viernes, 20 de enero de 2017

Qué le vamos a hacer

Cuando se produce lo que yo llamo una sucesión de eventos desafortunados que culminan en el desastre, más vale no devanarnos los sesos tratando de encontrar explicaciones metafísicas para dar con la causa de este fenómeno. Eludiremos de taquito atravesar aquél estado conocido como "pedo místico", como cuando Luis Avellaneda se pregunta qué significa haberse tropezado con una baldosa floja en Avellaneda y San Luis por tercera vez consecutiva después de venir de proveerse de avellanas. Muchas veces simplemente nada tiene que ver con nada y más nos vale renunciar a nuestra ambición de querer explicarlo, conocerlo y controlarlo todo. A veces sencillamente es más saludable sacar de la galera un "qué le vamos a hacer", con una sonrisa que sobrevenga inmediatamente detrás. Por lo menos en este caso, preservará mejor el resto de las funciones psíquicas para que Luis Avellaneda no vuelva a tropezar una cuarta vez distraído en aquellos desvaríos varios y comience a ejercer la eventual mejor eficacia ejecutiva que se merece un ser humano.

La música nos salva...

jueves, 12 de enero de 2017

Memorias

Una persona se acordó de mí.
Me rastreó como se buscan hoy día las personas, por Facebook.
Resulta que durante diez años se había guardado como una fotografía (de ésas en las que uno sale favorecido), una magnitud de detalles que yo ni siquiera imaginaba que alguna vez hubieran acontecido.
Los trajo nuevamente a la existencia con sus palabras.
Y yo seguía inconexa, sin conseguir registrar mi compañerismo.
Sólo un tímido paseo cargado de apuntes, hasta Pellegrini.
Pero aún así surtieron efecto y sin importar por qué, sentí sus memorias como un abrazo mullido de afecto.

lunes, 9 de enero de 2017

Mosquito

Que un mosquito ose posarse sobre una de mis gambas (al ajillo) vaya y pase. Pero que este zancudo se atreva a meterse en mi taza de vino es inadmisible.
Ah, y por si las moscas, también es inaceptable que alguien venga a criticarme por haberme servido el tinto en una taza.
¡Al gran pueblo argentino, salud!


 

Vehemencia

es una palabra que adecuadamente podría calzarme más a menudo
porque me arde no sé si de dentro hacia afuera o viceversa
o ya no importa más que sólo el hecho de que sé que me sienta bien
porque me ilumina las mejillas con el color del fuego
pero de una tonalidad bien distinta a la de la vergüenza
y me gusta porque zozobra, sacude y se atiza en una risa resonante
entusiasmo descubierto que alojaré cuidadosamente en un cuenco 
al amparo de las pródigas alas de Mercurio
 para que nunca jamás se opaque