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lunes, 15 de enero de 2018

Superescatológico... ¡sí!


A razón directa de que la marea de la locura crece,
el remedio que ha buscado la inquietud,
ha sido un chaleco químico enmacoñado y una dotación de trotecaminatas!

Así es como una se desentiende de toda la mierda,
que últimamente se ha venido cargando encima...
por medio de unos cuantos escupitajos de saliva!

¡Discazo!
(desde mi miopísimo punto de vista pero agudísimo oído 😆)

miércoles, 15 de junio de 2016

corro
canto
danzo
medito
escribo
para nada
Y PARA TODO 


lunes, 14 de diciembre de 2015

Born to run

    Correr es de aquellas extrañas cosas que al mismo tiempo me hace sentir mierda y súper bien. Da ocasión de que se me quiera emancipar una tumultuosa congregación de escupitajos, que la totalidad de mi rostro se vaya coloreando rojizo con una intensidad exhaustivamente acalorada, que muchas veces me produzca la sensación de que me estoy ahogando cuando precisamente estoy oxigenando todo el interior de mi cuerpo, hace que crea que a la próxima vuelta ni "fumada" ni aunque al mp3 que suele acompañarme le añada "los grandes hits" de las hinchadas argentinas de fútbol o las afirmaciones positivas del gurú de turno, la voy a poder concretar. Correr hace que me sienta agradecida por haberme animado a salir ese día, que recuerde que es una de las mejores formas de inaugurar el día, hace que me sienta recompensada cuando hallo tramos del parque donde se improvisan corredores de brisas y por haberme dado el lujo de catar diferentes matices del aroma a verde árbol, por cruzarme a los colegas que con sólo acompañarte te impulsan a no rezagar la marcha aunque te enrostren sus remeras colores flúor de cuando llegaron a los 21 km., satisfecha por haber logrado el número de vueltas que me había propuesto de antepierna... en fin, correr hace que recuerde que si vuelvo a olvidar que tengo que empezar a realizar los estiramientos puedo llegar a lamentarlo, por más que sean aburridos y hagan que me vea un tanto ridícula, el ridículo me salvará del aburrimiento, y en última instancia, si el cuerpo pide el ridículo pues el ridículo hay que darle.

lunes, 16 de febrero de 2015

Apostillas de una aspirante a correcaminos conscuente

I
Creo que correr y montar en bicicleta me sientan bien, y sinceramente creo que le lucen de maravillas a cualquiera que emprenda estos arrobamientos en cuerpo y alma... en efecto, he recibido muy buenos halagos mientras entrenaba.

II
Correr en pareja es más excitante, no necesitamos que nos avale ningún estudio difundido por el diario La Capital, de Rosario. Mi tortolito y yo, corriendo por los prados tomados de la mano, hemos comprobado científicamente que el sudor sabe más rico. Además, forma parte del cortejo de las palomas, que predican con el ejemplo, cuando el macho corretea a la hembra en busca de su amor.
 
III
Mi entrenamiento ya es lo suficientemente vasto como para motivarme a perseguir a un colectivo urbano a lo largo de una cuadra, alcanzar a subirme y en lugar de caer rendida sobre el asiento, encaminarme al pomposo saqueo de pagar el boleto.

 

domingo, 11 de mayo de 2014

Nacidos para correr


    Nunca más paradójico como inspirador: cual gato de Schrödinger, su lectura sencillamente, te produce ganas de soltar el libro para salir corriendo. De hecho, lo hizo con alguien que no ensayaba carreras ni siquiera cuando se le escapaba el autobús, y claro que lo daba por perdido.

    El punto de partida es la acuciante pregunta del propio autor Christopher McDougall: "¿por qué me duele el pie?", quien además de corresponsal, es un corredor estadounidense aficionado. En determinados momentos de su investigación, le aplicarán cortisol para las lesiones de su rodilla, le sugerirán "no estás hecho para correr", "tenés que bajar de peso", y le inyectarán más cortisol.

    Desplazados por los hombres blancos (ayer conquistadores y hoy narcotraficantes), forzados a mantener una vida resguardada y de necesidades incolmadas, los rarámuris no dejan de sonreír erguidos y sin tambalearse cuando corren con sus sandalias llamadas huaraches. Tienen un juego de pelota que practican desde pequeños cuyo objetivo no consiste en marcar puntos sino en correr hasta cansarse. La perseverancia de Chris por hallar una solución a sus constantes lesiones, lo conducirá hasta las cuevas de la Sierra Madre de México, donde habitan los rarámuris, que etimológicamente, y en los hechos, son la Gente Que Corre... pasando antes por Caballo Blanco, un compañero entrañable cuya identidad será revelada en el transcurso de la lectura y que se trae entre pies una meta extraordinaria, la cual para decepción de los ansiosos, no delataré en esta publicación. 

    Como una crónica novelada, este relato real es ágil (como pies de maratonista) y está repleta de historias de personas tan interesantes que parecen salidas de una ficción literaria. Recomiendo una (o cuantas quieran) atenta lectura a la aventura de un estudiante, quien pondrá a prueba a su emérito profesor hasta que lo persuadirá de que puede que esté equivocado y los seres humanos en realidad hayan evolucionado, no para caminar sino para correr. ¿Y qué tal si el hecho de correr es capaz de hacernos mejores personas? Ésta es la indagación de Eric, el entrenador de Chris... y sí, también podemos encontrar algunas técnicas, como el consejo de que no permitas que tus pies impacten con demasiada intensidad contra el suelo, porque es impresionante la fuerza de reacción ejercida contra tu cuerpo. Ahora, lo más atractivo es acercarse al movimiento de corredores que revolucionó la tradicional manera de correr: los Corredores Minimalistas. Ni más ni menos, en el libro tenemos a un fiel representante de la gente que corre ¡descalza! o portando un calzado muy liviano que diseñó (inspirado por las huaraches) nuestro Ted en respuesta a la despiadada conducta con que las principales marcas rigen su producción industrial de zapatillas.


    No me canso de halagar a este libro, que no ha dejado de sacarme de mi asombro y de mi ignorancia, como cuando me anotició sobre la existencia de las fabulosas ultramaratones: carreras que constan de ¡un recorrido de 161 km., donde en algún lugar se ha hecho de noche, la Luna puede estar contemplándote y vos... ni bolilla, porque estás corriendo para elevarte a una montaña o sobre otros terrenos dificultosos a temperaturas extremas. Para esto, consulten con el "asoleado" Scott Jurek, que les cuenta en el libro.

    Hablando de una mejor situación de este ultracampeón ultramaratonista, resulta muy interesante saber que sigue una alimentación vegana, esto quiere decir que conserva en buen estado su salud porque no come ningún tipo de carne; de hecho ha publicado un libro titulado Comer y Correr. Me simpatizó haber leído también sobre el apartado que dedica a los monjes budistas, vegetarianos y maratonistas, y lo adecuado, digestivo y saludable que resultaría reemplazar un desayuno habitual por ensaladas completas en nutrientes... al fin y al cabo nuestro autor sí tenía que reducir un poco su peso. Pero es sobre todo gracioso cuando el autor decidido a ofrendarle a su barriga una buena ensalada antes de salir a correr, comienza en su casa una minuciosa recolección de ingredientes a fin de prepararla... ni qué hablar de ese memorable momento en que corriendo por un paisaje natural propio de ensueño y próximo a su casa, comienza a despojarse de sus atuendos hasta que lo invade el recuerdo de su ancianita vecina y por respeto a ella, decide conservar su pantalón. No me olvido tampoco de la pareja de La Brujita Bonita y El Cabeza de Chorlito, no quiero olvidarme de nadie... ¡qué buen libro, carajo! ¡Qué linda gente! ¡Me debía esta entrada! Se reafirma mi admiración hacia estas personas...

    porque puede que como la profesora de Ciencias Ann Trason, con su estatura de 1.50 m., cierto día empieces a correr de camino al lugar de tu trabajo, y otro día decidas que también vas a correr de vuelta a casa, porque "¿qué puede ser más sensual que prestarle una atención exquisita a tu propio cuerpo"?. Entonces, con el tiempo, sumás tantos kilómetros que lográs ese estado zen que describe La Brujita Bonita en alguna parte del libro donde sólo tenés en mente el correr, cuánto lo disfrutás, y puedas decir con Caballo Blanco que sos libre para correr.