lunes, 30 de mayo de 2011

Así habló Zaratustra en teatro

 "Un espectáculo metafísico, medio poético y medio ciruja, para todos y para nadie"

   Impostergable conjunción que unió algunos de mis momentos inolvidables de la infancia encarnados por el simpático muchacho de rizos colorados Piripincho tan querido por los niños, y el libro que marcó un antes y un después en mi concepción sobre el mundo y la historia de la humanidad. Anunciada, además como "un espectáculo metafísico, medio poético y medio ciruja, para todos y para nadie", anoche tuvo su estreno Zaratustra, la obra escrita, dirigida y protagonizada por Héctor Ansaldi que se presentará durante todos los sábados del mes de junio a las 22 hs. en la entrañable casona de calle Corrientes 1518, donde se erige nuevamente el Teatro Caras y Caretas de la ciudad. 
   Ya desde temprano, al llegar la atmósfera de la sala nos acogió mediante su pared de ladrillos, y luego girando hacia la izquierda, ingresando a través de las entradas arqueadas, admiramos el mural de dibujos angelicales, y el de un inconmovible telón, que casi calcado al del escenario, cuelga  contiguo al primero. Así como la pintura resquebrajada de alguna pared muestra las huellas de los años desde su inauguración en 1973, también pulula recuerdos el lugar, algunos de los cuales figuran en fotos y folletos de obras esparcidos cerca de la entrada. Inherentemente la historia del Teatro está ligada a la de Ansaldi, pues no sólo abrió sus puertas, sino que lideró la recuperación de la sala, cuyos cimientos sobrevivieron al exilio de los actores durante la dictadura de 1976, la crisis de 2001 y las severas exigencias de habilitación impuestas por la Municipalidad desde el precedente que marcó el trágico incendio producido en el boliche Cromagnon, de la ciudad de Buenos Aires, vendiendo incluso su vehículo y rechazando tentadoras ofertas inmobiliarias para iniciar la remodelación, y de este modo, en septiembre del 2009, poder volver a disfrutar de este gran esfuerzo que sintetizó la cultura, que no representa más ni menos que el punto de encuentro humano.
   Las luces se apagaron, música oriental comenzó a sonar mientras se elevaba el sol, emergiendo entre unas mantas que formaban parte de la escenografía móvil, así como también del elemento metafísico del espectáculo. El Gran Mediodía había llegado. Un hombre semi-simio comienza a hacer muecas y acrobacias, al tiempo que deambula sobre el escenario cuando se oye la nítida voz de quien luego reconoceremos, como bien asevera Ansaldi, una fusión de vagabundo y messías (en tono jocoso, haciendo clara referencia al futbolista), pues viste de objetos reciclados, llevando el pelo gris enmarañado y barba por igual, que  nos vuelve a remitir al interrogante de si en la antigüedad los filósofos pensaban tanto que ni tiempo de afeitarse o de recortarse el cabello tenían. Viene a impartir su filosofía, mientras juega con su ropaje fabricado a partir de una unión de toallones, de los cuales cuelgan y bailan esponjas de baño, y con el público, a quienes invita a intervenir durante esos momentos de improvisación que nunca dejan de sorprendernos para someterla a su suerte, haciéndola girar la llamada rueda de la fortuna, y delirar con respecto a cuestiones como el más allá y el más acá.
   Más tarde, ampliará aun más la escenografía y la centrará ahora en el suelo, alrededor del público, indagándolo sobre algunos de los variados interrogantes tratados en el complejo libro de Nietzsche cuyo protagonista fue el basamento para una adaptación bastante particular y humanista constantemente acompañado por el simio simpático, del cual se encariñan los espectadores, quizás sin saber que están siendo parte de la feria del hombre, aquella de la cual el protagonista Zaratustra recoge las banalidades que luego intenta ofrecer al público, y que esa risa que el personaje consigue arrancar y alienta a no ocultar con ninguna mano es producto de que se está riendo de sí mismo, de la vanidad de superación del hombre, tan frágil como los cimientos de esta sociedad  contemporánea que se ha forjado en torno a las ataduras del mercado y de la felicidad efímera.
   Es destacable remarcar el énfasis que pone Ansaldi en el contacto, de sostenida fluidez a lo largo de la obra, establecido entre el personaje y los espectadores, valorizando el sentido de vida característico del teatro que le dará siempre la preeminencia por sobre el cine, y bien sabe apreciar Zaratustra, convirtiéndonos casi en actores agregados de la obra, como los "filósofos bien alimentados", comensales servidos por Emiliano Pino, vestido para el gran banquete. Fue tan bien logrado el clímax que sobre el final de la obra, se pudo disfrutar de pasajes de Shakespeare como de un tan extemporáneo y animado diálogo entre dos españoles que aunque no se vinculan con Zaratustra, le otorgan a la obra una elocuencia y discursividad encantadora.
   Antes de despedirme hasta otra próxima publicación, me resulta fundamental mencionar que si bien la obra se lleva a cabo dentro de un marco gracioso y agradable, del cual seguro no podrán soslayar alguna risa, no creo que sea un espectáculo que apunte a hacer partícipe a público infantil, pues puede que pierdan gran parte del profundo significado que tiene esta obra, que tiene la lírica del gran filósofo y filólogo alemán, y la convicción impetuosa combinada con la pausa cautelosa y necesaria, que logra transmitir el personaje y nos hace pensar que detrás de su mirada de vagabundo, aparentemente perdida, existe algo grande que clama ser descubierto.

Fotografías extraídas de:
http://www.lacapital.com.ar/ed_impresa/2009/9/edicion_336/contenidos/noticia_5330.html
http://www.zaratustra-teatro.blogspot.com

lunes, 16 de mayo de 2011

"Late, late el corazón"

   Puede remontarnos a algún "viejo callejón" impregnado en su memoria así como en la candorosa y melancólica canción Flores secas, donde sobrevuela a la nostalgia, o por lo menos alguna época cuando los chicos revolucionaban las calles (y jugando con otros chicos), mientras los vecinos de las ciudades se adueñaban de las veredas, y sentarse a compartir una infusión con amigos no era una concesión del tiempo, cuyos mates sólo los privaba el descanso del sol en este lado de la Tierra. "El mundo se está poniendo raro", según escribe en Memorias de un perro mutante, sin desprenderse del recurso de la críptica anudado en los tiempos redonditos puede agregar su truco de magia acorde para dibujar una canción con profunda crítica a través de unos pocos, pero a su vez poderosos símbolos, como el caballo negro de la noche que nos persigue, esparciendo el hambre, la falta de trabajo, y los conflictos sociales. Puede ahondar aun más en el misticismo, presente en las melodías de Luna en Fez que parecerían sólo recogidas de su reciente viaje a Marruecos, si desconociéramos que es un gran asiduo de la cultura oriental.
   En líneas autorreferenciales, que intentaré abandonar en el siguiente párrafo, se trata del guitarrista que me inspiró a querer tomar una guitarra y darle vida a sus cuerdas, aunque más no sea para intentar emular alguna de sus canciones. En suma, el sábado cuando Skay Beilinson se adentró nuevamente en la intimidad que brinda Willie Dixon, resonó su grandeza directo a colarse en nuestros sentidos.
   Aunque tal vez esa no haya sido la intención por parte de los músicos y sólo forme parte de uno de mis desvaríos, al desarrollo del recital lo percibí como a un viaje, cuyo rumbo lo marcaron las canciones consistentemente engarzadas a una sólida banda que suelta las amarras, desplegando su personalidad en cada una de ellas, y para nada oficia de acompañamiento de un solista. 
    La llegada de la madrugada lo encontró a Skay en el reducto del barrio Pichincha que lo alberga desde su segunda visita a Rosario, contagiándonos de su ánimo viajero, que trascendiendo el plano físico, evocaba a una irrepetible ascensión musical. Fue así que quedamos inmersos en la luna del desierto, la misma que se ve desde aquella esotérica ciudad que se atribuye de haber sido el lugar de concepción del Tarot. Transcurrió la primera parte del recital intercalando en temas de su último disco, con reminisencias a la distopía, tanto cuando marcó el paso acelerado hacia el Territorio caníbal, como cuando nosotros mismos parecíamos estar girando sobre la bella melodía circular desembocando mediante su estribillo en el mismo carrusel del tiempo que aseguraba la longevidad eterna, un diamante en bruto llamado El viaje de Mary, rocanrol que parece extraído de alguno de los últimos discos de Patricio Rey, y para dejar a todas las almas efusivas para la próxima transición se despidió con un breve receso.


    "Nada por aquí, y mucho por allá", en el Dixon.
Video: mipasionricotera, en You Tube

   Pensando en la segunda parte del recital, no pude tomar mejor decisión que subir a la planta alta de Willie Dixon, ya que durante la primera, tuve que depender de los intersticios que podían llegar a resultar de las inclinaciones de cabeza de unos cuantos grandulones, a quienes los sesos no les devanaron otra idea que la de ubicarse en la mitad de la multitud. Impecable fue el comienzo cuando regresamos al Medio Oriente a través de su cruenta historia de guerras, siempre tan ligadas a la saña de Occidente, con la canción Lluvia sobre Bagdad que con su impetuosa precipitación de acordes se convirtió en un clásico de la banda, al igual que las infaltables Oda a la sin nombre. Por supuesto, también el Flaco nos permitió reminisencias de tiempos anteriores, y Todo un palo en su versión un poco más apresurada, se llevó las mayores adrenalinas del pogo. ¡Qué decir sobre Lejos de casa, cuyo bajo latió con el pulso de ¡Nueva Roma!
   Se hizo valer el intenso como infinito aplauso para que luego del amague a retirarse, los Seguidores de la diosa Kali regresaran a brindar(nos), la exquisita acústica comandada por la guitarra de Skay que despierta La pared rojo lacre, bluesito que marcha en progresión para deleitarnos en un eléctrico final, que encierra un mensaje de cierto modo esperanzador: "Un torbellino a tu alrededor, átomos y estrellas giran sin parar. Deja tu cielo, escucha corazón. Celebra el día, ahora tu día".
   Este viaje no es uno cualquiera, sino uno especial, el cual por el solo hecho de habernos sido otogado posee valor por sí mismo, siendo un viaje a nosotros mismos. Y sin embargo, como el reloj de arena -genuina, de hecho- que porta la entrada del disco ¿Dónde vas? (como no puedo con la sintaxis, me atrevo a corregir, lo correcto sería ¿A dónde vas?) nos recuerda que es tan breve y frágil que tiene sus días contados, es por ello que corresponde cuidarla y disfrutarla al máximo. A pesar de que en ocasiones los valores que rigen hoy en día sean marginales o tengamos que toparnos ante un límite siempre que queremos elevarnos, donde cueste encontrar otra alternativa que sobrevivir, mientras existan lazos como el amor y la amistad jamás nos sentiremos solos, porque nosotros somos únicos portadores de nuestra esencia que nos hace ser como somos y el tiempo, la historia en que nos desenvolvemos es un eterno presente que podemos cambiar, aunque parezca que existen factores irremediablemente impredecibles, complejos o inasequibles para nuestra comprensión. La vida radica en extensión, apertura, derretí esa pared, vos también.  

La historia no nos es más ajena que la tinta de nuestra pluma, el papel en ella depende de nosotros.

Canción del título: La pared rojo lacre, Skay Beilinson.

viernes, 6 de mayo de 2011

"Doctor Saturno, dame un turno..."

   Coloquémonos en la siguiente hipótesis, ya que forma parte de nuestra cotidianeidad que además de los médicos titulados las inquisidoras vecinitas que patrullan nuestro dulce hogar, al indagar sobre nuestros hábitos, también nos insistan en que deberíamos dormir 8 horas continuas al día, durante la noche, claro, pues de este modo, rendiremos mejor al día siguiente...  Por otro lado, desde la mañana hasta la noche debemos nutrirnos de 4 comidas principales, consistiendo éstas en desayuno, almuerzo, merienda y cena, agregando colaciones entre éstas, sobre todo si transcurre bastante tiempo hasta la siguiente ingesta... es de vital importancia que mastiquemos  y esto no es todo, porque además en nuestra dieta debemos incluir fibras provenientes de vegetales y frutas, así que no sólo deberíamos hacer lugar en nuestra agenda para un postre, sino que cabe la posibilidad y  debemos considerar seriamente esa posibilidad de que en algún momento surjan incontenibles ganas de "desalojar a estos inquilinos", y este deseo, por supuesto debe ser espontáneo e inminente, no vaya a ser que no contemos con espacio apropiado y debamos inducir esas ganas mediante alguna que otra trampita envasada.
   Aun más, no bastando con nuestras necesidades básicas, se nos aconseja también, siempre bajo un tono sutil y expiatorio que suele ser acompañado nuevamente con el modal deberíamos, que elijamos entre los diferentes dolores de articulaciones cuál nos gusta más, para hacernos sentir mejor, seguramente, podemos eludir esta aclaración... o quizás pertenezcamos a la especie de aquellos a quienes nos gusta correr sin rumbo definido, colaborando con el sudor al menos 3 veces cada semana. Ahora bien, después, casi mascullando  y ocultando su participación en esto, nos cuentan que también es recomendable caminar 30 minutos al día, para mejorar la circulación, y que incluso equivale a un ejercicio físico aeróbico, obviamente sin detenerse, aunque nos cuesten un par de bocinazos y algún que otro dedo del pie... pero todo sea por esa circulación, amén.
   Por supuesto, no te olvides de guardar entre tus papeles y junto a tus biromes el cepillo de dientes y su correspondiente dentífrico porque como enseña la frase célebre de los odontólogos, hay que cepillárselos después de cada comida, o masticación, según los ortodoxos... y no quedan absueltos ni los bebedores compulsivos de café, porque el dentista también forma parte del club salud y es todo un perito en las huellas dentales.
   ¡Cómo si sólo de matemática viviera el ser humano! Acaso me pregunto: -¿cuándo queda tiempo para uno?
"El hígado crece,
el cerebro envejece,
y hay algo muy raro en mi plato..."
Doctor Saturno, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

Imagen: Mafalda, de Quino.

lunes, 2 de mayo de 2011

Qué hacer...

   El sábado, durante una tarde de novios, lluvia y tostadas con miel, intentábamos responder al interrogante que a Lenin le tomó toda una obra, bajo el mismo título, Qué hacer. Fue entonces que se nos ocurrió despejarnos de nuestras dudas, enviándole el famoso breviario telefónico que se arroga en llamarse texto a un chico que habíamos conocido dos días atrás en la Biblioteca Argentina después de haberle preguntado con gran inquietud cuál era el libro que se apropiaba y no lograba apartarse de su profunda mirada.
  En el mismo utensilio tecnológico, le preguntábamos al muchacho, quien había resultado ser un  efervescente lector de la Biblia, si quería que nos encontrásemos a tomar algo nosotros dos, junto a su novia quien también lo acompañaba el día del encuentro. Ante la ausencia de respuesta y luego de deliberaciones varias sobre las posibles causas sobre la comunicación inconclusa, indagamos aun más con un marcado y acentuadísimo escepticismo religioso en modo on...
- ¿Será que lo único que toman los cristianos es la comunión o la confirmación...?