Si en La Comunidad del Anillo Tom Bombadil supo convertirse en un personaje entrañable y completamente encantador para mí, en Las Dos Torres fue Bárbol quien en apenas un solo capítulo me acaparó el alma... ¡es que me pareció un personaje increíblemente filosófico! Existe algo que reconozco en Tolkien y consta en el hecho de que él sabe bien que cuando cada uno de los personajes contribuye a crear la integridad de la obra, ninguno puede ser apreciado ya como secundario, entonces todos son necesarios aunque algunos estén más presentes que otros. Y al mismo tiempo, tampoco puede decirse que la inclusión de alguno esté demás, porque dentro de este maravilloso libro (el que más me gustó hasta ahora) noté que cada uno de los personajes cuenta con una especie de sabiduría, si bien diferente unos de otros, que logran transmitir de un modo tal que no sólo conmueve sino que además induce a querer aprender más sobre ellos, oírlos a través de la lectura, sentirlos salirse de las páginas trayendo con ellos los mágicos paisajes, o incluso querer sentarse a compartir una conversación con ellos pero dentro, en algún bosque élfico.
Fue al final de La Comunidad del Anillo cuando los rumbos se separaron, y es en Las Dos Torres cuando deben proseguir cada cual a su curso, lo que implicó para Tolkien describir los trayectos de la comunidad dividida en capítulos alternos, combinando el suspenso y el terror que indica la proximidad del punto sur en la Tierra Media. Sin embargo, la inminencia de la guerra contra el poder oscuro resultará en otra compañía más numerosa con la añadidura de guerreros admirables. Porque hasta yo misma pude experimentar el espanto cuando Tolkien me enfrentó con los orcos y los aún más horrorosos Uruk-hai cara a cara. Aunque a decir verdad siempre me había generado desconfianza Boromir debido al incidente ocurrido en el primer libro, pude comprenderlo mejor a través del enorme aprecio que le tenían quienes lo conocieron en verdad. Otro punto a destacar es que mi relación de ambigüedad con respecto al miserable Gollum ha llegado a su punto muerto. Su psique queda expuesta profundamente al alcance de nuestros sentidos en un desenlace tan bien logrado por Tolkien que creo que la mente y sobre todo el alma de Gollum, merecen formar parte de un estudio pormenorizado por psicólogos.
Maravilloso como este relato es sentirme acogida en el mundo de la literatura de ficción impregnada de aventuras extraordinarias y mitología donde las canciones y leyendas guardan el recuerdo de la historia y lo transportan a lo largo de los años me hace pensar cuánto me gustaría poder aprender sobre las costumbres de los pueblos que habitaron Argentina antes de que la colonización terminara por extinguirlos más allá de esos engorrosos cuadros de texto que me hicieron completar en la escuela, y si en algún lugar se conserva algún relato sobreviviente de la matanza de españoles y nacionales, si alguna persona que como yo le otorga significativa importancia a la cultura de nuestros antepasados ha rescatado aunque sea un retazo de historia me gustaría escucharla de su voz, porque a pesar de que no me unen lazos de sangre como a tampoco la mayoría de argentinos descendiente de europeos con mapuches, onas, diaguitas, tobas o patagones si alguna vez existió un comienzo aquí por el cual la tierra fue cultivada y su crecimiento se ha perpetuado hasta nosotros fue gracias a su trabajo y convivencia con ella. Por otro lado, ya no se nos escurriría tan fácilmente la historia si nos la contaran cantando. Maravilloso este relato como la dicha que hoy lo inscribe en mi realidad haciéndome inmune a muchas aristas de lo que hoy llaman realidad que en nada hacen a mi crecimiento personal.
Maravilloso como este relato es sentirme acogida en el mundo de la literatura de ficción impregnada de aventuras extraordinarias y mitología donde las canciones y leyendas guardan el recuerdo de la historia y lo transportan a lo largo de los años me hace pensar cuánto me gustaría poder aprender sobre las costumbres de los pueblos que habitaron Argentina antes de que la colonización terminara por extinguirlos más allá de esos engorrosos cuadros de texto que me hicieron completar en la escuela, y si en algún lugar se conserva algún relato sobreviviente de la matanza de españoles y nacionales, si alguna persona que como yo le otorga significativa importancia a la cultura de nuestros antepasados ha rescatado aunque sea un retazo de historia me gustaría escucharla de su voz, porque a pesar de que no me unen lazos de sangre como a tampoco la mayoría de argentinos descendiente de europeos con mapuches, onas, diaguitas, tobas o patagones si alguna vez existió un comienzo aquí por el cual la tierra fue cultivada y su crecimiento se ha perpetuado hasta nosotros fue gracias a su trabajo y convivencia con ella. Por otro lado, ya no se nos escurriría tan fácilmente la historia si nos la contaran cantando. Maravilloso este relato como la dicha que hoy lo inscribe en mi realidad haciéndome inmune a muchas aristas de lo que hoy llaman realidad que en nada hacen a mi crecimiento personal.
“Los nombres verdaderos os cuentan la historia de quienes los llevan, en mi lenguaje, en el viejo éntico como podría decirse. Es un lenguaje encantador, pero lleva mucho tiempo decir algo en él, pues nunca decimos nada, excepto cuando vale la pena pasar mucho tiempo hablando y escuchando”.
“Fueron los Elfos quienes empezaron, por supuesto despertando árboles y enseñándoles a hablar y aprendiendo el lenguaje de los árboles. Siempre quisieron hablarle a todo, los viejos Elfos”.
“[...] Hubo un tiempo en que yo pude caminar y cantar el día entero, y sólo oír el eco de mi propia voz en las cuevas de las colinas. Los bosques eran como los bosques de Lothlórien, pero más densos, más fuertes, más jóvenes. ¡Y el olor del aire! A veces me pasaba toda una semana ocupado sólo en respirar”.
“[...] -Dejemos este... ¿habéis dicho cómo lo llamáis?
-¿Colina? -sugirió Pippin-. ¿Cornisa? ¿Escalón - sugirió Merry. Bárbol repitió pensativo las palabras.
-Colina. Sí, eso era. Pero es una palabra apresurada para algo que ha estado siempre aquí desde que se formó esta parte del mundo [...] ”.
“[...] -Es posible que ese hobbit me haya salvado de cometer un error irreparable” (Gandalf).
“-¡Misericordia! -exclamó Gandalf-. Si para curar tu curiosidad hay que darte información, me pasaré el resto de mis días respondiendo a tus preguntas. ¿Qué más quieres saber?
-Los nombres de todas las estrellas y de todos los seres vivientes, y la historia de la Tierra Media, y de la Bóveda del Cielo y de los Mares que Separan -río Pippin-. ¡Por supuesto! ¿Qué menos?”.
“Era la primera vez que Sam veía una batalla de Hombres contra Hombres, y no le gustó nada. Se alegró de no verle la cara al muerto. Se preguntó cómo se llamaría el hombre y de dónde vendría; y si sería realmente malo de corazón, o qué amenazas lo habrían arrastrado a esta larga marcha tan lejos de su tierra, y si no hubiera preferido en verdad quedarse allí en paz”.
“No sé cuánto tardaremos aún... hasta el final -dijo Frodo-. Nos retrasamos demasiado en las montañas. Pero Samsagaz Gamyi, mi querido hobbit... en verdad Sam, mi hobbit más querido, mi amigo por excelencia, no nos preocupemos por lo que vendrá después. Terminar con este trabajo, como tú dices... ¿qué esperanzas tenemos de terminarlo alguna vez? Y si lo hacemos, ¿sabemos acaso qué habremos conseguido?”.