Ella quería despojarse de sus botas, pequeño tugurio, hasta las más finas medias le asfixiaban los pies. Dibujar con pulsión figuras, aunque palpables sólo para sí, indefinidas en el colchón bajo las sábanas tersas de defunción otoñal, sin que el ensueño las lastime a causa de las uñas descuidadas... y rojizas.
A la imagen la tomé prestada del blog de Winterchaos. Gracias a él.
Darle sombra al tamborileo sin sentido, machucar la pasividad graciosa que poco tienen de uvas dulces cuando mascullamos y tragamos mal la promiscuidad parlante.
Quería lo que no era, y no la soltaba, no la soltaba. No podía...
Un caldo cálido, o tal vez, desde otra nariz de punta invernal, hurgando en las precariedades de un viente tibio y genuflexo, un alimento que susurrase desde el pecho. Desde la insoportable fragilidad del ser.
Un caldo cálido, o tal vez, desde otra nariz de punta invernal, hurgando en las precariedades de un viente tibio y genuflexo, un alimento que susurrase desde el pecho. Desde la insoportable fragilidad del ser.
A la imagen la tomé prestada del blog de Winterchaos. Gracias a él.
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