martes, 4 de septiembre de 2012

La santa curiosidad

"Siéntete como un niño pequeño ante los hechos
y prepárate a abandonar cualquier noción preconcebida,
sigue humildemente adondequiera
y a cualquier abismo que conduzca la naturaleza,
o no aprenderás nada".
Thomas Henry Huxley en El Paradigma Holográfico

     Qué menoscabo hacia aquellos estudiantes imbuidos de deseos de conocer teorías que indagaron en un fenómeno tan apasionante de estudiar como lo es la percepción (a la manera que, por ejemplo, lo expone la escuela psicológica de la Gestalt), el tener que verse forzados a aceptar que los docentes a cargo de las materias que curso en la Facultad de Psicología de Rosario no pueden retirarse de su raigambre psicoanalítica al menos lo que dure el tiempo de hora y media de clase.

     Tal vez ignoren que en nuestros primeros acercamientos, los prejuicios que encierran sus referencias de reprobación a dichas teorías desalientan las posteriores revisiones, coyuntura que sólo puedo comprender desde su inferencia prematura de que todos los estudiantes ya hayamos decidido en primer año adoptar como método de trabajo al psicoanálisis. No desacredito, claro que se hayan formado una opinión propia de otras escuelas, sólo que me resisto a dar como verosímiles críticas que muestran su invalidez desde que son infundadas. 

     Me considero afortunada cuando descubro que puedo contar con el entusiasmo que me brinda mi curiosidad, la cual me impide descartar nada de antemano, sin antes haber despertado mi atención a posar mis ojos sobre ello. Aunque creo que esta cualidad debería ser motivada o fortalecida en la educación, sobre todo desde quienes se encuentran orientando la dirección donde se encaminan las clases, como lo son los docentes. Puesto que si un docente carece de esta disposición, el espíritu curioso, esencial en mi opinión para no desviarse nunca del intrincado camino del aprendizaje, y en cambio se presta a visiones prestablecidas, muchas de las cuales se replican si uno transita varias materias a la vez, ante ningún imperativo de examen podrá lograr que los estudiantes se aparten de la lógica del estudio a base de la memorización de libro y purga textual de autor, que muchos luego, de manera contradictoria, manifiestan despreciar.

     Resulta claro, y de aquí se desprende, que esta crítica también está dirigida hacia a mí por haber adherido a la cobardía de la indecisión, porque no fui capaz de haber alzado la mano durante la clase para decir que según mis últimas lecturas el principio sobre el cual se sostenía la teoría de la Gestalt quedaría demostrado gracias a la teoría holográfica, y aún viceversa... cuando ella, docente de D.P.C, tuvo que expresar que "algunos todavía creen que los animales sueñan... como si pudieran pensar". Con mi silencio incliné la cabeza ante la autoridad y en apenas el transcurso de efímeros segundos firmé mi aval a una muy peligrosa realidad (que se ensancha casi inconscientemente), contribuyendo a asentar el riesgo de que en lugar de una genuina formación (que por cierto, no cese) que no sólo tienda a la obtención de un trabajo sino a abarcar nuestra posición en el mundo y en nosotros mismos, por el contrario se nos esté inculcando un adoctrinamiento que nos acostumbre a dar por sentados los hechos sin necesidad de una discusión previa, que nos haga conformistas, holgazanes de mente, enjaulados de prejuicios que aplastan todo intento de crecimiento, fieles hasta el punto de ser moldeados de acuerdo a las exigencias exteriores e ignorando que no es otro que cada uno el responsable de hacerla valer en su sentido más pleno, el de vivir.

viernes, 31 de agosto de 2012

V

    El ambiguo enigma, de evocar una indiferencia hija del rechazo en ciertos seres, que al mismo tiempo puede hacernos mudar hacia un encanto llamativo a la vista de otros.
    Entonces, los rasgos que tienden puentes indisociables coinciden con aquellos que van forjando la desunión.

martes, 28 de agosto de 2012

El Encanto del Erizo


- ¡No me ha reconocido, no me ha reconocido!
- Es porque no la ha visto nunca.

Cuando leí sobre una película que trataba acerca de una persona que trabaja como portera me interesé de inmediato. Es que nunca había visto ninguna, y peor aún, habiendo transcurrido mi vida en edificios, jamás he llegado a conocer bien a ninguno de ellos, si bien no habitaban los edificios como en esta peli.
Sin embargo, aquí nos atraviesa otro meollo...
¿Cuántos prejuicios podemos construir?
¿Cuánta naturaleza adquirimos?
¿Cuántas realidades personales retorcemos en este sencillo acto de imagen y palabra?
¿Cuánto del otro nos atrevemos a opacar?
¿Cuánto nos separamos?
¿Cuánto nos estropeamos, finalmente?
 

sábado, 25 de agosto de 2012

Incluidos



Conteneme como el tronco a los años,
te contendré como los sueños a los traspiés

Ni de los desastres me excluyas,
figurame irresponsable y amame aún ante esta confirmación

Luego quereme más cuando a este maya 
volvamos asequible la perfección de los instantes de amor,
que de tanto anhelar a veces quedo estancada en el intento

No te culpes, culpanos
No nos apesadumbremos, crezcamos en el alma que aprende de la aurora
Al fin y al cabo, la sombra no es más que la cara reversa de la luz,
oscuridad que parece parir todo lo factible 

jueves, 9 de agosto de 2012

A mí también, Mario

[...]

Siempre me aconsejaron que fuera otro
y hasta me sugirieron que tenía
notorias cualidades para serlo,
por eso mi futuro estaba en la otredad

El único problema ha sido siempre
mi tozudez congénita
Neciamente no quería ser otro,
por lo tanto continué siendo el mismo

Otrosí digo / me enseñaron
después que la verdad
era más bien tediosa,
el amor / cursi y combustible,
la decencia / bastarda y obsoleta

Siempre me instaron a que fuera otro
pero mi terquedad es infinita
Creo además que si algún día
me propusiera ser asiduamente otro
se notaría tanto la impostura
que podría morir de falso crup,
o falsa alarma u otras falsías

Es posible asimismo que esos buenos propósitos
sean sólo larvadas formas del desamor,
ya que exigir que otro sea otro
en verdad es negarle su otredad más genuina,
como es la ilusión de sentirse uno mismo

Siempre me aconsejaron que escribiera distinto,
pero he decidido desalentar / humilde
y cautelosamente a mis mentores
En consecuencia seguiré escribiendo
igual a mí [...]
y eso tal vez ocurra porque no sé ser otro
que ese que soy para los otros


Otherness, Mario Benedetti
 ... y no sólo me aconsejaron que escribiera distinto, sino también que viviera distinto,
como si valiera la vida al hundir contra el pecho lo que surge espontáneamente de uno y en cambio, sacar a flote la timidez para evitar que zarpe la humillación, ¿acaso no atenta contra la preciada libertad alguien que se fragua a sí mismo en cada posibilidad dentro de la esfera de las experiencias vivenciadas? Entonces se permite que el resto eleve como condición para convertirse en alguien digno de ser el estar adaptado, como si esto al fin y al cabo no equivaliera a representar la farsa de encarnar aquello que esperan de uno.
Se me ha entremezclado un Juan Salvador.