La música nos salva...
viernes, 20 de enero de 2017
Qué le vamos a hacer
Cuando se produce lo que yo llamo una sucesión de eventos desafortunados que culminan en el desastre, más vale no devanarnos los sesos tratando de encontrar explicaciones metafísicas para dar con la causa de este fenómeno. Eludiremos de taquito atravesar aquél estado conocido como "pedo místico", como cuando Luis Avellaneda se pregunta qué significa haberse tropezado con una baldosa floja en Avellaneda y San Luis por tercera vez consecutiva después de venir de proveerse de avellanas. Muchas veces simplemente nada tiene que ver con nada y más nos vale renunciar a nuestra ambición de querer explicarlo, conocerlo y controlarlo todo. A veces sencillamente es más saludable sacar de la galera un "qué le vamos a hacer", con una sonrisa que sobrevenga inmediatamente detrás. Por lo menos en este caso, preservará mejor el resto de las funciones psíquicas para que Luis Avellaneda no vuelva a tropezar una cuarta vez distraído en aquellos desvaríos varios y comience a ejercer la eventual mejor eficacia ejecutiva que se merece un ser humano.
La música nos salva...
La música nos salva...
Refugios
cortita y al pie,
sólo para locos
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy bueno, me encantó. Gracioso, inteligente, y muy sabio. A mi parecer, claro. Es tal como yo siento que es esto. Me fastidia un poco que las personas analicen todo aferrándose de manera fanática a una regla que lo explique todo. Es como negar una parte de la realidad para de alguna manera conformarse o reconfortarse. Yo prefiero ver que así como existe el orden, existe el caos. Existe la sincronicidad y también la discordancia.
ResponderEliminarHola, visitante anónimo.
EliminarEl texto sólo expone un pensamiento que a veces tengo. No obstante, agradezco que lo consideres sabio, eso quiere decir que lo valorás porque te sirve de alguna forma. Mirá... últimamente creo que muchas cosas son simples (y está bueno que así se mantengan, porque así son de hecho jaja) y nosotros las complicamos. No sé bien por qué, tampoco me interesa ahondar mucho en ello. En ese sentido, últimamente también trato de ser más práctica, resolutiva. Noto que en el argumentar uno es capaz de construir y sostener argumentos totalmente opuestos y hacerlos parecer como válidos al mismo tiempo. Que algo pueda ser pensado y expresado lingüísticamente no quiere decir que sea cierto. Lo complicado no tiene por qué ser lo más favorable. Alguna vez voy a escribir sobre teorías grandilocuentes que aparentan ser sabias, interesantes, profundas, ¡serias! y quitándoles sus adornos no son más que giladas pomposamente formuladas. Desde mi modesto punto de vista, claro... jaja.
Te mando un abrazo. Que andes muy bien.