Es
desde hace tiempo uno de los principales ejes de mi vida llegar a afianzar cada vez más un estado
que por cuanto lo creo voluble, una vez que hemos logrado adquirirlo merece ser
ejercitado a diario, o mejor aún, a instante, a razón de que en cuanto menos
nos percatemos de su presencia y descuidemos de él, puede desarraigarse de
nuestro cuerpo, porque justamente su estancia no reside en él, sino en un lugar
al cual no muchos ni se aproximan pues no logran ver la semejanza que no se
aprecia con la mirada y que se esconde bajo ropas y pieles… en verdad, no creo
que todos nazcan bajo tal condición, es por ello que una vez que se recibe, tal
estado debe ser ejercitado a diario o mejor aún, a instante, a razón de que
cuanto menos nos percatemos puede perderse… y es debido a que esta cualidad no
forma parte de nuestra naturaleza que como personas tenemos que aprender a
aprehenderla practicando la humanidad como un acto automático, como si quisiéramos
emular un acto de esencia.
Sin embargo, al mismo tiempo una pregunta
me amanece y vuelve a rondarme en la mente cada uno de mis días antes de ir a
dormir, ¿en verdad podremos lograrlo si la acción concreta y manifiesta se ha
diluido? Si hacemos caso omiso al compromiso, si transferimos a delegación
nuestro derecho a participar y dirigir nuestros modos de vida, si nos cuesta ver que la rosa no sigue siendo rosa sin su espina. Ese graffiti que
estampaba una esquina de la calle 3 de Febrero y se me inscribió por primera
cuando regresaba del parque Urquiza, entonces debe tener razón. “Violencia es quedar indiferente ante tanta
miseria”. Violencia es aquella que cometemos todos los días, cuando nos dejamos caer ante la inevitabilidad de que siguen cubriendo al mundo de sufrimiento a nuestra costa,
cuando leemos acerca de los males que se han hecho y luego pasamos a otro tema,
es que son invisibles las bombas de la resignación, el mayor crimen que podemos
cometer contra nosotros mismos. ¿Por qué? Es una pregunta que podría ser formulada hasta por un niño. ¿Por qué nos hemos atrincherado en la guerrilla? ¿Por qué
hemos retrocedido hasta perder la batalla previo a haberla comenzado? ¿Cuándo
seremos capaces de librar la guerra por la verdadera humanidad?
Pero ésta primero es una batalla interna. También se me permite saber de la existencia del alma cuando me punzan los dolores de los insultos, me estremecen los deseos de muerte arrojados unos contra otros, aunque duren la finitud de un partido de fútbol, el estremecimiento que me provoca ver la separación vociferante, no deja de perseguirme y atormentarme la condenada marginación de mi dolor que encierra el peso del dolor compartido, pues consiste en la miseria que nos aborda a todos… que en mi tiempo psicológico no dura lo que en una reunión una momentánea queja contra el gobierno… que me hunde crónicamente, pues la individualidad de mi cuerpo ya no es suficiente para contenerlo y pugna por hacerlo emerger empujado en una acción. Es la única manera, es que siempre ha tenido que ser así, Demian ya lo había predicho, “sólo el pensamiento vivido tiene valor”... es que yo he abrazado con fuerza a la humanidad como mi ideal. Si mi desprecio hacia mí misma me desmembra cuando noto mi escaso aporte para poder revertir esta enajenación, si me desarmo al no poder hacerme comprender, si puede que definitivamente sea una trastornada nacida en un mundo con mayoría de cuerdos. ¿Dónde quedó extraviada la calma del saludo? Asoma de nuevo el muro antes de que intente surcar la mirada.
Pero ésta primero es una batalla interna. También se me permite saber de la existencia del alma cuando me punzan los dolores de los insultos, me estremecen los deseos de muerte arrojados unos contra otros, aunque duren la finitud de un partido de fútbol, el estremecimiento que me provoca ver la separación vociferante, no deja de perseguirme y atormentarme la condenada marginación de mi dolor que encierra el peso del dolor compartido, pues consiste en la miseria que nos aborda a todos… que en mi tiempo psicológico no dura lo que en una reunión una momentánea queja contra el gobierno… que me hunde crónicamente, pues la individualidad de mi cuerpo ya no es suficiente para contenerlo y pugna por hacerlo emerger empujado en una acción. Es la única manera, es que siempre ha tenido que ser así, Demian ya lo había predicho, “sólo el pensamiento vivido tiene valor”... es que yo he abrazado con fuerza a la humanidad como mi ideal. Si mi desprecio hacia mí misma me desmembra cuando noto mi escaso aporte para poder revertir esta enajenación, si me desarmo al no poder hacerme comprender, si puede que definitivamente sea una trastornada nacida en un mundo con mayoría de cuerdos. ¿Dónde quedó extraviada la calma del saludo? Asoma de nuevo el muro antes de que intente surcar la mirada.
Muchas veces me planteo si acaso el verdadero
mal no nos será inherente (en algunos en mayor proporción que en otros), si la destrucción no nos estará signada de nacimiento, o si
tal vez continúa siendo implantado para mantenernos parcialmente ciegos, diariamente forjadores del equilibrio que aparenta no terminar nunca de desplomarse y siempre hacerlo un poquito más, para que constantemente nos astille... entonces se hacen más fuertes mis deseos de humanidad, mis aspiraciones de jamás dejar de interrogarme a mí misma, de mirarme al final de cada día hacia adentro y cuestionarme cuán verdaderamente humana fui a lo largo del día... de cuestionarme cuál será el mal originario, aquél que se las ingenia astutamente para ir zanjando los otros, el que a la vez alimenta mis deseos para salir de mi caparazón a rebatirlo de una vez por todas, y que lo único que haya para destruir sea esta ambición de
infundir el consumo por todos lados... la enfermedad a la cual no acabamos por suministrarle cura por (querer) creer
que tenemos que seguir, porque tenemos que deslomarnos si queremos alimentarnos, porque
de alguna u otra manera en algún lugar tenemos que vivir y como estamos históricamente situados dentro de un
estado nación hay que pagar las cuentas… aunque realmente no sea un camino
dirigido a la humanidad.
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