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lunes, 12 de mayo de 2014

Siempre estamos volviendo

"Cada uno de ustedes, interesado en la creatividad,
quiere entrar en contacto con aquello de sí mismo que es auténticamente propio".

    
    La navegación por la red es una tentación para dedos curiosos, por la potencia que tienen de encontrar un campo de búsquedas que matemáticamente hablando, tienden al infinito. Así, dadas ciertas páginas abiertas en el navegador, aunque uno se embista la cabeza contra la pared, cual judío contra el Muro de los Lamentos, le costará recordar cómo fue que llegó hasta allí.

    Pues bien, hace unos meses, di con el llamativo Zen en el arte de escribir, texto que consignaba su autoría a Ray Bradbury. Inconcebible para mí fue pasar por alto una sociedad Bradbury+Zen, pero como una anda como con pata de palo arrastrando tantas lecturas pendientes, lo guardé entre los pdf's y lo postergué hasta esta tarde... no pude cuando menos emitir un ¡¡¡FAAA!!! así de fastuoso porque resultó que ¡el mismo tenía apenas 7 páginas!

    En el momento en que escribo, descubro que en realidad se trata de un libro entero, el cual, por supuesto descargué enseguida, para leerlo... espero que pronto... Guau... otra vez no quería explayarme tan en detalle sino sólo compartir algunas sensaciones que me provocó la versión abreviada de este texto y haber terminado la reseña de Nacidos para correr pero se ve que estos dedos se traen otros objetivos entre manos. Al fin y al cabo, la escritura es lo único que siempre quise hacer, desde que en las clases de Literatura nos encomendaban escribir ensayos sobre las obras leídas. Siempre quise volver, gracias por recordármelo, Ray y Don Julio.   



[...] "no deberíamos desdeñar el trabajo ni desdeñar los cuarenta y cinco o cincuenta y dos cuentos escritos en nuestro primer año de fracasos. Fracasar es rendirse. Pero uno está en medio de un proceso móvil. Entonces no hay nada que fracase. Todo continúa. Se ha hecho el trabajo. Si está bien, uno aprende. Si está mal, aprende todavía más. El único fracaso es detenerse. No trabajar es apagarse, endurecerse, ponerse nervioso; no trabajar daña al proceso creativo". 
Zen en el arte de escribir, Ray Bradbury.

martes, 8 de enero de 2013

Quería... Quise... Quisiera...

     Quería escribir antes que todo. La consecuencia inmediata entonces era que quería convertirme en escritora antes que en abogada, psicóloga y cualquier otra profesión que desde el llano se me ocurrió que podía llegar a encarnar bien y a gusto. El asunto es que creía que estaba preparada... tenía los papeles, un par de lápices (con uno escribía y con otro, tachaba), algunas palabras y cuando no contaba con las experiencias, las vivenciaba en la acogedora alfombra de la imaginación. Como dato extra, me fui haciendo más observadora en el transcurso de hojas rellenadas, y elemento del mundo. Pero la casita de cartas se ha desplomado. Así de un soplido, con apenas comentarios. De cualquier manera, me asumo: siempre quise decir algo (aún tengo mis resguardos sobre la decidida vaguedad de este vocablo). Seguramente sucedió que no supe transmitirlo porque si no se consigue transmitir algo (bah... otra vez esta jodida palabra acarreando su multivocidad) aquí equivale a quedar a media voz, ya China Zorrilla lo dejó bien en claro en la genial peli Elsa y Fred: "el arte te llega o no te llega". Pero como si a ésto pudiera incluirlo dentro del arte... Seguramente tengo que seguir aprendiendo porque descubrí que el soplido fue un llamado de atención que provino de mí misma, que siempre soy yo la criticista y ahora me toca repararme en lugar de reprenderme y andar buscando a quién corregir encontrándome yo misma sujeta a la imperfección... ¡pero qué perfecta incoherente! Pero qué frágil soy... las flores son delicadas, no frágiles. Menos aún contradictorias. Ellas sí que saben fluir. Siempre quise aprender a florecer, de hecho siempre lo intento, percibo que hay quienes lo hacen muy bien y se acomodan al Sol todos los días... pero mis capullos se marchitan a destiempo... pero qué idiota-ilusa-casi-todo-intento-de-nada. La cosa es que se me ha estancado el sueño. Bueno... menos mal que no atendí algunos consejos y no me visualicé estudiando Letras.

martes, 3 de abril de 2012

Coming back to writing... coming back to life

Nota de la autora: este escrito servirá a modo de recordatorio para mí, para que mi oscuridad no se atreva a superar a mi luz, y de una cierta explicación, la cual pienso que les debo a mis lectores.

     Confieso que si eliminé algunas entradas (muchas de ellas vinculadas a temas de política) no fue porque pretendo esconder parte de lo que escribí alguna vez o que quiera fingir que en aquellos textos no fue reflejada mi personalidad en cierta medida. Más bien lo que estoy intentando hacer desde fines del año pasado es deshacerme de aquellos rasgos negativos que durante los últimos años me componían, pero si estoy haciendo esto no es porque tenga un ideal establecido (bien saben algunos cómo detesto las idealizaciones), sino porque me di cuenta de que con prejuicios y quejas sólo me estaba autodestruyendo a mí misma. Y aún más, sentía que de mi parte, últimamente no estaba irradiando mi individualidad como siempre me propuse hacer y cada vez más a menudo me estaba limitando a trasladar recortes de papel de diario al blog. Me estaba limitando, casi me había convertido en una réplica de diario, en lugar de aportar y compartir mis inquietudes, mis formas de ver el mundo, mi propia creación, y lo peor de todo, me estaba limitando en forma de queja. El tiempo y el desgaste anímico me mostraron que el camino de la queja es un espejismo que como forma de desquite sólo conduce al deterioro emocional y mental, impidiendo de esa manera vislumbrar bien en claro la búsqueda de soluciones factibles y la acción al respecto, y al mismo tiempo rebosándonos de odios. Y he gastado el camino de la queja, alternando por el de los prejuicios, prejuicios que me estaban tornando en una persona bastante contraria a mis inquietudes cuando desde mi curiosidad siempre había intentado conocer cuanto estuviera a mi alcance o me fuera posible para lograr abrir mi mente cada vez un poco más y así aprender cuanto más pudiera de mis experiencias, prejuicios que habían hecho de mí en una persona ignorante, porque existen dos clases de ignorancia, la que estanca por su conformismo, y otra, que conciente de su existencia impulsa a querer aprender más, pero yo me había convertido en una persona satisfecha, es decir sin ansias de conocer. Por eso, pude darme cuenta de lo equivocada que estuve durante tanto tiempo, de lo agradecida que estoy a la persona que más me acompañó a lo largo de mis momentos más terriblemente tediosos y quien supo descubrirme mi verdadera esencia, aquella luz que aunque difusa luchaba por crecer y tenderme la mano desde mi interior.


    Tengo que reconocer que el dolor es el estadio del cual más he aprendido, puesto que el dolor es el indicador de que algo en nosotros no funciona bien, y por ende, es necesidad de corregirlo. Muchos de los múltiples fragmentos que integraban mi alma no lograban amoldarse, como si estuviera equivocando el modo de armar el rompecabezas de mi vida. La mínima posibilidad de poder llegar a perder a mi primer amor y al gran amor de mi vida a causa de mis propios errores fue lo que me hizo replantear este desequilibrio en mi forma de ser, esta imposibilidad de poder encontrar felicidad (ni siquiera esa que anida en los pequeños momentos), ese desengaño y frustración que me provocaba la certeza de que otra vez había vuelto a elegir una carrera universitaria donde no podía encontrarme entre tantos preceptos ni a la cual podría aportarle mi singularidad y que me llevó a recluirme en mi propio muro. Fue el dolor el que me permitió ver con mayor claridad que ya no estaba disfrutando de lo que hacía, y si el hacer se supone como la mayor expresión de nosotros mismos, fue el sucumbir, el desgano, no saber a dónde ir, lo que me proporcionó las herramientas para recuperarme y encontrar al fin esa armonía que tanto necesitaba. De modo que lejos de eludirlo, valoro al dolor como el gran motivador de mi cambio porque también fue el dolor el que me dijo que en vano era arrepentirme porque nada podía modificar deseando teletransportaciones al pasado, cuando lo mejor que podía hacer era conseguir apreciar en los errores una nueva forma de aprendizaje, como aquella que solía encontrar en los libros.



    Y hoy, aunque no me cierro a ningún cambio que me pueda resultar favorable en otro momento de mi vida, puedo volver a mirar hacia mi interior y seguir conociéndome, aceptándome tal cual soy y al mismo tiempo aprendiendo a querer más a mi vida. Hoy puedo encontrarme nuevamente en mis momentos de soledad y también cuando comparto mis ratos con Él y como seguramente me encontraré cuando mi camino me cruce con el de personas con quienes poder corresponderme e integrar a mi entorno. Hoy me dejo llevar otra vez por los placeres de la lectura y de la escritura, porque hoy quiero dejar de esconderme, porque la lectura es una manera de conocer el mundo y la escritura, una manera de conocerme. Hoy tengo la seguridad de que quiero volver a asistir a clases. Hoy rebrota en mí el interés por la música, de continuar conociendo canciones que acompañen mis emociones, y aprender a tocar esas preciosas melodías de piano que tuve oportunidad de escuchar, y quizás algún día, llegar a dejar grabadas mis propias notas. Hoy me reconozco ignorante y preparada para asombrarme ante la infinitud de placeres de mi agrado que me quedan por conocer. Hoy mis ojos contemplan a través de los sentimientos agradables producidos por esos pequeños detalles que atrapan mis días, la armonía de la que se ha apoderado mi alma. Es por ello que el blog se ha hecho parte de esos cambios, y he invertido no sólo su estética, sino también su orientación. Porque hoy quiero crear.