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martes, 10 de abril de 2018

El Prosti-móvil

    Quien escribe, andaba transitando la noche sobre calle San Juan, bicicleta mediante. Al pasar junto a un auto estacionado, su conductor me lanzó una propuesta: "¿Doblamos en la esquina, bebé?". Como no salía de mi asombro, no pude menos que empezar a aventurarme por el origen de semejante oferta (que con sobradas razones rechacé sin responder palabra). Hete aquí que gracias a uno de los dobleces facilitados por el asiento de la bici, el vestido se me había levantado y llevaba parte de la nalga izquierda al descubierto. Tan sólo disimulada de una mayor exposición, por el pantalón corto que calzaba bajo el vestido. Inevitablemente pensé: chica indecente al volante, salió prosti-móvil.

viernes, 24 de febrero de 2017

Noctámbula

¡Así, no! En Rosario, con 42º de sensación térmica, no queda más álgida opción que volverse noctámbula. Y no tener la más cálida idea de qué es lo que sucede entre las 11 y las 16 hs.

Todo sea por impedir el derretimiento de los glaciares... digo impedir el derretimiento de nuestra salud mental que todavía anda merodeando por ahí en algún sector anatómico que aún vale la pena reclamar como de nuestro dominio.


¡Salud!


martes, 17 de noviembre de 2015

Peripecias de un dedo inflamado

    Quien pretenda encontrar en estas líneas alguna conclusión, más vale que se las pique con las manos cubriéndose su rostro decepcionado antes de haber leído nada. Porque lo único que se deja entrever aquí son una serie de miopes observaciones que en nada modificarán el curso de su existencia. Plasmado este prólogo también absolutamente innecesario, pasemos al meollo de la cuestión, si es que esto es una cuestión, y alguien ha visto alguna vez a un meollo.
    Al texto freudiano ¿Pueden los legos (no médicos) ejercer el psicoanálisis? se le solapa un capítulo que no deja de tener secuelas: ¿Pueden los médicos ejercer la medicina?
    Un anodino enigma pretende poner en compota los cimientos del "arte de currar" (ah, no perdón, esa era otra ciencia... siempre quisimos sacarle una r) además de la paciencia del encargado de admisión del sanatorio, a quien le son relatadas una y otra vez las peripecias de un dedo inflamado. 
    ¿Se trataría de una infección en ciernes, del producto de una infección o acaso de una fuerza irresistible y desconocida? Por el momento, el diagnóstico permanece en suspenso hasta bien no entre en intervención otro ambo fucsia pues "a cada maestrito con su librito", y no será sin efectos secundarios.

domingo, 14 de diciembre de 2014

Un rincón

   Existe un rincón en Rosario, al cual las garras ambiciosas disfrazadas de humanos no se lo han devorado y todavía sabe a eucaliptus. Queda donde la atmósfera retorna apacible que las manos sólo pueden atreverse a deshojar algún recuerdo para volverlo mágico. Porque allí nadie camina con los alardes de dueño... ni siquiera los pajaritos que esparcen su andar gracioso, pidiendo permiso a las ramas y a la tierra, mientras el viento invita un momentáneo vals a las hojas de los árboles entre susurros de libertad. Al fin y al cabo quién sabe si no ha quedado a salvo debido a la contingencia de haber crecido entre la vorágine citadina y la majestuosidad del río.

   Se cuenta que allí resulta más fácil alegrarse que quejarse, como si la contemplación de esta naturaleza nos contagiara de esa parte nuestra que quedó sepultada bajo nuestra piel de cemento. ¡Qué amables son estos paisajes, capaces de entregarnos la armonía en una postal de aroma, sabor y movimiento! También fue cordial el destino, como si hubiera previsto nuestra ruta trágica, para permitirnos la vista en colores y poder alcanzar a descubrir cómo el solitario gomero aprendió a vivir junto a un jacarandá.


De la gaveta de textos sin publicar, 2/2/2012
(Esquina de Jujuy y Corrientes, encaminándose hacia el río)

martes, 12 de noviembre de 2013

La recompensa de los temibles curiosos

     Dicen que los investigadores audaces no desdeñan de ninguna fuente, tal vez porque persisten en la creencia de que cualquier sitio en la ciudad puede albergar la pista más imprevista, mientras uno anda recopilando boletos de colectivo para luego descartarlos en su casa como ignorante inmutable. Así que menudo pretexto se otorgan estos exploradores de lo desapercibido para salir a curiosear como gatito con dos hocicos. Y huele allí, huele acá... algún estudiante de Psicología había decidido que su material de estudio de DPC muy útil había sido, muy detallado, muuuy apropiado para darse un empacho freudiano... pero el mismo ya había cumplido la mayoría de edad (databa de 2008) y como el susodicho universitario apenas era nostálgico o estaba empezando a poner en práctica el desapego "zen", resolvió dejar la patria potestad de sus retoños en manos de otros adoptantes ¡¡¡y a plena vista de los merodeadores curiosos!!!

     Frente a mí, junto al contenedor de basura destinado a la cuadra estaban cuando salí de casa. A decir verdad, fue aquella expresión enojadizo-canchera de Segismundo la que me tentó, ésa cuya muestra aparece en cuanto googleás "Freud" en el buscador de imágenes. Sí, donde además te apunta con un habano: "o me decís sin censura todo lo que se te ocurra o te quemo todo"... No puede menos que convocarte esa postura, aunque más no sea para amagar a convencerle: "che, desfruncite, ¿o acaso tenés 'un Edipo' no resuelto?", "peeero... alegrate un poco, que te va a hacer bien y quién sabe si no te evita una neurosis, al menos te ahorrás el psicólogo". Bueno... dejando los chistes a un lado por el momento, que el asunto se pone serio porque venía escribiendo que estaban bien sensuales los apuntes de DPC ante mis ojos y yo todavía tenía que rendir el examen final de esa materia y además, quién sabe si no estarían interesantes, y una lectura no hace mal, y yo canté primero... y etcétera. De manera que mi mirada fulminante ya se había paseado a mi alrededor anunciando que los apuntes eran míos, como para ir desestimando giles. Mi cuerpo venía a ser el cebo y el inconsciente irrefrenable echaba rienda suelta a capturar el material de estudio. Aplicando su teoría se conquista a la presa, me habían enseñado... o algo así. Ahora podía estar segura, me apresté a calcular mis movimientos, dibujé un trotecito de tres pasos y me abalancé heroica sobre la pila de hojas de DPC cuidadosamente acomodada dentro de un folio de los gruesos, el cual yacía sobre una caja. ¡Lo había logrado!, si hasta tenía a la música triunfal de Rocky tarareando en mi cabeza.

     Sin embargo, mi trotecito de tres pasos había sido lo suficientemente torpe como para empujar y echar por pavimento material de estudio de otras materias, que al parecer todo el tiempo durante el cual la mirada del viejo Segismundo me cautivó, también había esperado recostado sobre la caja. El hecho fue que no pude rescatarlos de la mugre citadina circundante y allí quedaron a la espera de otros estudiantes adoptivos. ¿Se puede creer que este texto había sido imaginado para servirle de introducción a lo que en realidad quería transmitir? Ay, ay, ay... las vueltas de Clarisa.

Con nosotros... la foto

domingo, 10 de noviembre de 2013

La semana saludable

Ayer, mientras viajábamos en colectivo mi mamá me comentó...
- Esta semana en el hospital (el Roque Sáenz Peña, donde ella trabaja) vamos a tener "la semana saludable".
- ¡Caray! - exclamé perpleja (creo que jamás de los jamases había usado esa expresión). ¿Les van a enseñar a alimentarse?
- No - me respondió. A quien quiera, lo van a pesar, le van a medir la presión y a calcularle la masa corporal.
- ¡Ah, entonces los van a asustar!

  

lunes, 10 de septiembre de 2012

Inconvenientes lectores

     Encontrarme a apenas cuatro hojas del final de Plan de Evasión, y descubrir que alguien decidió llevarse del ejemplar prestado de la biblioteca, como recuerdo de su lectura (todavía no quiero creer que alguien pueda satisfacerse en urdir un plan para demorarle el desentrañamiento del misterio de la isla a un próximo lector, o que un atentado contra la biblioteca tenga por qué recaer en un civil), una de sus últimas hojas... ¡una de sus esclarecedoras últimas hojas! Arribar enseguida a la irremediable, al igual que tozuda reacción de enfadarse con alguien, y no saber con quién. Evalúo la primera de las conjeturas esbozadas entre paréntesis (y entre ánimos adversos)... y ahora la creo razonablemente probable.

domingo, 13 de mayo de 2012

Sobreviven


    Acabo de llegar a casa, una reminiscencia me invade la mente y retrasa mi rumbo a la facultad. Los pasos me conducen hacia mi habitación, el bolso de trabajo culmina su día sobre el piso junto a la cama, donde yo me siento. Cierro los ojos, no puedo, no quiero dejar de recordar…

     Cercada por la multitud y 9 de Julio y Corrientes, extranjera del alboroto invariable, una débil presencia intenta surcar la ausencia edificada como fortaleza gris. Algún suspiro grave ha conseguido retener el aire de la fugacidad. Algo había secuestrado mis pasos que no pudieron hacer más que desandarse. ¿Quién será el ser cuyos labios se aúnan con su alma y junto a sus manos elaboran en la musicalidad su escape de la ciudad? Recorta una pieza de su alma y la arroja en varias melodías a la suave brisa del día medio soleado y atiborrado de urbanidad. Alzo la vista pues quiero capturar este milagro con la completitud de mis sentidos. Pero desde la vereda no se deja ver. Tampoco logro reconocer la melodía. Quisiera saludarlo. ¿Quién será el ser que ensaya una distracción de la invisibilidad?

    Se deja escuchar. Entonces sueña una conexión y se anexa desde un rincón. Por algún motivo ha decidido evocarla en ese momento y la siento como un obsequio, la incorporo como un obsequio que no puede rechazarse. Los objetos que provienen del alma se ligan al alma y no pueden revertir jamás esa unión creada, pues es su naturaleza y destino, son éstos quienes nos eligen, no nosotros a ellos. La música de un saxo me eligió ese mediodía, mi camino sucumbió ante ella, me traspasó la piel y quedó prendida en mi interior, en mi profundidad más invisible ella hallaba resguardo. En la calle rebosante de estruendo se había instaurado el enlace. Un ser recién engendrado adquiría su voz y emitía su mensaje, mientras otro se abría para escucharlo, lo arropaba en sus brazos, y ambos se contagiaban de luz. Lo que ambos habían concebido durante tanto tiempo se instalaba en uno y otro, como una flor que tras un tiempo de haber permanecido fecunda en su capullo un día resuelve desenvolverse al mundo, como un pájaro, que ya carga con vuelos y cielos ensancha nuevamente sus alas a un nuevo cielo para expresar un nuevo vuelo, quisiera remontarme hacia donde esté y agradecerle.



    En medio de los vínculos que no terminan de enlazarse, de las cadenas que nos sujetan a la inercia las melodías de un saxo enarbolan su existencia y adquieren su sentido en los oídos de un otro invisible a sus ojos, pero a quien no deja de pertenecer… sobreviven. Un perro coincide en mi estadía, acaricio su negrura, el perro fija su mirada atento a la mía, nos sostenemos en la mirada y no nos importa si hay alguien más que nosotros, porque entre nosotros no se encuentra nadie más, nuestro lugar está demarcado aquí y ahora y nos reconocemos. Me despido de él, tengo que seguir camino o se me hará tarde para ir a una de mis tan ansiadas clases. El perro me sigue y luego se detiene unos momentos a un costado de la calle. Ha descubierto un charco de agua del cual beber, vestigio de la tormenta de la noche anterior. Estoy segura de que a las notas del saxo también las conservaré para el resto del camino y en la inmortalidad de este texto. Sobreviven.

viernes, 24 de junio de 2011

La verdad de la medialuna

    La semana pasada, en el programa radial La venganza será terrible, a cargo de Alejandro Dolina, surgió un tema de discusión: la inexplicable como recurrente desaparición de las medialunas de los bares a partir de aproximadamente, las 5 de la tarde. Tomando como pie, también las contadas (con una mano) ocasiones en que me doy el gustito de ir a tomar la merienda por ahí, y la rapidez estadística que las supera abismal e irrefutablemente  (con más de dos manos) frustrando los intentos  de sentarme a tomar un café, acompañado por unas modestas croissants, careciendo aun más, de la astucia del Loco futbolista uruguayo Abreu tras picármelas de bar en bar ante la imposible concreción de mi -hoy por hoy- imposible osadía.
Juro que elegí la imagen menos tentadora
Conocido y ya arraigado a la cultura gastronómica de cada mañana es el deleite argentino, y en particular, el rosarino por las medialunas, que llega a nuestras fauces precedido por el suave aroma de manteca cuando pese a haber desayunado nuestras deliciosas tostadas caseramente rebanadas, nos obliga a detenernos por unos instantes en nuestro inevitable encuentro del 126 ó 127 que menos demore para tener el placer de degustarlas, aunque sea en el aire.
    En cambio, sucede que cuando me dispongo monetariamente para dejar que otr@ mezcle el café con la leche por mí, me encuentro con que a mi pedido de dos pequeñas, insignificantes, qué va decir... sobrias medialunas saladas, se encuentra sucedido por una estupefacta expresión, que a la vez parece decir "no me mires a mí, yo no fui" y (casi) siempre le sobreviene la inevitable frase "... pero si querés te puedo ofrecer alguna otra cosa". Y aquí la palabra cosa adquiere las más  múltiples atribuciones que Kant aplicando sus postulados sobre la cosa en sí, alguna vez pudiera haber imaginado, desde los brownies irreconocibles, hasta tortas que constituyen un verdadero embrollo estomacal. 
"Lo que mata (al brownie) es la humedad...". Últimamente estoy considerando como bastante apropiada la idea de hacerle de este tango uruguayo una dedicación especial al brownie. En este sentido, puede llegar a aterrizar sobre nuestro plato una masa de color oscuro carbonífero semi-apelmazada, cuando deducimos tras haber desempeñado varias observaciones arquitectónicas que sí, que por su forma cuadrada y altura específica tiene que ser un brownie. Y ni hablar sobre las mentadas tortas, que más que tortas también pueden aceptar irrefutablemente la denominación de una contundente patada al sistema digestivo por entero, siendo más gráficos todavía.
    Aun más, no bastando con esta experiencia en los bares de la ciudad, se le agrega a nuestro destacado Curriculum Vitae de intentos fallidos, el desgraciado incidente ocurrido tras una urgente llegada a la panadería situada a media cuadra de mi casa. Fue allí cuando después de aguardar con toda la paciencia que se le puede ceder a que una señora que no puede decidirse si tomar sus mates con vigilantes azucarados o cubiertos con crema pastelera, llegó mi turno e improvisando unos amables "buenas tardes" me dirigí al fondo mantecoso de la cuestión, y me apresté a requerir las tan apremiantes facturas. De este modo, con una sonrisa que se atreve a desconocer impunemente los límites de su negligencia, la vendedora no sólo me hundió en mi desazón sino que se atrevió a explayarse en la cuestión: "Medialunas no tengo más... éstas son de ayer, si querés...", y por último, remató su sugerencia: "... son de Nuria (afamada como carera panadería rosarina) ...", decorando la frase, como si ese hecho redujera en algo su participación dolosa en el crimen. 
   Ahora bien, todavía no hemos alcanzado a resolver este intrincado misterio. ¿Será que se han puesto especulativos en el ámbito panadero, desconfiando de nuestro paladar, o también habrá desabastecimiento en el rubro? ¿Le atribuiremos la culpa al chismosísimo afán del canal Utilísima en develar el trabajo incansable de numerosas generaciones como una receta super prac-ti-quí-si-ma, fá-cil, ri-ca, e im-per-di-ble? ¿Formará parte de los planes de una glotona conspiración? ¿También podemos culpar a la presidenta a causa de esto?

sábado, 19 de marzo de 2011

A fuerza de repetición

   Esta mañana, mientras regresaba a mi casa, camino de la facultad, transitando  la calle 9 de Julio me topé con una pareja. Paseaban juntos en dirección contraria a la que yo seguía, mientras él cargaba sentada entre sus brazos a su hija, una nena de aproximadamente 2 años de edad. La conversación entre los dos era a base de preguntas y respuestas, y este fragmento fue lo que capté en apenas tres pasos largos:
Padre: -¿Quién soy yo? - formuló, dejando entrever la insistencia en la pregunta.
Hija: -Papá - respondió con toda seguridad.
Padre: -¿Y quién es mamá?
Hija: -Yo - aseguró indubitable.
Padre: -Ah, ¿vos sos mamá? - preguntó intrigado.

   Queda claro que el conocimiento no se adquiere a fuerza de repetición.