sábado, 14 de abril de 2012

"Acaricien los detalles"

    Detalles son “todas aquellas individualizaciones que destruyan la generalidad de lo observado, vivido y oído. Los detalles pueden ser objetos, colores, sonidos, gestos, formas, movimientos. Los detalles pueden ser también lo opuesto: la ausencia de objetos, colores, sonidos, gestos, formas, movimientos”.
    De esa manera, el escritor construye su propia realidad. En esa construcción, el valor de los detalles es una herramienta privilegiada, un valor en sí mismo que permite destacar lo pintoresco o lo relevante.
    El detalle es un valor. La ausencia de detalles vuelve intrascendente cualquier representación. Se habla por lo general sobre detalles. Sólo se recuerdan los detalles. Si el recuerdo de un día produce nostalgia es por el valor de sus detalles.
    La belleza es una suma de detalles.
    Una escena sin detalles es tiempo que pasa.

 
Querer Escribir, Poder Escribir
Javier Chiabrando

lunes, 9 de abril de 2012

Ágætis byrjun

    ¡Qué dicha la de poder concretar en acciones aquello que a uno le inspira! Y comprender, estudiar lo que ha sabido cautivar a mi pensamiento durante tantos años. Qué inmensa amenidad cuando se percibe que aún dentro de un salón lo bastante poblado uno puede hallar su lugar. Qué grato fue descubrir al llegar que el aula anidaba a un lector de 1984, concentrado a pesar del yeso alrededor de uno de sus brazos. Y fabricar un refugio recorriendo tus añejos pasillos. ¡Qué placer que en nuestro primer encuentro me hayas propuesto comenzar con Filosofía, facultad! ¡Qué ansias de textos! 
    Esta decisión cuyo llamado no podía seguir ignorando, hoy comienza a materializarse en carrera y a formar una gran parte comprensiva de mí. Por eso, a través de una lengua cuyas palabras recibo tan cargadas de profundidad y vitalidad que adquieren un significado más sensible para mí, quiero desearme un ágætis byrjun, que en islandés quiere decir “un buen comienzo”.

domingo, 8 de abril de 2012

Le Fabuleux Destin d'Amèlie Poulain

 Jean-Pierre Jeunet
2001

     Desde que la vi por primera vez, hace unos años, hasta hace un par de días que repetí su compañía, no he conocido hasta ahora obra del cine en la cual me haya encontrado a mí misma, ni película que alcance a equiparar mi encanto por ésta. Y me atrevo a asegurar que siempre será mi preferida. La belleza de la banda sonora compuesta por el genial Yann Tiersen, su fotografía, sus personajes (en particular, Amèlie y Raymond), la focalización en las miradas como en los pequeños gestos me han hecho amar a esta película como en aquella primera ocasión, sinceramente no ha habido otra que haya conseguido arrancarme  lágrimas de emoción inmensurables.
     Se puede decir de Amèlie que es una chica fuera de lo común, una chica soliaria, una soñadora quien ha desarrollado su imaginación desde muy pequeña, una chica sensible que otorga especial atención y cuidado a los detalles, ella puede encontrar en una diminuta cajita de madera fragmentos de la infancia de una persona, porque es capaz de vislumbrar que las cosas simples, los pequeños placeres cotidianos son aquellos que nos caracterizan y le imprimen una huella a nuestra personalidad, nos distinguen de entre la multitud, nos hacen ser quienes somos.
     Amèlie también es una chica cuyos temores a ser lastimada contribuyeron a resguardarla en su timidez como me sucedió a mí cuando erigí mi propio muro para encerrarme en él, pero al mismo tiempo su sinceridad es lo bastante genuina para llevarla a crear sencillos gestos que derramen felicidad hacia su entorno, aunque sin interferir directamente en la vida de las personas. Y de eso se trata el amor, del acto de dar. Erich Fromm escribió en El Arte de Amar que “amar es fundamentalmente dar, no recibir. Sin embargo, la esfera más importante del dar no es la de las cosas materiales, sino el dominio de lo específicamente humano. ¿Qué le da una persona a otra? Da de sí misma, de lo más precioso que tiene, de su propia vida. Ello no significa que sacrifica su vida por la otra, sino que da lo que está vivo en él -da de su alegría, de su interés, de su comprensión, de su conocimiento, de su humor, de su tristeza-, de todas las expresiones y manifestaciones de lo que está vivo en él. Al dar así de su vida, enriquece a la otra persona, realza el sentimiento de vida de la otra al exaltar el suyo propio. No da con el fin de recibir; dar de por sí es una dicha exquisita. Pero al dar, no puede dejar de llevar a la vida algo en la otra persona, y eso que nace a la vida se refleja a su vez sobre ella; cuando da verdaderamente, no puede dejar de recibir lo que se le da a cambio. Dar implica hacer de la otra persona un dador, y ambas comparten la alegría de lo que han creado. Algo nace en el acto de dar, y las dos personas involucradas se sienten agradecidas de la vida que nace para ambas”. 
    Por eso, Amèlie tendrá que aprender a ser parte de estas historias que su mente esboza como protagonista, tendrá que hacer a un lado su timidez si quiere dejarse amar porque como en un juego hay que devolver el pase, en la vida construir una realción implica comprometernos en su reciprocidad, desenvolvernos en el sincrónico acto de dar y recibir tanto que confundamos estos polos hasta fundirlos en uno solo imposible de ser identificado; así lo supo El Principito cuando se hizo responsable para siempre de su rosa. Si Amèlie quiere permitir que otras personas penetren en su mundo, tendrá entonces que armarse de coraje y aceptar que para abrirse a sentir algo tan intenso como el amor, tenemos que arriesgarnos al dolor, a la decepción, porque después de todo vale la pena, ella no tiene los huesos de cristal, y sobre todo, ella puede identificar el valor de las personas a partir de sus detalles... además, como supo reconocer el adorable Raymond, “la suerte es como el Tour de Francia, lo esperamos durante mucho tiempo, pero pasa rápido. Cuando el momento llega, hay que saltar la barrera sin vacilar”.

miércoles, 4 de abril de 2012

El Hobbit


  
    ¡Vaya sorpresa la que se llevó Bilbo Bolsón al enterarse de que había sido incluido en una aventura para la cual nunca hubiera pensado en pedir un lugar!
    Nos adentramos en el plan del viaje por medio de un narrador tan decidido a asumir una actitud cómplice con los lectores que no se olvida nunca de nosotros a lo largo del relato, el cual se desata de manera insólita durante una supuesta tarde de té que involucraría apenas a Bilbo y al famoso (entre esas tierras) mago Gandalf. Es así que Tolkien, nos traza la ruta de un destino, que oscila entre la sonrisa (o verdaderas risas) y el espanto de criaturas o lugares tétricos, cuyo punto para la partida se acuerda en la apacible morada Bolsón, y tiene como parada una montaña que supo ser hogar de enanos hasta haber sido atacada y desalojada por un tenebroso dragón.

    Pero lo que Bilbo no alcanza a sospechar, entre todos los cabos sueltos que tiene que sujetar durante el viaje, es que el asombroso hallazgo que realiza en esos días, y más aún su silencio acerca del mismo no sólo dará un giro inesperado para él, sino para el porvenir de toda la Tierra Media.
    No me alcanzarán las palabras para agradecerle a Tolkien por su imaginación, por lo bendecida que he sido por su escritura cuya magnificencia no sólo fue hábil para narrar inconcebibles aventuras en mundos maravillosos, sino que además ha enmarcado en este libro una bella historia de amistad entre seres diferentes en orígenes y rumbos que se hizo posible merced a la superación de los prejuicios, que fueron menguando a medida que pudieron conocerse mejor, así como también a través de la trasmutación del valor del oro y de las riquezas materiales, porque como dijo Torin “si muchos de nosotros dieran más valor a la comida, la alegría y las canciones que al oro atesorado, este sería un mundo más feliz”.


P.D.: Si alguien sabe a quién pertenece esta imagen y puede anoticiarme de ello, lo agradeceré, para especificarlo aquí ;)

martes, 3 de abril de 2012

Coming back to writing... coming back to life

Nota de la autora: este escrito servirá a modo de recordatorio para mí, para que mi oscuridad no se atreva a superar a mi luz, y de una cierta explicación, la cual pienso que les debo a mis lectores.

     Confieso que si eliminé algunas entradas (muchas de ellas vinculadas a temas de política) no fue porque pretendo esconder parte de lo que escribí alguna vez o que quiera fingir que en aquellos textos no fue reflejada mi personalidad en cierta medida. Más bien lo que estoy intentando hacer desde fines del año pasado es deshacerme de aquellos rasgos negativos que durante los últimos años me componían, pero si estoy haciendo esto no es porque tenga un ideal establecido (bien saben algunos cómo detesto las idealizaciones), sino porque me di cuenta de que con prejuicios y quejas sólo me estaba autodestruyendo a mí misma. Y aún más, sentía que de mi parte, últimamente no estaba irradiando mi individualidad como siempre me propuse hacer y cada vez más a menudo me estaba limitando a trasladar recortes de papel de diario al blog. Me estaba limitando, casi me había convertido en una réplica de diario, en lugar de aportar y compartir mis inquietudes, mis formas de ver el mundo, mi propia creación, y lo peor de todo, me estaba limitando en forma de queja. El tiempo y el desgaste anímico me mostraron que el camino de la queja es un espejismo que como forma de desquite sólo conduce al deterioro emocional y mental, impidiendo de esa manera vislumbrar bien en claro la búsqueda de soluciones factibles y la acción al respecto, y al mismo tiempo rebosándonos de odios. Y he gastado el camino de la queja, alternando por el de los prejuicios, prejuicios que me estaban tornando en una persona bastante contraria a mis inquietudes cuando desde mi curiosidad siempre había intentado conocer cuanto estuviera a mi alcance o me fuera posible para lograr abrir mi mente cada vez un poco más y así aprender cuanto más pudiera de mis experiencias, prejuicios que habían hecho de mí en una persona ignorante, porque existen dos clases de ignorancia, la que estanca por su conformismo, y otra, que conciente de su existencia impulsa a querer aprender más, pero yo me había convertido en una persona satisfecha, es decir sin ansias de conocer. Por eso, pude darme cuenta de lo equivocada que estuve durante tanto tiempo, de lo agradecida que estoy a la persona que más me acompañó a lo largo de mis momentos más terriblemente tediosos y quien supo descubrirme mi verdadera esencia, aquella luz que aunque difusa luchaba por crecer y tenderme la mano desde mi interior.


    Tengo que reconocer que el dolor es el estadio del cual más he aprendido, puesto que el dolor es el indicador de que algo en nosotros no funciona bien, y por ende, es necesidad de corregirlo. Muchos de los múltiples fragmentos que integraban mi alma no lograban amoldarse, como si estuviera equivocando el modo de armar el rompecabezas de mi vida. La mínima posibilidad de poder llegar a perder a mi primer amor y al gran amor de mi vida a causa de mis propios errores fue lo que me hizo replantear este desequilibrio en mi forma de ser, esta imposibilidad de poder encontrar felicidad (ni siquiera esa que anida en los pequeños momentos), ese desengaño y frustración que me provocaba la certeza de que otra vez había vuelto a elegir una carrera universitaria donde no podía encontrarme entre tantos preceptos ni a la cual podría aportarle mi singularidad y que me llevó a recluirme en mi propio muro. Fue el dolor el que me permitió ver con mayor claridad que ya no estaba disfrutando de lo que hacía, y si el hacer se supone como la mayor expresión de nosotros mismos, fue el sucumbir, el desgano, no saber a dónde ir, lo que me proporcionó las herramientas para recuperarme y encontrar al fin esa armonía que tanto necesitaba. De modo que lejos de eludirlo, valoro al dolor como el gran motivador de mi cambio porque también fue el dolor el que me dijo que en vano era arrepentirme porque nada podía modificar deseando teletransportaciones al pasado, cuando lo mejor que podía hacer era conseguir apreciar en los errores una nueva forma de aprendizaje, como aquella que solía encontrar en los libros.



    Y hoy, aunque no me cierro a ningún cambio que me pueda resultar favorable en otro momento de mi vida, puedo volver a mirar hacia mi interior y seguir conociéndome, aceptándome tal cual soy y al mismo tiempo aprendiendo a querer más a mi vida. Hoy puedo encontrarme nuevamente en mis momentos de soledad y también cuando comparto mis ratos con Él y como seguramente me encontraré cuando mi camino me cruce con el de personas con quienes poder corresponderme e integrar a mi entorno. Hoy me dejo llevar otra vez por los placeres de la lectura y de la escritura, porque hoy quiero dejar de esconderme, porque la lectura es una manera de conocer el mundo y la escritura, una manera de conocerme. Hoy tengo la seguridad de que quiero volver a asistir a clases. Hoy rebrota en mí el interés por la música, de continuar conociendo canciones que acompañen mis emociones, y aprender a tocar esas preciosas melodías de piano que tuve oportunidad de escuchar, y quizás algún día, llegar a dejar grabadas mis propias notas. Hoy me reconozco ignorante y preparada para asombrarme ante la infinitud de placeres de mi agrado que me quedan por conocer. Hoy mis ojos contemplan a través de los sentimientos agradables producidos por esos pequeños detalles que atrapan mis días, la armonía de la que se ha apoderado mi alma. Es por ello que el blog se ha hecho parte de esos cambios, y he invertido no sólo su estética, sino también su orientación. Porque hoy quiero crear.