No pueden dejar de provocarme una mezcla de bronca, impotencia, repugnancia, disgusto, desazón los 3 minutos de una secuencia que no me la contaron, sino que la presencié durante la noche de ayer. Esto no sucedió en alguna villa carenciada de la ciudad, ni siquiera la misma historia fue protagonizada por personas de las que uno puede sospechar que pasan necesidad; da igual, en cualquiera de los casos, esta escena fue terrible.
Por un un lado, la nena de unos 10 años, ofreciendo pequeños ramos de flores en una parrilla de la ciudad a cambio de unas monedas, o quizás más necesitada de un poco de afecto y de comprensión para un vacío que la maldita guita no puede curar. Por el otro -lo que descubrí un rato más tarde-, a una cuadra apenas, a un hombre y una mujer (no sé si sus padres o quiénes) fabricantes de la maldad más horrorosa, la más injusta que se pueda cometer: la explotación de un niño.
Y lo que es peor, esto es un crimen penado por ley, y además, por tratados internacionales con jerarquía constitucional, que tienen la misma validez que la Constitución misma y pueden aplicarse y hacerse aplicar en las mismas condiciones que lo hacen los organismos supraestatales.
Y lo que es aun más grave: ¿dónde encuentra la protección del niño cuando él no puede por sí mismo ejercer y hacer respetar sus derechos, ya sea porque no los conoce o porque le resulta imposible el acceso a ellos? ¿Es necesario montar un operativo tan grande que derive en un costo ostentoso y desplegamiento jamás visto antes, desestructurando así la fuerza policial, para impedir que quienes comercian con la inocencia de estos chicos deambulantes continúen beneficiándose también con la impunidad?
Sólo una de las más crueles formas de sometimiento, sólo una de entre las numerosas veces que esto sucede. Pero "veámoslo un poco con tus ojos", que está a la vista de todos.
Canción del título: Todo un palo, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Por un un lado, la nena de unos 10 años, ofreciendo pequeños ramos de flores en una parrilla de la ciudad a cambio de unas monedas, o quizás más necesitada de un poco de afecto y de comprensión para un vacío que la maldita guita no puede curar. Por el otro -lo que descubrí un rato más tarde-, a una cuadra apenas, a un hombre y una mujer (no sé si sus padres o quiénes) fabricantes de la maldad más horrorosa, la más injusta que se pueda cometer: la explotación de un niño.
Y lo que es peor, esto es un crimen penado por ley, y además, por tratados internacionales con jerarquía constitucional, que tienen la misma validez que la Constitución misma y pueden aplicarse y hacerse aplicar en las mismas condiciones que lo hacen los organismos supraestatales.
Y lo que es aun más grave: ¿dónde encuentra la protección del niño cuando él no puede por sí mismo ejercer y hacer respetar sus derechos, ya sea porque no los conoce o porque le resulta imposible el acceso a ellos? ¿Es necesario montar un operativo tan grande que derive en un costo ostentoso y desplegamiento jamás visto antes, desestructurando así la fuerza policial, para impedir que quienes comercian con la inocencia de estos chicos deambulantes continúen beneficiándose también con la impunidad?
Sólo una de las más crueles formas de sometimiento, sólo una de entre las numerosas veces que esto sucede. Pero "veámoslo un poco con tus ojos", que está a la vista de todos.
Canción del título: Todo un palo, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.