sábado, 24 de diciembre de 2011

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj

   “Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en la vitrina de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.



Fragmento: Manual de instrucciones, Historias de cronopios y de famas, Julio Cortázar
Nota: destacé ciertas frases en negrita porque guardan pensamientos que reflejan mi punto de vista;
si alguna de las frases, además aparece en cursiva es porque se trata de Julio, y mejor no lo pudo haber escrito.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Instantes

    Nosotros sabemos que la distancia incrementa el deseo. Hacía apenas dos días (una eternidad) que no te veía, y ya quería pasearme a través de tu piel. Para colmo, el comienzo del verano nos ajusticiaba con su calor, y nosotros haríamos un pacto de calor en nuestros cuerpos, pero tenía que ser de noche, pues cuando el verano encuentra su pesadumbre, yo hallo mi luminosidad en la penumbra.
    Entonces, recibimos (porque aunque me hablaban a mí, nos estaban citando a los dos) aquella llamada telefónica, y la distancia se disolvió de repente imperceptible, como el azúcar en el café amargo de la mañana temprana, como el viaje en colectivo que se hace repentino cuando se funde con la compañía de la música, como las obligaciones que se esfuman ante la concreción del encuentro tan alegremente insospechado.
    Tácitamente nos dijimos que no necesitábamos más luces que las de nuestros ojos. Sin embargo, la ventana no podía estar cerrada, pues habíamos esperado esa noche durante toda la semana. Mientras nos acomodábamos en el sillón, la oscuridad se apoderaba de la habitación, consintiendo sólo a la brisa que precede al vendaval a soplar en nuestros cuellos. El viento diseminaba el anuncio de la lluvia a lo largo de la sala de estar, su aroma fabricaba el ambiente. El cielo pálido comenzó a teñirse de un color gris, las pinceladas de acuarela eran de parte de las nubes cargadas de gotas, pues habíamos esperado esa lluvia durante toda la semana, y no por apagarse las estrellas el cielo deja de evocar su gracia. La belleza esta vez comenzó a caer en forma oblicua. La belleza caía o en realidad estaba elevándose. El perro se había tendido junto al sillón, haciéndonos compañía elaboraba también el ambiente. Se había establecido tal conexión, que no podía ser interrumpida; la dulzura del agua nos llamaba a llover con ella, sintiendo su humedad penetrándonos hasta los huesos retornábamos al cielo y luego a la tierra, y después de estacionarnos en el pasto del jardín éramos impulsados de nuevo por el vendaval que nos cavaba el cuerpo. No obstante jamás dejamos de sonreír ni de sentir ese cosquilleo que delata a la felicidad puesto que sabíamos que ese era su gesto, estábamos recuperando la fuerza natural (aunque durara apenas un momento), y era tan placentero... estábamos integrados, éramos tan humanos.
    Tantos besos no podían caber en una canción. Si antes, en Rosario había deseado estar como lo estaba ahora sentada en tu regazo, en este momento lo único que deseaba era disfrutar de ese instante, desarmarme en armonía con el trueno y rearmarme en ese ratito perfecto de silencio, de pausa calma que otorga el refucilo tan cómodo como utópico de ciudad, extraviarnos por un momento del alboroto de la urbanidad y detenernos en ese instante con la inmortalidad del abrazo que ama. Sin necesidad de palabras y con el chaparrón murmurando en la ventana, nos dirigimos a la habitación para eternizarlo.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Hombre Mirando al Sudeste

Hombre Mirando al Sudeste
Eliseo Subiela
1986
"Yo no quiero que me curen, yo quiero que me entiendan"

   ¿Quién es un loco? ¿Aquél que no encaja porque se diferencia de la mayoría? ¿Qué lo hace diferente? ¿El que viene a sacar de las casillas a los cuerdos”? ¿O acaso no será aquél que trae un mensaje que no siempre estamos dispuestos a escuchar?
   Mis prejuicios con respecto al escaso goce que había podido encontrar en las películas del cine argentino, ya fuera por sus tramas o sus interpretaciones, me llevaron a evitar su conocimiento y luego a desestimarlo. Pues bien, esta película ha logrado reinvertir la impresión originada por las películas mayormente comerciales, puesto que me ha calado en el alma de un modo que no bastarán las tres veces que la he visto, estoy segura que es una película a la cual volveré durante mi vida.
   Hombre Mirando al Sudeste pone en discusión muchas de las cuestiones que damos por sentadas, y en las cuales llegamos a basar nuestra existencia, incluso se atreve a indagar en los interrogantes que tanto me apasionan, los filosóficos: qué consideramos por realidad, la estrecha línea que discierne la normalidad de la anormalidad, la equiparación de la diferencia como locura entrelazada al tratamiento (a veces tan despectivo como humillante) que le brindan los médicos a los pacientes y la inmediata identificación que suele hacerse de ésta con el mal, y por ende la perentoria necesidad de extirparlo aislando en hospitales que se erigen como prisiones a quienes presentan los síntomas, privándolos así de todo afecto porque no se los quiere cerca... claro, no vayan a contagiarnos, como si los locosestuviesen equivocados de antemano y el resto se creyese lo suficientemente sabio o racional, ya que el sistema no se conforta sólo con inculcarnos cómo debemos pensar, actuar, consumir sino que también imparte lecciones acerca de cómo debemos sentir, qué es lo que debemos desear o sentir como felicidad... ¡sí, la felicidad! donde ya no se consigue apreciar el sentido de una brisa que trae el aroma de una flor o de la lluvia, donde el hombre se desentiende de sus semejantes por obtener su ambicionado éxito individual hasta ofrecerles no más que la indiferencia, donde se suelta y se desampara al alma hasta escabullirse de ella, donde se nos ciega por completo en la falsa búsqueda de lo material y aparente.
   Me sentí muy identificada en cuanto a la percepción de que si uno no adopta los valores establecidos o no se ajusta a las creencias o ideas que sostiene la mayoría se puede ser desaprobado hasta el punto de llegar al desprecio y la posterior marginación que tanto duele entre seres en apariencia humanos. ¿Si pudieran conseguir más cárceles a cuántos nos encerrarían? Pero no, no va a embargarme más la culpa por ser, nunca más aunque se me reconozca como diferente entre una gran camada de iguales, no soy culpable por desobedecer la premisa de este siglo, de que aquí se construyan muros, en lugar de puentes, de la grandeza material como única felicidad posible y alcanzable, de que la mirada que predomina apenas pueda ser capaz de ver un amor fundado en la atracción física... ¡eso no es amor, eso es pornografía! Al revés, si estar loca es sinónimo de ser curiosa ante la vida, de no detenerme jamás en explorar a las sensaciones que me puede brindar un día ni una persona, de ver con el corazón como lo hacía Saint Exúpery, encontrando la felicidad en las cosas más simples y en los momentos más pequeños, los gestos gratos que nunca olvidaré, aquellos por los que realmente vale la pena vivir, de enamorarme y también amar, y de rechazar como esenciales a los objetos de consumo, entonces yo también soy una loca, una loca soñadora que se conmovió con la escena de la Novena Sinfonía de Beethoven porque le pareció magnífica.
   ¿En qué lugar estará el alma? A veces pienso que el alma debe hallarse en un lugar muy profundo, donde muchos no consiguen escarbar. Tal vez Rantés realmente provenía de otro planeta o tan sólo se haya refugiado en el hospital porque descubrió que el verdadero manicomio se encuentra fuera, en la civilización.



Sobre la música: “Es sólo una sucesión de vibraciones pero a los hombres parece hacerle mucho bien. ¿Dónde cree que está la magia? ¿En el aparato, en el que escribió esto, en mí, en ellos que se emocionan cuando la oyen? No puedo darme cuenta de lo que sienten... Sí puedo darme cuenta, pero no puedo sentir lo mismo, ¿entiende?”


Ustedes están en la prehistoria de los hologramas... una especie de fotografía obtenida a través de un rayo láser. Nosotros hemos logrado que esas imágenes se corporicen en el espacio a través de lo que sería un gran proyector programado por una computadora muy compleja que incluye todos los datos vitales para que esa imagen tenga vida. En realidad, yo puedo prescindir de sus ojos, usted puede cerrarlos y yo sigo existiendo. Respiro, puede tocarme, puedo tocarlo, somos replicas humanas perfectas, salvo por una cosa, no podemos sentir”.
(Esta frase me llamó poderosamente la atención porque recientemente me llevó a buscar en el libro El Kybalion, de Hermes o Imhotep [quien fue considerado un sabio en Egipto cuyas enseñanzas se han diseminado en diferentes culturas bajo estricta reserva dada su importancia, y de las cuales deriva el atributo de hermético como algo secreto, que no puede difundirse al oído no preparado para escucharlas] aquella idea que antes él mismo había postulado, y la cual revalorizaron más tarde los físicos cuánticos Max Planck y David Bohm acerca de que los fenómenos y las apariencias sensibles a nosotros, la realidad como la conocemos, el universo que vemos no es material como se nos presenta; por el contrario sería una imagen creada por la mente que no se encuentra dentro de cada ser sino que es infinita, universal y viviente, y luego proyectada por la mente interna situada dentro de cada uno de nosotros como realidad en base a la cual creamos luego nuestros pensamientos. Dado que El TODO es mente; el universo es mental según Hermes, y es el lugar donde vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser, entonces quiere decir que así como el universo no resulta independiente de la mente de los observadores que lo apreciamos como tal, el todo vendría a ser uno, siendo los habitantes de la Tierra también uno porque también somos observados y es de ese TODO que es mente, que nuestra propia mente, la de cada ser recibe la proyección mediante la cual percibir todos los humanos percibimos el universo del mismo modo físicamente. Si bien mis conocimientos sobre el tema no son profundos, ya que sólo he estudiado la física básica de la escuela secundaria, me pongo a pensar en lo que ocurriría de profundizar (si es que ya no se profundizaron) estos saberes porque ¡cuántas estructuras de este mundo se derrumbarían de difundirse estas ideas! ¡tal vez se reformularía hasta la misma base entera de la visión materialista del mundo porque significaría que es una ilusión del pensamiento creer que existen seres y cosas separadas como individuales, y al mismo tiempo un condicionamiento que nos lleva a concebir al universo y por ende a nuestras vidas como limitadas cuando en realidad no lo son! Si sólo podemos ver una realidad, o parte de ella perceptibles sólo en sus efectos no así en su naturaleza, queda abierta la pregunta sobre cómo podríamos acrecentar nuestra capacidad de percepción para conocer mejor el mundo y a nosotros mismos. Me queda inconclusa también otra cuestión: si lo que nos permite sentir es el alma que se encuentra en cada uno de los seres, y Rantés no podía sentir como lo aseguraba, él sólo había proyectado su imagen en el espacio para que tenga vida, ¿acaso él no habrá sido espíritu, no habrá representado a la mente universal que vino a advertirnos cómo estaba siendo tergiversada por el comportamiento egoísta del hombre, cuando el todo dejó de ser uno, no habrá sido él una parte del TODO incognoscible que en nada se asemeja a los dioses religiosos puesto que carece de personalidad y por ende de cualquier sentimiento, como amor, odio, necesidad de ser alabado, etc.? De cualquier modo, creo que definir es limitar, y mi escepticismo no me permite cerrar ninguna puerta).  


-Usted está totalmente chiflado pero debo reconocer que es un chiflado muy especial, me preocupa Rantés. De verdad me preocupa.
-Y yo le agradezco que se preocupe por mí. No creo que sea habitual que alguien se preocupe por otra persona en este lugar.
-¿En este hospital? 
-En este planeta.


“La naturaleza sólo permite un desarrollo muy lento, favorece más facilmente un cambio de especie que un cambio de conciencia. Yo soy más racional que ustedes, respondo racionalmente a los estímulos. Si alguien sufre, lo consuelo, alguien me pide ayuda, se la doy. ¿Por qué entonces usted cree que estoy loco? Si alguien me mira, lo miro, alguien me habla, lo escucho. Ustedes se han ido volviendo locos de a poco por no reconocer esos estímulos, simplemente por haber ido ignorándolos... alguien se muere y ustedes lo dejan morir, alguien pide ayuda y ustedes miran para otro lado, alguien tiene hambre y ustedes dilapidan lo que tienen, alguien se muere de tristeza y ustedes lo encierran para no verlo, alguien que sistemáticamente adopta esas conductas, que camina entre las víctimas como si no estuvieran, podrá vestirse bien, podrá pagar sus impuestos, ir a misa, pero no me va a negar que está enfermo. Su realidad es espantosa, doctor. ¿Por qué no dejan de una buena vez la hipocresía y buscan de una buena vez la locura de este lado? Y se dejan de perseguir a los tristes, a los pobres de espíritu, a los que no compran porque no quieren o porque no pueden, toda esa mierda que usted me vendería de muy buena gana... si pudiera, ¡claro!”.


-Quiero investigar.
-¿Qué quiere investigar
-El cerebro del hombre.
-¿Su cerebro? 
-No, el de ustedes.
-Lamento defraudarlo, Rantés pero a esta altura puedo confirmarle que su cerebro es igual al mío y al de cualquier ser humano. 
-Si es igual, ¿por qué usted está con uniforme de cuerdo y yo, con uniforme de loco?


“Usted también es un buen tipo pero no es feliz. Y lo que más me preocupa es que lo sabe y no le importa. ¿Por qué los seres humanos parecen resignarse a tantas cosas que los están destruyendo. ¿Y por qué hacen tan poco por modificar esas cosas? ¿Se están suicidando por estúpidos o están pagando culpas?”.


“Le digo la Santa porque es una mujer muy especial. Yo verifiqué en ella mecanismos que no vi en otros seres humanos. Un ser humano tiene manifestaciones físicas como el llanto, el temblor. La santa cuando siente amor, larga un líquido azul por la boca... ¿Qué pasa, doctor? ¿Se siente frente a los límites y no quiere ir más allá? (Luego, Rantés observa un árbol en el patio del manicomio) En los manicomios, nacen árboles locos, ¿no?”.


“El hombre siempre oculta cosas en su alma, por eso no es feliz”.

viernes, 16 de diciembre de 2011

"Como la comida o más"

   Algún grado de herencia nórdica debe haberse entremezclado con las raíces italianas de mis antepasados, pues ya son demasiadas las coincidencias: mi preferencia hacia el clima frío y otoñal por sobre el cálido, la fascinación y el misterio que me suscitan esos paisajes mágicos de bosques y montañas que aun no conozco donde a los caminos los traza la tierra, mi encanto por el acento musical francés, Sigur Rós, Yann Tiersen, Amiina, Ólafur Arnalds... y ahora, ¡quizás mi ascendencia involucre hasta los mismos Elfos!, de acuerdo a esta observación que Bilbo le hace a Frodo durante su estadía en Rivendel...
   [...] “Los hobbits nunca llegarán a necesitar de la música y la poesía y las leyendas tanto como los Elfos. Parece que las necesitaran como la comida o más.


La Comunidad del Anillo,
J.R.R. Tolkien

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Nick Drake

La sinceridad que expresa Nick Drake en sus composiciones no precisaba más que su voz, y una guitarra o un piano para convertirse en música. Así lo conocí a través de su último disco Pink Moon (1972), creyendo en realidad que era el primero.
Por eso es que el formato acústico le sienta tan bien, ya que realza la sensibilidad de este ser de voz introvertida y suave como un susurro que le escribió al amor, a los sueños, a la soledad, y en quien la naturaleza ocupa un lugar primordial.
Con la añadidura de violines y algunos elementos de jazz en Bryter Layter (1970), así como también gracias a los arreglos íntimos y cercanos que posee Fives Leaves Left (1969) sentí que me cantaba al oído, y desde allí penetraba a las profundidades de mi interior la carga de nostalgia y melancolía del otoño que encontré en sus canciones, las cuales me brindaron un refugio, un lugar para estar, conectándome conmigo misma, y sintiéndome acompañada en mis momentos solitarios.


Time has told me
Time has told me
you're a rare rare find,
a trouble cure
for a troubled mind.

And time has told me
not to ask for more.
Someday our ocean
will find its shore.

So I'll leave the ways that are making me be
what I really don't want to be,
leave the ways that are making me love
what I really don't want to love.

Time has told me
you came with the dawn.
A soul with no footprint,
a rose with no thorn.

Your tears, they tell me
there's really no way
of ending your troubles
with things you can say.

And time will tell you
to stay by my side,
to keep on trying
'til there's no more to hide.



So leave the ways that are making you be
what you really don't want to be,
leave the ways that are making you love
what you really don't want to love.

Time has told me
you're a rare rare find,
a troubled cure
for a troubled mind.


And time has told me
not to ask for more
for some day our ocean
will find its shore.