Locación espacial y temporal: casa en el pueblo de mi abuela materna, a quien hacía tiempo no veía.
Datos anexos: yo recién salía al patio.
Observaciones: noto la presencia cercana, a 3 metros aproximados de distancia, de un sujeto masculino no individualizado. Él estaba a punto de entrar, con llave en mano, al taller donde trabaja mi primo. Lo miro, lo saludo, me devuelve amablemente la mirada y el saludo.
El after-hour: al ingresar nuevamente a la casa, y ya en mis anchas en la cocina después de haber abandonado el calor de afuera, vuelvo a encontrarla a mi abuela. Ella aguarda de pie frente al lavatorio, situado bajo una ventana que le da vista directa al patio. A paso firme en sus convicciones, me advierte: "No está disponible, es casado y tiene un nene". ¡Me caigo y me levanto! ¡Como si hubiese sacado una foto a todo color de mis intenciones más subyacentes!
Conclusiones: A veces creo que no sólo quedo al descubierto cuando la lascivia se me escapa por las palabras. Creo que, como la sangre me oxigena por las arterias y se las arregla para irrigarme y traslucírseme por todo el cuerpo. Nunca creí estar tan desenfrenada como para que mi abuela me vea (después de tanto tiempo) de esa manera, así que pongo un coto acá.