domingo, 29 de abril de 2018

Me cago en la hostia. Hasta la vista.


Tengo que dejar de pedirle explicaciones
a aquello que de ninguna manera tiene sentido



(Y empezar a revertir el presente).

lunes, 16 de abril de 2018


La belleza no pierde vigencia

domingo, 15 de abril de 2018

Sin ambages



Recortando ahora y vuelta a coser toda la tela de mi romanticismo fundamental, al que quizás mandado a exponerse en su condensación narrativa se le hayan superpuesto algunos significantes, lo que estrictamente quiero decir ya lo cantó bien directamente (en un delirio de claridad) Lacan: "no todos los días encontramos lo que está hecho, de tal modo que pueda brindarnos justo la imagen de nuestro deseo". Y eso importa atribuirme el derecho a sacralizar la implicación de la experiencia. Nada hay de banal en el encuentro con una misma. En nada hay que quitarle el valor a la persona que contribuyó a despertar o crear esa magnitud de sensaciones, aún cuando en última instancia no vaya a responderme puntada a puntada en la consumación del deseo.


martes, 10 de abril de 2018

El Prosti-móvil

    Quien escribe, andaba transitando la noche sobre calle San Juan, bicicleta mediante. Al pasar junto a un auto estacionado, su conductor me lanzó una propuesta: "¿Doblamos en la esquina, bebé?". Como no salía de mi asombro, no pude menos que empezar a aventurarme por el origen de semejante oferta (que con sobradas razones rechacé sin responder palabra). Hete aquí que gracias a uno de los dobleces facilitados por el asiento de la bici, el vestido se me había levantado y llevaba parte de la nalga izquierda al descubierto. Tan sólo disimulada de una mayor exposición, por el pantalón corto que calzaba bajo el vestido. Inevitablemente pensé: chica indecente al volante, salió prosti-móvil.

lunes, 9 de abril de 2018

Sagrado encuentro

En buena hora, ocurrió aquella tarde en que pude fijarme en él. Adecuado, el momento todo. La lluvia, resaltó la música, por cuyo sendero transitaba el distinguido crepitar de las grabaciones antiguas. Los dados arrojados por el destino, cuando cayeron, formaron el par. Los instantes sempiternos en que supe que al deseo no tiene por qué llevárselo la partida de un hombre.
Quise. Mi temblorosa y revolucionada piel sabe cómo quise haber permanecido en sus ojos. Aún erguidos frente a frente. Enfatizando ese modo tan cercano de encuentro sideral. Como cuando entran en conjunción los planetas. Prendidos de la mano y enlazados en el abrazo que posibilita al tango.
Quise acortar mi torpe timidez, de la forma en que él se las ingeniaba para derrumbar la distancia. Válgame el diablo, si dios supiera cómo quise. La piel atestigua cómo fue creciendo el deseo. Las palabras, las escasas, también fueron las justas y las precisas. Hasta la humedad pegajosa estuvo bien... mediante su flujo él deslizó sus dedos cual guitarrista sobre sus cuerdas y me condujo los movimientos que pudieron haber sido más coordinados de no ser por la mirada huidiza... mi escurridiza mirada inaccesible que no quiere descubrir que la están viendo imperfectamente frágil. Que no quiero que me reconozca así del todo, desfigurada como soy. Que yo así me encontraba flotando en la lontananza. Y quiero apreciarle su humildad, su sencillez y su belleza artesanal. Pero que quería detenerme en esos ojos almendrados, de todas formas y sobre todo, que quiero verlo y poder aterrizar al ocaso de lo que cubren sus ropas cuando se desvista.