Puede remontarnos a algún "viejo callejón" impregnado en su memoria así como en la candorosa y melancólica canción Flores secas, donde sobrevuela a la nostalgia, o por lo menos alguna época cuando los chicos revolucionaban las calles (y jugando con otros chicos), mientras los vecinos de las ciudades se adueñaban de las veredas, y sentarse a compartir una infusión con amigos no era una concesión del tiempo, cuyos mates sólo los privaba el descanso del sol en este lado de la Tierra. "El mundo se está poniendo raro", según escribe en Memorias de un perro mutante, sin desprenderse del recurso de la críptica anudado en los tiempos redonditos puede agregar su truco de magia acorde para dibujar una canción con profunda crítica a través de unos pocos, pero a su vez poderosos símbolos, como el caballo negro de la noche que nos persigue, esparciendo el hambre, la falta de trabajo, y los conflictos sociales. Puede ahondar aun más en el misticismo, presente en las melodías de Luna en Fez que parecerían sólo recogidas de su reciente viaje a Marruecos, si desconociéramos que es un gran asiduo de la cultura oriental.
En líneas autorreferenciales, que intentaré abandonar en el siguiente párrafo, se trata del guitarrista que me inspiró a querer tomar una guitarra y darle vida a sus cuerdas, aunque más no sea para intentar emular alguna de sus canciones. En suma, el sábado cuando Skay Beilinson se adentró nuevamente en la intimidad que brinda Willie Dixon, resonó su grandeza directo a colarse en nuestros sentidos.
Aunque tal vez esa no haya sido la intención por parte de los músicos y sólo forme parte de uno de mis desvaríos, al desarrollo del recital lo percibí como a un viaje, cuyo rumbo lo marcaron las canciones consistentemente engarzadas a una sólida banda que suelta las amarras, desplegando su personalidad en cada una de ellas, y para nada oficia de acompañamiento de un solista.
La llegada de la madrugada lo encontró a Skay en el reducto del barrio Pichincha que lo alberga desde su segunda visita a Rosario, contagiándonos de su ánimo viajero, que trascendiendo el plano físico, evocaba a una irrepetible ascensión musical. Fue así que quedamos inmersos en la luna del desierto, la misma que se ve desde aquella esotérica ciudad que se atribuye de haber sido el lugar de concepción del Tarot. Transcurrió la primera parte del recital intercalando en temas de su último disco, con reminisencias a la distopía, tanto cuando marcó el paso acelerado hacia el Territorio caníbal, como cuando nosotros mismos parecíamos estar girando sobre la bella melodía circular desembocando mediante su estribillo en el mismo carrusel del tiempo que aseguraba la longevidad eterna, un diamante en bruto llamado El viaje de Mary, rocanrol que parece extraído de alguno de los últimos discos de Patricio Rey, y para dejar a todas las almas efusivas para la próxima transición se despidió con un breve receso.
Pensando en la segunda parte del recital, no pude tomar mejor decisión que subir a la planta alta de Willie Dixon, ya que durante la primera, tuve que depender de los intersticios que podían llegar a resultar de las inclinaciones de cabeza de unos cuantos grandulones, a quienes los sesos no les devanaron otra idea que la de ubicarse en la mitad de la multitud. Impecable fue el comienzo cuando regresamos al Medio Oriente a través de su cruenta historia de guerras, siempre tan ligadas a la saña de Occidente, con la canción Lluvia sobre Bagdad que con su impetuosa precipitación de acordes se convirtió en un clásico de la banda, al igual que las infaltables Oda a la sin nombre. Por supuesto, también el Flaco nos permitió reminisencias de tiempos anteriores, y Todo un palo en su versión un poco más apresurada, se llevó las mayores adrenalinas del pogo. ¡Qué decir sobre Lejos de casa, cuyo bajo latió con el pulso de ¡Nueva Roma!
"Nada por aquí, y mucho por allá", en el Dixon.
Video: mipasionricotera, en You Tube
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Pensando en la segunda parte del recital, no pude tomar mejor decisión que subir a la planta alta de Willie Dixon, ya que durante la primera, tuve que depender de los intersticios que podían llegar a resultar de las inclinaciones de cabeza de unos cuantos grandulones, a quienes los sesos no les devanaron otra idea que la de ubicarse en la mitad de la multitud. Impecable fue el comienzo cuando regresamos al Medio Oriente a través de su cruenta historia de guerras, siempre tan ligadas a la saña de Occidente, con la canción Lluvia sobre Bagdad que con su impetuosa precipitación de acordes se convirtió en un clásico de la banda, al igual que las infaltables Oda a la sin nombre. Por supuesto, también el Flaco nos permitió reminisencias de tiempos anteriores, y Todo un palo en su versión un poco más apresurada, se llevó las mayores adrenalinas del pogo. ¡Qué decir sobre Lejos de casa, cuyo bajo latió con el pulso de ¡Nueva Roma!
Se hizo valer el intenso como infinito aplauso para que luego del amague a retirarse, los Seguidores de la diosa Kali regresaran a brindar(nos), la exquisita acústica comandada por la guitarra de Skay que despierta La pared rojo lacre, bluesito que marcha en progresión para deleitarnos en un eléctrico final, que encierra un mensaje de cierto modo esperanzador: "Un torbellino a tu alrededor, átomos y estrellas giran sin parar. Deja tu cielo, escucha corazón. Celebra el día, ahora tu día".
Este viaje no es uno cualquiera, sino uno especial, el cual por el solo hecho de habernos sido otogado posee valor por sí mismo, siendo un viaje a nosotros mismos. Y sin embargo, como el reloj de arena -genuina, de hecho- que porta la entrada del disco ¿Dónde vas? (como no puedo con la sintaxis, me atrevo a corregir, lo correcto sería ¿A dónde vas?) nos recuerda que es tan breve y frágil que tiene sus días contados, es por ello que corresponde cuidarla y disfrutarla al máximo. A pesar de que en ocasiones los valores que rigen hoy en día sean marginales o tengamos que toparnos ante un límite siempre que queremos elevarnos, donde cueste encontrar otra alternativa que sobrevivir, mientras existan lazos como el amor y la amistad jamás nos sentiremos solos, porque nosotros somos únicos portadores de nuestra esencia que nos hace ser como somos y el tiempo, la historia en que nos desenvolvemos es un eterno presente que podemos cambiar, aunque parezca que existen factores irremediablemente impredecibles, complejos o inasequibles para nuestra comprensión. La vida radica en extensión, apertura, derretí esa pared, vos también.
La historia no nos es más ajena que la tinta de nuestra pluma, el papel en ella depende de nosotros.
Canción del título: La pared rojo lacre, Skay Beilinson.