domingo, 10 de septiembre de 2017

Estados oníricos


    Una vuelve empujada a la vigilia por la pesadilla que es angustia, que fue en su discurrir onírico grito y paralización coercitiva por venir de un exterior que se impone a la fuerza. Pero no se reacciona sino por la inaudita impresión de que en realidad todo esto viene del interior. La lluvia truena con la intensidad plutoniana con la que una no siempre está preparada para transigir. Que conmueve hasta al que se ha fabricado y declarado una vida aparte de los fenómenos naturales. El entorno zozobra con una energía que también es, por ser inherente, constitutiva de la vida. Alguna florece y cosecha, otra, que se inclina y se resquebraja en sus consideraciones iniciales, vuelve a labrar la tierra para sí misma. Con una confianza consolidada, de que la verdad es tan grávida en sus consecuencias que termina saliendo a relucir, distinguible por su pujante presencia enredada de venas y arterias capaz de cobrarse la certeza de un Yo petulante, con la sangre que lleva por vida. 

Imagen: Maxime Sabourin

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