en Avellaneda y San Luis por tercera vez consecutiva después de venir de proveerse de avellanas.Muchas veces simplemente nada tiene que ver con nada y más nos vale renunciar a nuestra ambición de querer explicarlo, conocerlo y controlarlo todo. A veces sencillamente es más saludable sacar de la galera un "qué le vamos a hacer", con una sonrisa que sobrevenga inmediatamente detrás.Por lo menos en este caso, preservará mejor el resto de las funciones psíquicas para que Luis Avellaneda no vuelva a tropezar una cuarta vez distraído en aquellos desvaríos varios y comience a ejercer la eventual mejor eficacia ejecutiva que se merece un ser humano. La música nos salva...
Una persona se acordó de mí. Me rastreó como se buscan hoy día las personas, por Facebook. Resulta que durante diez años se había guardado como una fotografía (de ésas en las que uno sale favorecido), una magnitud de detalles que yo ni siquiera imaginaba que alguna vez hubieran acontecido. Los trajo nuevamente a la existencia con sus palabras. Y yo seguía inconexa, sin conseguirregistrar mi compañerismo. Sólo un tímido paseo cargado de apuntes, hasta Pellegrini. Pero aún así surtieron efectoy sin importar por qué, sentí sus memorias como un abrazo mullido de afecto.
Que un mosquito ose posarse sobre una de mis gambas (al ajillo) vaya y pase. Pero que este zancudo se atreva a meterse en mi taza de vino es inadmisible. Ah, y por si las moscas, también es inaceptable que alguien venga a criticarme por haberme servido el tinto en una taza. ¡Al gran pueblo argentino, salud!
Al menos fuimos coautores esculpiendo sentimientos numinosos catalizados por la salvia de alguna nebulosa paralela Aún así todavía me gustaría arrancarle de un beso todo aquello que le hace dudar sobre mi capacidad de amarlo
El asunto sería poder colarme en una estrella fugaz para luego abordarlo con la boca abierta.
Sinceramente no sé si seguir llevando la bici a reparar, decidirme a venderla o exorcizarla. Y lo notable es que la última opción me viene pareciendo ser la más auspiciosa.
Finalmente llega el momento en que toda obsesivalogra darse cuenta y exclamar a los 4 vientos... ¡estoy rodeada de histéricos! Una canción para amenizar el descubrimiento. Seguimos con la onda armenia.
miércoles, 15 de junio de 2016
corro canto danzo medito escribo para nada Y PARA TODO
¡Me cacho en diez! Próximamente tendremos la aplicación de chemtrails a gran escala con la bendición de Bergoglio... apostasía is definitely coming! Pero... un momento... ante el modelo de carta que ofrece la página www.apostasia.com.ar para concretar la renuncia a la iglesia católica, me encontré con el nombre del arzobispo Mollaghan en el lugar del destinatario. Me puse nostálgica, porque me acordé de que él se había mandado una macana re grossa en el manejo de alguna moneda y yo ya no lo iba a poder encontrar en el arzobispado de Rosario. Porque Jorge Mario ejecuta milagros: el acusado Mollaghan enseguida se apareció en su sucucho Vaticano ocupando un cargo que lo habilitaba a juzgar delitos graves. No... dale, que va, mientras que yo estoy acá preocupándome por el destino de mi apostasía y el de Mollaghan, seguro que ya Jorge Mario le habrá procurado varios chas-chas en la colita, que por eso lo quería tener cerca, a ver si los operarios del IOR (eufemismo para el banco del Vaticano) le enseñan a administrar los fondos "al modo Poncio Pilatos" (eufemismo para el lavado de dinero), que lo único que es puro humo es el Vaticano y el eufemismo correspondiente es fumata blanca.