Que un mosquito ose posarse sobre una de mis gambas (al ajillo) vaya y pase. Pero que este zancudo se atreva a meterse en mi taza de vino es inadmisible.
Ah, y por si las moscas, también es inaceptable que alguien venga a criticarme por haberme servido el tinto en una taza.
¡Al gran pueblo argentino, salud!
lunes, 9 de enero de 2017
Vehemencia
es una palabra que adecuadamente podría calzarme más a menudo
porque me arde no sé si de dentro hacia afuera o viceversa
o ya no importa más que sólo el hecho de que sé que me sienta bien
porque me ilumina las mejillas con el color del fuego
pero de una tonalidad bien distinta a la de la vergüenza
y me gusta porque zozobra, sacude y se atiza en una risa resonante
entusiasmo descubierto que alojaré cuidadosamente en un cuenco
al amparo de las pródigas alas de Mercurio
para que nunca jamás se opaque
porque me arde no sé si de dentro hacia afuera o viceversa
o ya no importa más que sólo el hecho de que sé que me sienta bien
porque me ilumina las mejillas con el color del fuego
pero de una tonalidad bien distinta a la de la vergüenza
y me gusta porque zozobra, sacude y se atiza en una risa resonante
entusiasmo descubierto que alojaré cuidadosamente en un cuenco
al amparo de las pródigas alas de Mercurio
para que nunca jamás se opaque
Refugios
desde el alma
jueves, 29 de diciembre de 2016
No te puedo, no te quiero, no te voy
No te puedo odiar a pesar de, lo que mi mente interpreta, como desaires.
Porque no es justo, que yo mida así la realidad.
No te puedo querer menos.
Que yo quererte quiero, con el mismo amor con el que arriban tus aproximaciones.
No te quiero odiar porque cuando empiezas a hablar, tu boca engulle todos mis sentimientos hostiles y acaba con la ira apelmazada.
Y eso que me llevás no sé adónde pero con toda la paz.
No te voy a odiar porque siento que te amo.
Porque no es justo, que yo mida así la realidad.
No te puedo querer menos.
Que yo quererte quiero, con el mismo amor con el que arriban tus aproximaciones.
No te quiero odiar porque cuando empiezas a hablar, tu boca engulle todos mis sentimientos hostiles y acaba con la ira apelmazada.
Y eso que me llevás no sé adónde pero con toda la paz.
No te voy a odiar porque siento que te amo.
Refugios
amor,
desde el alma
domingo, 18 de diciembre de 2016
Lo único que importa
Se me han escapado las ganas, la fuerza y la voluntad
de tener ganas de algo
y eso me mantiene en vilo
Ya no me concierne si te vas a la mierda
o si de sopetón la mierda decide devolverte
y retomás el circuito de desandar tus pasos erráticos
La libido, Eros, la pasión
o comoquiera decida llamársele
ha vuelto a acariciar mi cuerpo
y ahora es lo único que importa
Refugios
desde el alma,
deseo
domingo, 11 de diciembre de 2016
La verdad de la psico-riña a la vienesa
Cuenta la historia oficial que durante la travesía psicoanalítica a Estados Unidos Jung le vociferó a Freud "Mis sueños son mis sueños" cuando Segismundo estaba intentando hallar el falo en más lugares que los previstos al incurrir en un exceso de interpretación onírica de su almohada. Pero mucha agua ha corrido debajo de ese barco, para al fin revelar mediante un testigo (de Jehová) que en realidad los hechos habían transcurrido de un modo muy diverso y no tan cordial como se nos pretende hacer creer. Y otrasidigo, parece haber sido la causa que dio origen al cisma teórico-afectivo entre Jung y Freud.
Como veníamos redactando, la información me ha sido facilitada a través de un manuscrito hallado en una botella, venido hacia mí océano Atlántico de por medio y gracias al huracán Clelia que lo trajo hasta la salida al mar que posee Bolivia en la costa rosarina del Paraná. Reproducimos a pie juntillas el testimonio que un ejemplar de la raza humana ha registrado en la posteridad de un trozo de papel, sopena de ganarnos probablemente, sólo el recelo jocoso que ocasionan los nuevos descubrimientos.
"Mi padre me había dado el escarmiento. Yo sabía que él iba a darle matraca matraca a mi madre durante toda la noche, así que no tuve mejor idea que cambiarle este sortilegio por unos morlacos para dispensarme de algún embriagante en la taberna de la embarcación. Hete aquí a quiénes me encontré en el camino hacia allí: dos individuos discutiendo apasionadamente en una jerga grandilocuente que parecía inventada por ellos para la ocasión. No pude menos que seguir con atención la interacción que empezó a ponerse más interesante que lo que pensaba hacer con la bebida que me traía entre manos. Entonces, decidí quedarme agazapado en la puerta que conducía a cubierta y asomarme de tanto en tanto para enterarme de qué iba la cosa.
Fue cuando el hombre de años más mozos (Jung) le espetó al sobrepasado en canas (Freud): -pero Estimado Señor Profesor, vení a interpretarme ésta, y le obsequió una precisa bofetada en su moflete derecho. A lo que enseguida le profirió: -Nadie se atrevía a tomar al profeta por las barbas porque pinchás más que una ortiga, cabeza de chota libidinosa. El respetadísimo no se quedó atrás y le propinó con una de sus elegantes chancletas de entre-barco un sonoro golpe en el sector anatómico donde la espalda cambia de nombre, al grito de -¡La libido no se mancha!
Algunos minutos duró el agitado intercambio hasta que el señor entre nosotros conocido como "cabeza de chota", tras sucesivos jadeos y encontrarse a punto del soponcio cada vez que el muchacho más atlético lo desplazaba más cerca de la borda, le propuso la acertada sugerencia al otro: -Pero rescatate, barrilete, que no te das cuenta que si seguimo' piña va, piña viene, nos vamo' en picada a las fauces del cocodrilo, digo de los tiburones.
Antes de que el tupido señor hubiese podido culminar su frase, el más buen mozo completó la idea: -Y no queremos correr ese destino, Veneradísimo Dr. Freud, no sin haber currado lo suficiente con nuestras psico-teorías.
El otro continuó: -Es un regio argumento el que acaba de pronunciar: me ha sacado las palabras de la boca. PsicoSupersticiosísimo Dr. Jung, es usted un completo inconsciente a cielo abierto. Sin saber exactamente si tomar las palabras de Freud como un cumplido o la psico-señal para volver a convertir la cubierta del barco en el perímetro de un ring, Jung le acomodó el cuello de la camisa a su interlocutor y le repuso su exiliada chancleta. Luego Freud se acomodó las barbas por sus propias manos (lo cual fue muy conveniente), y a continuación, en una escena de amabilidad empalagosa empezaron a desarmarse en elogios mutuos.
Yo, a mis doce años y con toda la vida por delante, pensé lo peor; me dije: demasiado amor para una noche donde había dos locos más locos que cualquiera concertando entre golpes bajos el futuro de la salud mental. Y así, tranquilo conmigo mismo como estaba, me aproximé a babor a disfrutar de mi placer dionisíaco en la Tierra, en la mar o donde sea".
Un músico soberanamente loco a quien le seguimos la corriente.
Como veníamos redactando, la información me ha sido facilitada a través de un manuscrito hallado en una botella, venido hacia mí océano Atlántico de por medio y gracias al huracán Clelia que lo trajo hasta la salida al mar que posee Bolivia en la costa rosarina del Paraná. Reproducimos a pie juntillas el testimonio que un ejemplar de la raza humana ha registrado en la posteridad de un trozo de papel, sopena de ganarnos probablemente, sólo el recelo jocoso que ocasionan los nuevos descubrimientos.
"Mi padre me había dado el escarmiento. Yo sabía que él iba a darle matraca matraca a mi madre durante toda la noche, así que no tuve mejor idea que cambiarle este sortilegio por unos morlacos para dispensarme de algún embriagante en la taberna de la embarcación. Hete aquí a quiénes me encontré en el camino hacia allí: dos individuos discutiendo apasionadamente en una jerga grandilocuente que parecía inventada por ellos para la ocasión. No pude menos que seguir con atención la interacción que empezó a ponerse más interesante que lo que pensaba hacer con la bebida que me traía entre manos. Entonces, decidí quedarme agazapado en la puerta que conducía a cubierta y asomarme de tanto en tanto para enterarme de qué iba la cosa.
Fue cuando el hombre de años más mozos (Jung) le espetó al sobrepasado en canas (Freud): -pero Estimado Señor Profesor, vení a interpretarme ésta, y le obsequió una precisa bofetada en su moflete derecho. A lo que enseguida le profirió: -Nadie se atrevía a tomar al profeta por las barbas porque pinchás más que una ortiga, cabeza de chota libidinosa. El respetadísimo no se quedó atrás y le propinó con una de sus elegantes chancletas de entre-barco un sonoro golpe en el sector anatómico donde la espalda cambia de nombre, al grito de -¡La libido no se mancha!
Algunos minutos duró el agitado intercambio hasta que el señor entre nosotros conocido como "cabeza de chota", tras sucesivos jadeos y encontrarse a punto del soponcio cada vez que el muchacho más atlético lo desplazaba más cerca de la borda, le propuso la acertada sugerencia al otro: -Pero rescatate, barrilete, que no te das cuenta que si seguimo' piña va, piña viene, nos vamo' en picada a las fauces del cocodrilo, digo de los tiburones.
Antes de que el tupido señor hubiese podido culminar su frase, el más buen mozo completó la idea: -Y no queremos correr ese destino, Veneradísimo Dr. Freud, no sin haber currado lo suficiente con nuestras psico-teorías.
El otro continuó: -Es un regio argumento el que acaba de pronunciar: me ha sacado las palabras de la boca. PsicoSupersticiosísimo Dr. Jung, es usted un completo inconsciente a cielo abierto. Sin saber exactamente si tomar las palabras de Freud como un cumplido o la psico-señal para volver a convertir la cubierta del barco en el perímetro de un ring, Jung le acomodó el cuello de la camisa a su interlocutor y le repuso su exiliada chancleta. Luego Freud se acomodó las barbas por sus propias manos (lo cual fue muy conveniente), y a continuación, en una escena de amabilidad empalagosa empezaron a desarmarse en elogios mutuos.
Yo, a mis doce años y con toda la vida por delante, pensé lo peor; me dije: demasiado amor para una noche donde había dos locos más locos que cualquiera concertando entre golpes bajos el futuro de la salud mental. Y así, tranquilo conmigo mismo como estaba, me aproximé a babor a disfrutar de mi placer dionisíaco en la Tierra, en la mar o donde sea".
Un músico soberanamente loco a quien le seguimos la corriente.
Refugios
psicología,
sólo para locos,
surrealismo
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