"Mi historia me es más importante que a cualquier poeta la suya, pues es la mía propia y es la historia de un hombre -no la de un hombre inventado, posible o inexistente en cualquier forma, sino la de un hombre real, único y vivo-. Hoy se sabe menos que nunca lo que es eso, lo que es un hombre realmente vivo, y se lleva a morir bajo el fuego a millares de hombres, cada uno de los cuales es un ensayo único y precioso de la Naturaleza. Si no fuéramos algo más que individuos aislados, si cada uno de nosotros pudiera ser borrado por completo del Mundo por una bala de fusil, no tendría ya sentido alguno relatar historias. Pero cada uno de los hombres no es tan sólo él mismo; es también el punto único, particularísimo, importante siempre y singular, en el que se cruzan los fenómenos del Mundo, sólo una vez de aquel modo y nunca más. Así, la historia de cada hombre es esencial, eterna y divina, y cada hombre, mientras vive en alguna parte y cumple la voluntad de la Naturaleza, es algo maravilloso y digno de toda atención. En cada uno de los hombres se ha hecho forma el espíritu, en cada uno padece la criatura, en cada uno de ellos es crucificado un redentor.
[...] No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos.
La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llegará jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga. Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre".
Herman Hesse, Demian.
[...] No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún, pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. Mi historia no es agradable, no es suave ni armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y ensueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse a sí mismos.
La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo él mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin viscosidades y cáscaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llegará jamás a ser hombre, y sigue siendo rana, ardilla u hormiga. Otro es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto, pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre".
Herman Hesse, Demian.
Donde los interrogantes proliferan y la incertidumbre se instala,
su presencia me inscribe la respuesta.
Como si se sumergiera por dentro, me revela la liviandad de la gravedad,
y nos entrelazamos, haciendo valer la ley universal,
y nos entrelazamos, haciendo valer la ley universal,
mientras vamos descifrando la trampa que suele jugar el lenguaje del pensar.
Hoy se me ocurrió identificar la disposición a la imitación como traición,
pero a la vez establecer
el deseo de llegar a mí a través de Él,
la respuesta que preciso ahora concretada
en la dicha que hallo junto a su dulce constancia.