La cama deshecha, el frío se escurre por entre los recovecos de la ventana, adueñándose de la habitación. Las enredaderas se enmarañan, miran de reojo el vidrio empañado, del otro lado espían y se infiltran. Inconclusas marean, aunque pueden ser igual de constantes y atraparnos. Engañosas. Se introduce la gente. Y respiro, aún exhalo al hablar.
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