jueves, 9 de junio de 2016

A verdad, decir

No pensé que podía llegar a desprenderme de su presencia arrobadora.
Es que no estaba en mí, nos habíamos fabricado una torrecita de arena,
ahí aparte.
Aislados hechos de sueños, fantasías y nadas.
No imaginé verme involucrada en el procedimiento quirúrgico de extraer... los retazos de nosotros...
solapados, agazapados, enmarañados, crepitados...
mutilados por nosotros mismos,
de cuando en aquella torre nos desmoronábamos de tanto en tanto...
y yo no sabía dónde comenzaban sus vísceras y dónde terminaban las mías,
y vuelta a construir, a amasar y amoldar la arena,
para terminar acabados y esparcidos por todas partes.
Pero de veras no creí que me atrevería a cruzar esa torre por las escaleras
(... además siempre pensé que él quiso escabullirse por la ventana),
llegar a la puerta sin haber recogido mis cosas
(que ya no sé ni a quién le pertenecen los sentimientos, pensamientos y los sueños)
y empezar a soltar como el tallo se desprende suavemente de sus hojas.

Pero yo no me creía siendo capaz.




El ave migratoria lleva los destinos en sus vuelos
y eso parece ser más importante que todo lo demás.