domingo, 20 de septiembre de 2009

Todo un palo, ya lo vimos

Todo un palo, más allá del encontronazo mediático con Skay Beilinson, para quienes pretendieron olfatear a través de unas pocas palabras y colocar con tipografía de tamaño significativo y rechoncha (el color es indistinto según el medio) el cimbronazo que hiciera trastabillar la esencia de esta banda. Las razones (si es que las hubo) no importan o no nos interesan ahora, eso es asunto suyo y de ninguno de nosotros.
Fue todo un palo a las emociones, creo que nadie esperaba un recital tan especial donde fue el principio de todo, la ciudad de la génesis de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Me animo a decir que fue más emotivo incluso que el de San Luis vivido el año pasado, para esta misma época. Las 18 horas de viaje (cada vez más lejos, Indio) contadas desde el viernes costaron arriba de los colectivos que nos transportaron hacia Salta, pero se hicieron pasables con bastante música y algunos aperitivos, hasta la recepción, destilando la amabilidad de locales y visitantes, y la banda sonora a cargo de la murga del equipo de Juventud Antoniana, e la ciudad que descubriríamos como la más linda del amor esa noche.
   De Rosario a la gloria. Fuegos de oktubre encendió la chispa de una noche efusiva, así lo ratificó más tarde el Indio: "chicos, los Fundamentalistas están que arden", sosegando a la hinchada redonda. Asimismo, el abrupto cambio en el orden de los temas vaticinó la intensidad vivida en cada uno de ellos, reconfortados en la sensación de que lo sucedáneo sería proveniente de ensueño, tal que recién en el séptimo tema pudimos recuperar el aliento con Ramas desnudas continuada por Bebamos de las copas lindas.
Ahora bien, fui a Salta y tenía que hacer honor a su nombre, por lo que desobedeciendo directrices pseudo-paternales, me bajé de la tribuna al campo, punto de cocción del pogo y de los abrazos interminables en Juguetes perdidos.
¡Dale, dale, daaale! Tanto el buen humor decantado en cada una de sus sonrisas, como el rocanrol maravilla de toda la banda hacen ireemplazables los kilómetros recorridos porque cada uno dejó una huella imborrable, lo cual para quien lo siente y por ende, lo entiende nos regalan algo más aparte, que involucran las ganas de volver.
   ¡Y cómo no! Ejercicio mental previo y debate fugaz murmurado, clásico tras cada presentación de cada tema por parte de Solari, para intentar adivinar ahora cuál sería el anunciado tanguito. Suficiente euforia nos había desatado El arte del buen comer en el primer intervalo, donde se apreció el impecable saxo del invitado Sergio Colombo (Dancing Mood), y después el comienzo del segundo, con El pibe de los astilleros, el cual no escuchábamos desde Jesús María.
   A muchos nos temblaron las piernas, bastante demolidas ya, dentro del fervoroso clima al sonar los primeros acordes de Todo un palo, temazo jamás interpretado en versión fundamentalista. Increíble cómo nos regodeamos desde la guitarra precisa del consolidado Comotto hasta los vientos magistrales.
   Aunque nos dieron reparos, no ocurrió sin torcernos el pulso entre cada balanceo de brazos, y en mi caso, arrancarme unas lágrimas en To beef or not to beef, punzantes gritos hacia el final. Es que un ratito antes también nos habíamos desparramado en la inmensa, pero justa dedicatoria, también extensiva a los desangelados, quienes sobreviven de las miserias más osucras que la sociedad excluye en un reducto de humillación y violencia encarnizada, llevando el nombre de tortura u otra situación aberrante, se llama aquí Pabellón séptimo.
   Para destacar, lo cierto es que el clima entró en sintonía con el sonido, y la temperatura agradable se unió al vendaval de temas ricoteros -en total fueron 17, los cuales habían formado parte de la gira pasada-, donde el pogo se abrió paso para bailar también Ella debe estar tan linda, Me matan Limón, Un poco de amor francés, los dos clásicos enganchados Rock para el Negro Atila / Divina T.V. Führer y Nadie es perfecto / Ñam fi frufi fali fru. Deslumbrante fue la mágica Vuelo a Sidney, y con cierta insinuación flogger salió el pasito no tan nuevo ya de Por qué será que no me quiere dios.
   No faltaron los incesantes agradecimientos de parte del ya auto-convencido vejete Solari (vamos que nos prometiste un disco más), en particular a su doctor, y en general, a toda la indiada habitual vibrante en cada ronda de Un ángel para tu soledad.
   La despedida fue efímera, no hubo tiempo para los bises porque el Indio no se sentía bien de la gola (si te vi agarrar con ganas el vasito de whisky mmm... locuaz, pero no loco) y pidió ayuda para el epílogo Ji ji ji. Para quienes luego nos quedamos descansando muslos, cabeza y corazón acelerado, hubo una danza de fuegos artificiales, merecedora de los últimos aplausos.
   Aun continúa resonando en mi cabeza aquella frase lanzada promediando el recital: "la última bengala en diciembre... van a querer prohibir la navidad". "No me hago ilusiones" (... ¡con lo vivido el sábado!) ni tengo expectativas, pero como el soñar no conoce de límites...
   Antes de terminar, agrego un dato insólito. Debo haber estado en otra dimensión, producto de alguna bebida cuyo efecto desconocía porque en ningún momento pude escuchar fragmento alguno de La piba de blockbuster o El tesoro de los inocentes. Sucede que ciertos medios tildados de serios, los cuales se ufanan de ser mentores de la libertad de expresión además de no cubrir en forma adecuada los espectáculos, han maltrecho la utilización de la muleta "gentileza de...", trasformándolo en un subterfugio para copiar la (des)información, soslayando la correspondiente verificación precedente a la publicación. Me refiero al diario La Nación de Buenos Aires, hablo del Bebe Contepomi cuando dibuja los números de los espectadores.

   Mejor, sigamos disfrutando de nuestra enfermedad, de la más sana.

"Rodando, montado a un tren especial, 
rodando, en alquiler. 
Rodando, mi amor elige el lugar, 
rodando, para estallar" 
Rodando, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Willy Crook en Rosario


Embocó el tiro libre
El clima de la noche del sábado invitaba a disfrutar porque Willy Crook se jugaba un partido enorme. Como había anticipado, volvía a Rosario para retribuirle a la gente lo que había ido a buscar el año pasado, aquel talento inherente y embriagador que sin máculas de ningún vino malicioso destella en sus ojos y se infunde contagioso desde su sincera y cálida voz, ya sea abrazado a su vistosa viola Fender o al magistral saxo que lo acompañó junto a su ex novia -como él mismo define- Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
    Un espectáculo diferente, único, subterráneo, bajo la calle Mitre y dentro de El Sótano, con la excusa del funk, pero regodeándonos de rock con el magnífico Patán Vidal a cargo del teclado y del indeleble acento soul otorgado por la presencia de Deborah Dixon, invitada especial y eterna, además de un bajista quien jamás desentonó.
    De comienzo tardío, quizá dándole tiempo a los últimos seguidores de la selección a sumarse al precalentamiento, que tuvo una muy buena actuación de la banda local dinámica y tremendamente versatil.
    Los clásicos internacionales ochenteros, esos que todos conocen y muchos han bailado o hasta coreado, ignorando siempre a cuál banda pertenecen y no es sino hasta que los vuelven a escuchar que se siguen preguntando lo mismo fueron la constante hasta que terminaron los inmensos pedidos para encontrar un lugar de una concurrencia tan apacible como heterogénea, cuyas expectativas colmaron toda la superficie de El Sótano.
    Empezaba a preocuparme cuando por fin, por fin, de entre los músicos ya en el escenario, salió Eduardo Guillermo Pantano -tal la herencia italiana por parte de su madre, que jugó en la mescolanza étnica con el irlandés paterno-, cuyo primer gesto fue saludar al público incipiente, y enseguida se colgó la lustrosa guitarra y nos sentimos como en casa, como cuando ponemos un disco suyo en el reproductor (lo mismo va para el mp3) y ya no importa más nada.
    Repasó temas de algunos de sus cuatro discos de estudio, como Back to life, Himno, Lite, No Buddy, Savora T, Friendly Fire, Ingratamente y Rock revenge. Se lo vio animado, compartió su buen humor con Deborah Dixon, haciendo cómplices ambos a toda la audiencia, hasta sobre una especie de sistema radioactivo inmanente producto del ruido que ocasionaba el equipo de sonido, y los piropos asiduos de los que era víctima la ex Blacanblus; sólo descansó por las interrupciones obligadas del ahora también boliche nocturno. Por un momento, desapareció, se me vino una zozobra, mas la tranquilidad volvió cuando lo vi reaparecer como salido de otro tiempo, con unas melodías de saxo inefables, tanto que era difícil evitar que las piernas no bailaran solas casi hechizadas.
   Me queda para decir a modo de conclusión y no eufemística, que la alegría es interminable, el placer de encontrarlo nuevamente íntegro, al menos a unos metros, porque de nosotros está indudablemente a un nivel superior. Embocó el tiro libre.


Nobody is gonna stop me now
 (algo así como nadie va a detenerme ahora),
No buddy, Willy Crook y The Funky Torinos.

Fotografía extraída de http://www.rosariorock.com.ar

domingo, 9 de agosto de 2009

"Tu diablo peor, el diablo que reza"

   Éramos unos cuantos ya... y habló el innombrable. No, no lo invoco al caudillo de La Rioja, en esta ocasión hablamos del hombre Ratzinger bajo el nombre oculto de Benedicto XVI, o de las Juventudes Hitlerianas. Una autoridad erigida para reprimir los instintos que conforman la naturaleza humana, que se estatuye como negación del ser, destinada para imponerse sobre cualquier otra creencia.
    Percibo con aflicción que no es sino cuando es hora de sacar las musculosas para guardar los primeros pulóveres en el ropero, y cuando salimos se ven las primeras caras, si es que se ven desde algún refugio improvisado... si se ven porque muchos pasan de largo, que otros tantos sufren el frío más o casi como el calor, el hambre, la exclusión, la discriminación.
    Pero como en la Argentina (como en todos los países, creo) hace tiempo que los medios de comunicación, se pretende imponer el plan de gobierno "a tapa de diario", las imágenes que poco son sin los fondos en rojo sangre no sólo impresionaron a los espectadores, sino también quedó pasmado el que está en todos lados y en ninguna parte, el papa.
   Primero que la pobreza no es un escándalo, en todo caso, lo será para los gobiernos que bregarán por los medios que le resulten posibles para intentar camuflarlo, pero no es asimilable esta conclusión a quien ni en sus mejores sueños logra imaginar un banquete, y cuenta los retortijones de estómago para recibir aunque sea una rodaja de pan, mientras intenta conservar para el resto del día el sabor de las pocas migajas que pudo consumir en una comida.
    Además de que el catolicismo se considera heredero del cielo y futuro conquistado del paraíso, sus oraciones de magnificencia pretenden abarcar la tierra también. Ojalá sean proporcionales con su contribución hacia el Estado que mantiene a su dios desde el preámbulo de la Constitución, a pesar de la declarada libertad de culto. No me gusta arrojar cifras porque no me las acuerdo o dudo de su verosimilitud según la fuente de origen, y sobre todo, porque se trata de personas en su integridad: lamentablemente, será que aquí a gran parte de la población dios le truchó el boleto.


Canción del título: Esto es to-to-to todo amigos, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

viernes, 24 de julio de 2009

Gravedad, la fuerza

   Creo que descendí unos cuantos escalones. Y no uno a uno, sino de a dos, a zancadas, pero no como el andar despreocupado de un gorrión paseante, me parece que si mi cuerpo adoptara otras formas apenas podría rodar. Por cierto, ¿qué haría un gorrión envuelto en el interior de un pasadizo desplegado en forma circular, sombrío, lúgubre, silente a pesar del ascensor frecuente? Seguramente, no más que tantear la puerta condenada, claro "he was given to fly", él fue dado para volar, rugiría Eddie Vedder.
    No crucé la puerta condenada. Ni siquiera me cambié el piyama (o lo que en su defecto visto para dormir) y estoy rodeada del material junto al cual tendré que ser la vecina amigable (presentada ya, eso vale la pena aclararlo), sin que esto obste a esporádicas mudanzas durante la semana y 3 días que restan.  Es estrepitoso el ruido que hacen las hojas a medida que las volteo. El chirriar de la puerta condenada, esa que está presente en todas las departamentos, me exaspera, es como si me exhortara a salir, como si David Gilmour aun estuviera intercalando unos acordes en mi cabeza... "A fatal attraction is holding me fast, how can I escape this irresistible grasp?" Me pregunto ingenuamente por qué no se hará perceptible la llegada de información de una a otra neurona, y este silencio aparente se torna en unos minutos el reuelo más estremecedor. Busco un poco de agua porque el mate autista no está prohibido, como si pudiera apaciguarme... y perdí el lápiz, se cayó, hago un recorrido girando la cabeza en semicírculo, y todo el tiempo persigo a la felina embajadora itinerante con la mirada inquieta... y unas cuerdas me esperan latentes, mientras me trago el deseo de deslizarme en ella, perdiéndome entre sus texturas y cambios de ánimo.
"Donde pueda soltar al gorrión"
    Ya es tarde, se hizo de madrugada. Me consuela saber que hasta la próxima semana no se le añadirá al director de orquesta académico algún jovencito sabiondo con su manual de recetas codificado, de esos que mencioné en alguna otra parte del blog, que en un rato volveré a un espacio de textura más acolchonada, donde puedo inmiscuirme en las historias de mis amantes, algunos vivos, otros muertos. Donde pueda soltar al gorrión. Me asusta darme cuenta de que todavía sigo buscando el lápiz.
 

"A soul in tension -- that's learning to fly.
Condition grounded but determined to try"                                                         
                                           Learning to fly, Pink Floyd.

jueves, 9 de julio de 2009

The Gutter Twins

    Con reminisencias a una sesión del Mtv unplugged, entre los bastidores de La Trastienda de Buenos Aires, el 7 de julio un público más multitudinario del que presentía ya aguardaba disperso alrededor de las mesas cuando recién terminaba de prepararse el escenario. No soy inmune a la gripe A, como tampoco invulnerable a la visita de Mark Lanegan y Greg Dulli, y sabía que esa noche no iba a ser mundana.
    A unos minutos de las 21 (aunque no puedo estimar cuántos debido a la parálisis de mi reloj) se pudo ver, a unos pocos metros al dúo, secundado por el muy buen guitarrista y también vocalista Dave Rosser, que acompaña a Dulli en los Twilight Singers. Los bailes y descensos de las luces violetas y amarillas marcaron el inicio para los psicodélicos The body, God's children y The stations, todos de su disco Saturnalia, editado el año pasado y a su vez motor alegado junto al también suyo EP Adorata para remontar en el tiempo a través de un pasaje musical guiado por algo de folk y country, de modo que no fuera tan abrupta la llegada a los más recónditos paisajes del grunge que lo emergió al hito en los Screaming Trees. Agradables melodías inspiradas de la guitarra de Dulli, y su dulce (que no empalaga) y cálida voz (aunque a veces incurrió en la desmesura de lo suspirante), completadas con los propios sonidos de un grato trabajo de Rosser en las que se acomodó, si bien tímidamente al principio, Lanegan fue surcando y desplegando en este contraste genial asimismo misterioso, la versatilidad que lo caracteriza. Nitidez impecable la del sonido, cabe resaltar. Así comenzó la insondable y exótica travesía, desde el teclado dominador de Dulli, para los atornillados espectadores, quienes, salvo por una breve interrupción de un pequeño grupo de las clásicas fervorosas y enardecidas groupies, y un nimio coqueteo que atisbé más como un gesto complaciente y gracioso en respuesta de Lanegan nos hundimos (gracias a las sillas muy cómodas, también, claro) en la cavernosa e inquebrantable serenidad llevada por Mark sobre la cual satisface reposar, que se paseó por el folk y el blues de sus trabajos realizados mientras intercalaba en las participaciones con Mad Season y Queens Of The Stone Age. Porque dio en la clave, encandilado el trío, ante las luces ahora de color amarillo brillante, promediando el desafío planteado con Dulli de reinventar la lírica donde se dio también ese intercambio generacional: un círculo íntimo ya amigable, pues habían conseguido tal fijeza en la atención de los concurrentes que cualquier tema se insertaría por sí mismo. Sonaron entonces algunos temas de Afghan Wighs, el pasado de Dulli, se animaron a algunos covers y no fue sino luego del amague tradicional de los músicos de simular irse, ante la percepción espectadora de que es muy temprano aun, y provocar el inmediato aplauso que no cesa hasta verlos aparecer nuevamente. Fue así que el gran clásico Dollar bill quedó reservado para el final, llevándose los coros, no sólo del que con afán de lucirse y pasar por experto se aprende todas y cada una de las canciones de memoria, sino en demasía de los eternos e imprescindibles noventeros.
    A partir de un proyecto apenas difundido en el país Internet mediante, The Gutter Twins lograron reunir y captar a muchos visitantes con un show intimista durante una fugaz hora y veinte aproximada sin los bullicios ni excesos de la festividad Saturnalia romana -celebradas en honor al dios Saturno y de cuyo origen proviene la celebración navideña de diciembre-, músicos que a la inversa no necesitan de la parafernalia tradicional desatada en torno a muchos artistas actuales de rock, ya que acústicamente transmiten su esencia. Un atajo perdido para quienes se atreven a salirse por un rato del camino habitual.






Estamos todos en la alcantarilla, pero algunos miramos las estrellas
Oscar Wilde (1854-1900), autor irlandés.