Ocupa cualquier trono uno que pretende ser rey sin corona. Con su mirada tan altanera como intrusiva a su capricho invade fronteras, pues él no tiene límites. Conquista territorios hasta el hartazgo con su carcajada sorna, aquél que ni siquiera puede dominar los suyos.
Las palabras gorgotean en su boca, las estrangula, fusila y recién luego, dispara mientras se remanga. Detrás de su armadura oculta su desnudez. No te atreverás a refutar su grito, o te reprenderá un rayo cruel.
Como buen noble, gusta de exhibir de sus adquisiciones, más aun si son femeninas y están dispuestas a renunciar a sus cospeles y a su entereza, tal vez tras un tiempo maduren en su boca. Después de todo, roídas o despojadas, quedarán súbditos para completar su mesa y encogerse a sostener su drama, porque cuando él daña y aturde al clamor, el temor inspira el vaho celestial concebido por aplausos en un ritual que nunca llegará a abastecerlo, ya que él siempre será demasiada creación para este mundo.
Como sea, no puede mirar a lo alto, si apenas conoce sus propios pies.
¿Cómo puedes saber quién eres si no te has adentrado en páramos lejanos y desiertos? ¿Cómo puedes saber quién eres si jamás has tratado con la soledad? Entonces, eres miedo que infunde temor.
¿Cómo puedes saber quién eres si no te has adentrado en páramos lejanos y desiertos? ¿Cómo puedes saber quién eres si jamás has tratado con la soledad? Entonces, eres miedo que infunde temor.
Él no hace más que escupir hacia arriba, pues no puede tragar ni un sorbo de su propia saliva... sería insoportable, funesto, podría atragantarse poniendo fin a la realidad que él mismo se fabricó.
Si no le dedico más caracteres es porque ni eso se merece.
Escrito luego de una tensa, abrumadora reunión. Escribo esto para recordarme que mi participación en esa clase de (des)encuentros nunca más deberá llevarse a cabo.
muy bueno! :)
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