El origen de todo. Contrariamente a lo que se cree, la raíz de la celebración de Navidad nos remonta a la civilización de Babilonia asentada en el territorio de la Mesopotamia de Oriente, en torno al actual país de Irak, allí donde se registra el nacimiento de la escritura. Por aquellas épocas, se afianzaba en la región el gobierno de Nimrod, quien después de haber matado a su padre, el también guerrero Kus, contrajo como esposa a su propia madre, o encarnada asimismo como la paloma, símbolo de muerte y destrucción (¡¿y cuándo no?!). Cuando el rey fue a supervisar la construcción de la Torre de Babel, que él mismo había encargado para desafiar la morada de dios ante la prevención de un nuevo diluvio, encontró a los trabajadores esclavos en la veneración del solsticio de diciembre. Aun más, el escamoso Nimrod ya considerado sagrado, lo anunció como el día de su cumpleaños. Así, se dieron en su honor fiestas, según se dice, acompañadas de orgías y toda clase de depravaciones. A su muerte, la supérstite Semiramis, cargaba con una criatura -que podemos apreciar en la fotografía-, engendrada misteriosamente y reconocía como la resurrección del fallecido rey. Milagrosamente, también, la madre virgen presenció una noche el brote de un árbol seco y muerto, cuyo surgimiento fue la continuación hacia una nueva vida del fallecido rey Sol, y proclamó que desde entonces en cada aniversario de su nacimiento Nimrod visitaría el frondoso pino y dejaría regalos en él. De este modo, comenzó la costumbre de adquirir un árbol y adornarlo, por ejemplo con cerezas, así como también decorar las puertas de las casas el 25 de diciembre.
Feliz Navidad para todos. Herencias directas de las Sacés de Babilonia fueron las denominadas Saturnalias romanas -de las cuales ya he hecho mención en una oportunidad en el blog- conmemoradas en honor a Saturno, a quien rendían culto en esas fechas para bendecir a la agricultura, que se extendían una semana y culminaban el 25 de diciembre, para celebrar el día del Sol invicto. Durante su transcurso se invertían las jerarquías, olvidándose de las reglas que los oprimían el resto del año: los ricos servían a los pobres, quienes invadían sus casas, vistiendo sus ropas y adornándose con marcada elegancia cuando postergaban sus habituales togas, y se invitaban a degustar junto a ellos verdaderos banquetes, e incluso dormían en sus camas. Era tal la desinhibición que involucraba ese lapso de tiempo que sentíen el deseo de quitarse sus vestimentas como si a través de ese acto de desnudez (que luego fue tergiversado paradojalmente por la Iglesia como un acto de orgía) estuvieran también liberándose de los deberes y morales con los cuales cargaban, mostrando al mismo tiempo quienes eran realmente, dejando fluir la esencia del ser humano en su puro término de fertilidad. Asimismo, también era una ocasión propicia para visitar a los amigos e intercambiar regalos, fundamentalmente destinados a los niños.
Finalmente, en los albores de la era de Constantino I, las costumbres paganas aun continuaban predominando, mientras que la religión cristiana era ilegal. Sin embargo, esto cambió cuando el emperador romano comenzó a propugnar el cristianismo, aunque sin abandonar su inclinación por las mencionadas tradiciones populares, tal es así que se convirtió en Sumo Sacerdote del culto al Sol invicto, haciendo parte también a los cristianos en este culto. En este sentido, en el año 321 Constantino legalizó al cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano, estableciendo además que el día del nacimiento del Sol invicto sería considerado como una nueva festividad cristiana para venerar el nacimiento de Cristo, hasta que finalmente el papa Julio declaró el año 350 como el inicio de la celebración de la Navidad.
Cuántas reminisencias podemos encontrar cuanto más indagamos en el misticismo y nos topamos una y otra vez con los mismos elementos inculcados, como un ritual que continúa reciclándose, tomando a esas culturas ancestrales que parecen tan distantes, ignotas como extrañas cuyo sólo acervo dejado parece ser haber construido la más precisa definición sobre terrorismo en el Tele-visionario de la Real Yanquilandia Ilustrado, el único con la particularidad de que no se lee, en cambio lo escuchamos repitirse todos los días. A su vez, tampoco pretendo justificar el infierno como representación del dios Sol y su significado otorgado por las colectividades paganas, puesto que lo veo como la contra-cara necesaria de donde se sostiene la religión, sino sólo desterrar algunos dioses que han sido pregonados hasta ser adoptados en la actualidad bajo otros nombres, pero sobre bases similares, jugando con las falsas expectativas de la gente presa del hechizo bajo la ilusión del dios cuya doctrina es dictada por una iglesia que también enseñó a enviar a la hoguera una a una a las opiniones discordantes, que tenía una cárcel de la Inquisición esperando en Lisboa por los dueños de esos excesos desafiantes, y no se olvidó de compartir el poder con algunos de los personajes más nefastos que ha parido la política, un dios cuyo además de haber creciódo como integrante de las Juventudes Hitlerianas, ahora pretende deslindarse de toda culpa, acusando a los años '70 de los abusos sexuales cometidos por sus colegas religiosos, aquél que se regodea en su unicidad vanidosa, la misma que lo lleva a rebajarse en la desconfianza, cuando no más que en tono amenazante él, el único y verdadero se dirige hacia sus fieles impidiéndoles que se postren ante otro dios, ya que él se reconoce como el dios Celoso (Éxodo), claro, lo que le otorga la licencia para maldecirlos ante la desobediencia, con padecimientos de tisis, fiebre, inflamación gangrena, aridez y otras medicinas para soñar desde la sequía en las cosechas hasta en la propia muerte mediante la lapidación a manos de la propia comunidad (Levítico), castigo que tanto se les replica a los musulmanes actualmente.
Sin embargo, aun nos queda una pregunta... ¿quién es esa figura regordeta, barbuda, acuñada como el simpatiquísimo Papá Noel? ¿Acaso un cerdo capitalista producto de este sistema? Pues, a decir verdad no nos encontramos tan alejados de este concepto. Inspirado vagamente en las leyendas medievales de San Nicolás de Bari, un obispo turco con semejante poder que decidió dedicarse a hacer regalos para los niños pobres, Santa Claus (como les gusta a los del norte) fue publicado por primera vez de la mano del dibujante Thomas Nast como un gnomo gordito de aspecto bastante macabro, ingresando a través de una chimenea, sin uniforme y que prefería usar los colores azules o verdes para su vestimenta. Sin embargo, si continuamos oyendo al relato, nos enteraremos de que una cornuda y para nada agradable criatura, de aspecto demoníaco llamada Krampus, acompañaba al obispo durante la Navidad, castigando a los chicos "malos" con cadenas y campanas oxidadas.
Saludos de Krampus (nótese su nombre y ubicación en primer lugar)... ¿desde el Inframundo?
Finalmente, hacia la navidad de 1930 sus servicios fueron contratados por la Coca-Cola y fue entonces cuando el dibujante Habdon Sundblom le dio a lucir los colores de la empresa multinacional, rojo vivo con ribetes blancos y los rasgos ya conocidos.
Por supuesto, no faltan las reminisencias a las creencias paganas, que esta vez remiten al dios Odin, propio de la mitología germánico-escandinava y aun más, divino soberano de las tradiciones nórdicas. Según sus relatos, era un hombre viejo y sabio, además de gran mago creador del universo, a partir del caos original. Al igual que Santa Claus o Papá Noel (queda a gusto del consumidor), se embarcaba en una travesía cósmica, característica que justificó la atribución del mote de gran viajero. Cabe destacar que suele representárselo montando el singular caballo gris conocido como Sleipnir, de ocho patas. Ahora bien, ¿de dónde se origina la semejanza? Pues bien, sucede que acorde a algunas tradiciones nórdicas, el año comenzaba el 25 de diciembre, con una fiesta que celebraba la Noche de las Madres, que transcurría hasta el 6 de enero (para los católicos, día de Reyes), coincidente con la festividad de la Yule. Durante esa época, todo debía detenerse, tal como las manifestaciones solares lo hacían a causa de la llegada del solsticio de invierno. Los viajeros, entonces interrumpían sus viajes, y muchos se dedicaban a hacerse de un árbol, fresco, tejo o pino, pero con la preferencia de los árboles perennes, los cuales se mantenían verdes a lo largo del invierno. A su pie, se esparcían pequeños trozos de carne y se vigilaban a los cuervos, pájaros sagrados de Odin, ya que el árbol del cual comían el primer trozo de carne debía ser talado, aunque sus ramas eran repartidas a la población para ser adornadas con ornamentos, evocando la fertilidad y la abundancia. Como conclusión, en el tronco se inscribían los deseos colectivos, y hacia la culminación de la Yule era cortado y repartido entre los pobladores para ser quemado como riual en sus hogares. Por otro lado, los niños también tomaban lugar, dejando sus botas repletas de zanahorias, paja y azúcar, cerca de la chimenea como alimento para el caballo volador de Odin, quien les recompensaría en forma de agradecimiento con dulces o regalos.
Todavía se desconoce con exactitud por qué ríe de forma tan irritante sin parar, y cómo logra pasar a lo largo y ancho de las chimeneas con semejante cuerpo rechoncho. ¿Y los malévolos duendes verdes, de los cuales relata la leyenda, quienes trabajan hasta la extenuación para que Papá Noel tenga preparados sus preciados regalos? ¿Y la simbología que se esconde detrás de los cornudos renos? Tampoco se sabe qué tiene que ver con Jesús.
Aquí nos permitimos un poco de humor.
PD: Feliz cumpleaños a mí.
"Mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que se acostumbren a obedecer a la razón: no, a la autoridad como los limitados, ni a la costumbre como los estúpidos. Al que no sabe, cualquiera lo engaña. Al que no tiene, cualquiera lo compra".
Simón Rodríguez, venezolano, maestro de Simón Bolívar.