lunes, 2 de mayo de 2011

Qué hacer...

   El sábado, durante una tarde de novios, lluvia y tostadas con miel, intentábamos responder al interrogante que a Lenin le tomó toda una obra, bajo el mismo título, Qué hacer. Fue entonces que se nos ocurrió despejarnos de nuestras dudas, enviándole el famoso breviario telefónico que se arroga en llamarse texto a un chico que habíamos conocido dos días atrás en la Biblioteca Argentina después de haberle preguntado con gran inquietud cuál era el libro que se apropiaba y no lograba apartarse de su profunda mirada.
  En el mismo utensilio tecnológico, le preguntábamos al muchacho, quien había resultado ser un  efervescente lector de la Biblia, si quería que nos encontrásemos a tomar algo nosotros dos, junto a su novia quien también lo acompañaba el día del encuentro. Ante la ausencia de respuesta y luego de deliberaciones varias sobre las posibles causas sobre la comunicación inconclusa, indagamos aun más con un marcado y acentuadísimo escepticismo religioso en modo on...
- ¿Será que lo único que toman los cristianos es la comunión o la confirmación...?

domingo, 17 de abril de 2011

Quizás... quizás sea hoy

   Quizás de haber leído a Nietzsche más temprano, hubiese sabido antes de tu nombre. Quizás también si a mis labios no los hubiese anudado la tontera de la timidez, un te quiero deseoso de libertad se hubiese escapado fugitivo de la celda que solía encerrarse en mi boca. Quizás, podamos remontarnos tiempo atrás, y desde el principio, te hubiesen alumbrado los frondosos árboles del Parque Independencia o visto darte algún tropezón al aprender a correr la pedregosa calle Montevideo.
   Tal vez, sólo las circunstancias se hubiesen presentado así, y nosotros jamás hubiéramos encontrado el sabor cálido del sol de otoño.
   Somos nosotros quienes burlamos a las circunstancias y volvemos a arrojar los dados a nuestro placer. Sin importar si habrá un mañana, un pasado o si hubo un anteayer, a los momentos ni siquiera nos los roba el viento, pues los vivimos hasta la luz del ocaso, cuya intensidad no deja tiempo siquiera para apenarnos porque quizás esa armonía se vea difuminada a causa de los desvaríos de nuestra propia naturaleza.
   Algunos pensarán que somos enamorados de la vida, en cambio nosotros quizás sólo seamos cazadores, sin arco ni flecha que no se aferran a la existencia, sino que se apropian de ella a través de sus instantes. Quizás tan sólo porque el abrazo que se necesita es el de hoy, y el que se siente, aquél que me retiene antes de que comience a esperarlo.

miércoles, 6 de abril de 2011

"Hast du ein fester Freund?"

   La cuestión es que no había caso con el semi-famoso Cristian U., que me aburría de manera insigne, y decidí ir a inscribirme a un curso de alemán que termine de impregnar lo que el tiempo y quizás también, el exceso de inglés fueron impermeabilizando desde que me gradué de la escuela secundaria en 2006.
   Ayer, como preludio a la primera clase, y gesto de confianza, el profesor dio espacio para la presentación personal que suele motivarse (en cursos reducidos, sobre todo) seguramente con el fin de que dejemos fuera a la timidez, que no es necesaria para enfrentarse al desafío del conocimiento. Fue entonces que ante la uniformidad de los relatos, el profesor quiso darle un tono de mayor familiaridad al asunto y comenzó a indagar: "Hast du ein fester Freund?", con la variante del femenino feste Freundin para la minoría de los chicos presentes. Cabe añadir aquí que la traducción literal de la palabra alemana Fest al español significa fiesta. Entonces, por deducción, fester sería lo que en español conocemos como fiestero, siendo clara la referencia a si uno tiene un novio o novia fiestero. La asociación fue inevitable, tanto como la risa desatada al darle la razón a nuestro sano y pícaro juicio. Después de todo, doce años de alemán durante la etapa escolar no podían refutarlo.
   Sin embargo, resultó ser todo un chasco, cuando la combinación fester Freund (masculino) / feste Freundin (femenino) no se remite a otra cosa que un novio fijo o novia fija, es decir estable sin pretensiones de adentrarnos más en el estado de ánimo de esa persona.

domingo, 3 de abril de 2011

Libertad, igualdad y fraternidad

  Conocida es ya esta tríada, desde el embrión de la Revolución francesa (1789), como los pilares sobre los cuales se fundamenta la democracia luego del reinado del despotismo ilustrado cuando el poder del monarca no se sujetaba a ninguna limitación a excepción de la ley divina, cuya autoridad estaba encarnada en la Tierra en el propio rey. Si bien se han expandido mediante su repetición hasta el hartazgo por parte de políticos de diferentes banderas, y también desde la escuela primaria nos han sido inculcados durante las clases de Historia, esconden una evidente contradicción en su conjunción, cuyo trasfondo intentaré aclarar en este artículo, ante las constantes pretensiones de reciclarlos.
   En primer lugar, busquemos una definición extensiva de la libertad (siempre en términos humanos, claro). Podría decirse que se trata de la facultad que tiene el ser humano de obrar o no, según su propia voluntad. En este sentido, se han reconocido las libertades de comercio, luego la política y más tarde a lo largo de los años y sucesivas guerras, se extendió a la libertad religiosa, de prensa, etc.
   Ahora bien, teniendo en claro que la libertad consiste, en otras palabras en hacer lo que cada uno considera, ¿cómo puede entonces estar ligada la libertad a la igualdad? Puesto que teniendo en cuenta que todos los ciudadanos somos libres de actuar a nuestro antojo, entraríamos en violación con el concepto de la igualdad, que implicaría imponernos un cierto límite en la toma de nuestras decisiones, para no quebrarla. Sin embargo, entonces, ¿podríamos seguir hablando de libertad? Esa limitación no estaría establecida por la propia persona, sino por algo superior, como lo es la ley que nos rige a todos, queramos o no, y además, dios para algunas personas religiosas. Pero si pensamos que las leyes pueden modificarse, entonces ese límite estaría finalmente establecido según las autoridades. Esto sí que es peligroso, pues tácitamente significa que hemos encomendado nuestra libertad a otras personas. Por otro lado,  retomando el concepto de igualdad, ¿en función de que se determina que una persona es igual o diferente a otra?
   Por último, nos queda el concepto más abstracto de todos, y por ello es el que entraña el mayor riesgo. Cuando hablamos sobre la fraternidad, es referida siempre en torno a un vínculo social en particular, ya que su aplicación estricta conlleva a la dicotomía entre amigos y enemigos.
   Ahora bien, concentrándonos en la historia, encontraremos a la burguesía como dominante del mercado hacia el siglo XVIII, cuya libertad de comercio estaba afianzada  -aun más, con la Revolución industrial en sus albores- desde que comenzaron a expandirse las relaciones mercantiles durante la decadencia del feudalismo. En ese contexto,  puede aseverarse que la autoridad de la realeza representaba un completo estorbo para el desenvolvimiento de una clase burguesa, que poseedora del poder económico, además no iba a aceptar ser marginada del poder político fáctico. Inexorable era entonces que emergieran las llamadas revoluciones burguesas, cuya mayor exponente fue la Revolución francesa. Por supuesto, no podemos permitir apartar a la Revolución de mayo argentina (y por supuesto, las demás latinoamericanas), pues fue heredera directa de la revolución de Francia. Al tiempo que naciones como Reino Unido, Francia y los Países Bajos abrumaban con su desarrollo apoyado en las industrias agrícola, tecnológica y textil, España se arrodillaba ante sus acreedores debido al despilfarro de sus nobles y las locuras religiosas, que se proyectaban en guerras y catedrales ostentosísimas. Sin embargo, esto no era suficiente, ya no sólo la mayor parte del comercio tenía lugar dentro del contrabando, sino que a las colonias americanas les estaba vedado por la Metrópoli comerciar entre ellas. Las ideas liberales propugnadas por la "ilustración" francesa no tardaron en desembarcar al continente americano, de hecho Estados Unidos declaró su Independencia del Reino Unido en 1776. Aunque en el hemisferio sur, el desarrollo de los hechos tuvo otra fundamentación. Nunca fue ignoto el interés de la rubia Albión por el Virreinato del Río de la Plata, incluso fue puesto de manifiesto por el gobernador de las Bermudas John Pullent, quien a través de una carta al ministro Robert Haley, conde de Oxford le confesaba su apetito: "el río de la Plata es el mejor lugar del mundo para formar una colonia inglesa". Sucedía que el Reino Unido transitaba el pleno auge industrial y por ello, demandaba gran cantidad de materias primas, que sin dudas los intereses de hacendados y porteños (de los puertos) de Buenos Aires le proporcionarían, condenando así a las mal denominadas provincias del interior. Por otro lado, la sobreproducción inglesa comenzaba a superar al consumo, lo cual orientó su necesidad de encontrar nuevos mercados donde colocar los excedentes mediante el establecimiento de nuevas rutas comerciales estratégicas. De allí vemos que se forja la política favorable a la supuesta emancipación americana, cuando en realidad no fue sino un traspaso de dueños de manos hispánicas a británicas, sin olvidar el costo político que tuvo para la Corona española la respuesta de la población a la llegada de las tropas inglesas en el aun dudoso capítulo (según mi opinión) conocido como las invasiones inglesas, en cuyo eje creo que fueron dadas las directrices a seguir para el futuro establecimiento del gobierno patrio.
A la izquierda, el rey inglés Jorge VI cuando era duque de York; a su derecha, el general argentino José de San Martín.
Creo que no es necesario señalar la marcada semejanza de ambos uniformes ni dar detalle sobre la originalidad de la vestimenta de los granaderos argentinos.

   En este sentido, los términos susodichos no se entienden más allá de su vinculación con la clase, y así como queda expuesta la imposibilidad de ampliarse a todo el espectro ciudadano, se diluye su aparente contradicción sabiendo que la libertad bregada que desembocó desde Francia al río de la Plata resultó ser la libertad de comercio; en situación de igualdad se estarían posicionando entonces los burgueses, quienes tenían impedido llevar a cabo sus actividades mercantiles libremente; por último, la fraternidad los caracterizó desde un principio, pues de otro modo no se habrían erigido como los continuadores de esta ola llamada capitalismo.
   Antes de terminar, quisiera compartir un extracto tan abrumador como sugestivo que incluyó Eduardo Galeano en su último libro Espejos, el cual nos da muestra de la calidad de personas que pueden ocultarse detrás de dichos conceptos: “[...] Gracias a Locke, sabemos que Dios otorgó al mundo a sus legítimos propietarios, los hombres industriosos y racionales, y fue Locke quien dio fundamento a la libertad humana en todas sus variantes: la libertad de empresa, la libertad de comercio, la libertad de competencia, la libertad de contratación. Y la libertad de inversión. Mientras escribía su «Ensayo sobre el entendimiento humano», el filósofo contribuyó al entendimiento humano invirtiendo sus ahorros en la compra de un paquete de acciones de la Royal Africa Company. Esta empresa, que pertenecía a la corona británica y a los hombres industriosos y racionales, se ocupaba de atrapar esclavos en África para venderlos en América. Según la Royal Africa Company, sus esfuerzos aseguraban un constante y suficiente suministro de negros a precios moderados.

Fuentes.
Galeano, Eduardo, Espejos, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2008.
Id., Las venas abiertas de América Latina, Buenos Aires, id., 1989.
Roberts, Carlos, Las invasiones inglesas, Buenos Aires, Editorial Emecé, 2000.

miércoles, 30 de marzo de 2011

La vida en par

     No bastaba meditarlo seriamente: ellos tenían todas las razones para no estar juntos. Sin embargo, se tenían el uno al otro... Y cuando él se apoya sobre su regazo, descansando mientras con su mano, ella le sostiene su cabeza, también saben que todo marcha bien.
A pesar del bufido urbano que les anuncia su adiós durante la semana, su saludo es optimista y consciente de que apenas los separa un colectivo de distancia.
No importa si cuando él posa su brazo alrededor de su cuello, más tarde ella tendrá que volver a peinarse. Ellos acarician los detalles como meticulosos fotógrafos, como la mariposa insignificante, que por no poder pasar de apenas un día no deja de ser colorida ni de buscar su mejor flor.
     Hay amor para su mesa, aunque no siempre sobren las monedas para mensajes al otro lado del teléfono, degustan mejor que gourmet de los aromas y sabores que ofrecen los labios. Acaudalados son, además en recuerdos y muy bien conocidos por haber prolongado unas cuantas horas del fin de semana... tanto que los abrazos de sus pies se abarcaron hasta la sombra.
    Nietzsche ya lo había escrito. Aunque ambos se desconocían el color de sus ojos, y guardaban la suavidad que se escondía entre sus dedos, ellos ya se pertenecían como el cacao al chocolate, a pesar de la inmensidad de la facultad que en ninguno de sus rincones los pudo encontrar... precisamente fue ese libro, cuya trama los unió y citó durante un solsticio de otoño, hace dos años. Él pensó en compañeros que escribieran sin circunloquios una nueva tabla de valores desde la Tierra, ellos que juntos cosecharon amistad y hoy celebran amor.