lunes, 17 de septiembre de 2012

La Invención de Morel


 "Creo que perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado; sus perfeccionamientos insisten en la primera idea, rudimentaria; retener vivo todo el cuerpo. Sólo habría que buscar la conservación de lo que interesa a la conciencia".

     Encerrada en un paréntesis, como disminuida o puesta allí para ser recogida por algún curioso se encuentra una de las frases que más se me aprehendió.


     Puede que La invención de Morel haya convertido a Adolfo en un visionario, quien se ha anticipado en el periplo que nos conduce la literatura a lo que a mi parecer se trata de la teoría más fascinante que ha gestado la ciencia en el último tiempo y la cual incluso a una fugitiva declarada de la matemática y la física como me reconozco, le ha provocado atreverse a hacer pie entre unos planteos de una profundidad oceánica que aún redactados en su propio lenguaje al día de hoy le resultan difícilmente descifrables. O quizás, cautivada por una teoría que se atreve a presentar sus postulados como una superación de las concepciones físicas predominantes, el paradigma holográfico se inmiscuye con la misma magnitud en la interpretación de los temas a los cuales tengo alcance. Indaga sobre una realidad primigenia, fuera de nuestro alcance habitual, donde materia y espíritu forman parte de la misma identidad, desde lo no-manifiesto emergiendo hacia lo manifiesto, donde no somos sino solamente integrados en una misma conciencia.

     Se trata de un relato desplegado en torno a la desesperación de quien comienza a vacilar de sus propias creencias que incluso se resguarda bajo el anonimato. La verosimilitud oscila entre las posibilidades de la alucinación, la enfermedad, los sueños y la locura, en síntesis con elementos que no terminan de cobrar sentido como la abrupta irrupción de un grupo de seres cuyo extraño comportamiento se mueve en un eterno retorno nos hacen vacilar sobre la naturaleza del intrincado enigma que habita en la isla solitaria. Cuando descubrimos que tiempo y espacio pueden quebrarse, entonces sabemos que la realidad está trastocada, lo poco de fiable que le quedaba a la percepción cerebral se resigna y la especulación se instala. El deseo de superar la mortalidad alguna vez invocado por cada hombre y mujer se ve condensado en la controvertida figura de un hombre, confundido entre la ciencia y sus ambiciones egoístas en la consecución de una invención que favorezca eternamente a su amor. La aspiración a la felicidad y a la libertad participan en autointerpelaciones que van construyendo la trama, yuxtaponiéndose con la realidad paralela. Pero persiste fundamental la mirada que pone en marcha su funcionamiento, su presencia proyectada, su simulacro de vida. ¿Dónde vive mi esencia, dónde soy más real? Nos constituimos mediante los actos de los sentidos, nos aparecemos para el otro. Al igual que cuando las energías cuánticas existentes como cúmulos de posibilidades en ondas, carentes de forma material definida, al ojo del observador desaparecen dando lugar a la materia. Nos conocemos como uno cuando reconocemos a los otros. Y jugamos a las escondidas con la percepción. Nos hacemos necesarios y a esa distinción la erradicamos, innecesaria.

"Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré una suplica. Búsquenos a mí a y Faustine, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso".

lunes, 10 de septiembre de 2012

Inconvenientes lectores

     Encontrarme a apenas cuatro hojas del final de Plan de Evasión, y descubrir que alguien decidió llevarse del ejemplar prestado de la biblioteca, como recuerdo de su lectura (todavía no quiero creer que alguien pueda satisfacerse en urdir un plan para demorarle el desentrañamiento del misterio de la isla a un próximo lector, o que un atentado contra la biblioteca tenga por qué recaer en un civil), una de sus últimas hojas... ¡una de sus esclarecedoras últimas hojas! Arribar enseguida a la irremediable, al igual que tozuda reacción de enfadarse con alguien, y no saber con quién. Evalúo la primera de las conjeturas esbozadas entre paréntesis (y entre ánimos adversos)... y ahora la creo razonablemente probable.

martes, 4 de septiembre de 2012

La santa curiosidad

"Siéntete como un niño pequeño ante los hechos
y prepárate a abandonar cualquier noción preconcebida,
sigue humildemente adondequiera
y a cualquier abismo que conduzca la naturaleza,
o no aprenderás nada".
Thomas Henry Huxley en El Paradigma Holográfico

     Qué menoscabo hacia aquellos estudiantes imbuidos de deseos de conocer teorías que indagaron en un fenómeno tan apasionante de estudiar como lo es la percepción (a la manera que, por ejemplo, lo expone la escuela psicológica de la Gestalt), el tener que verse forzados a aceptar que los docentes a cargo de las materias que curso en la Facultad de Psicología de Rosario no pueden retirarse de su raigambre psicoanalítica al menos lo que dure el tiempo de hora y media de clase.

     Tal vez ignoren que en nuestros primeros acercamientos, los prejuicios que encierran sus referencias de reprobación a dichas teorías desalientan las posteriores revisiones, coyuntura que sólo puedo comprender desde su inferencia prematura de que todos los estudiantes ya hayamos decidido en primer año adoptar como método de trabajo al psicoanálisis. No desacredito, claro que se hayan formado una opinión propia de otras escuelas, sólo que me resisto a dar como verosímiles críticas que muestran su invalidez desde que son infundadas. 

     Me considero afortunada cuando descubro que puedo contar con el entusiasmo que me brinda mi curiosidad, la cual me impide descartar nada de antemano, sin antes haber despertado mi atención a posar mis ojos sobre ello. Aunque creo que esta cualidad debería ser motivada o fortalecida en la educación, sobre todo desde quienes se encuentran orientando la dirección donde se encaminan las clases, como lo son los docentes. Puesto que si un docente carece de esta disposición, el espíritu curioso, esencial en mi opinión para no desviarse nunca del intrincado camino del aprendizaje, y en cambio se presta a visiones prestablecidas, muchas de las cuales se replican si uno transita varias materias a la vez, ante ningún imperativo de examen podrá lograr que los estudiantes se aparten de la lógica del estudio a base de la memorización de libro y purga textual de autor, que muchos luego, de manera contradictoria, manifiestan despreciar.

     Resulta claro, y de aquí se desprende, que esta crítica también está dirigida hacia a mí por haber adherido a la cobardía de la indecisión, porque no fui capaz de haber alzado la mano durante la clase para decir que según mis últimas lecturas el principio sobre el cual se sostenía la teoría de la Gestalt quedaría demostrado gracias a la teoría holográfica, y aún viceversa... cuando ella, docente de D.P.C, tuvo que expresar que "algunos todavía creen que los animales sueñan... como si pudieran pensar". Con mi silencio incliné la cabeza ante la autoridad y en apenas el transcurso de efímeros segundos firmé mi aval a una muy peligrosa realidad (que se ensancha casi inconscientemente), contribuyendo a asentar el riesgo de que en lugar de una genuina formación (que por cierto, no cese) que no sólo tienda a la obtención de un trabajo sino a abarcar nuestra posición en el mundo y en nosotros mismos, por el contrario se nos esté inculcando un adoctrinamiento que nos acostumbre a dar por sentados los hechos sin necesidad de una discusión previa, que nos haga conformistas, holgazanes de mente, enjaulados de prejuicios que aplastan todo intento de crecimiento, fieles hasta el punto de ser moldeados de acuerdo a las exigencias exteriores e ignorando que no es otro que cada uno el responsable de hacerla valer en su sentido más pleno, el de vivir.

viernes, 31 de agosto de 2012

V

    El ambiguo enigma, de evocar una indiferencia hija del rechazo en ciertos seres, que al mismo tiempo puede hacernos mudar hacia un encanto llamativo a la vista de otros.
    Entonces, los rasgos que tienden puentes indisociables coinciden con aquellos que van forjando la desunión.

martes, 28 de agosto de 2012

El Encanto del Erizo


- ¡No me ha reconocido, no me ha reconocido!
- Es porque no la ha visto nunca.

Cuando leí sobre una película que trataba acerca de una persona que trabaja como portera me interesé de inmediato. Es que nunca había visto ninguna, y peor aún, habiendo transcurrido mi vida en edificios, jamás he llegado a conocer bien a ninguno de ellos, si bien no habitaban los edificios como en esta peli.
Sin embargo, aquí nos atraviesa otro meollo...
¿Cuántos prejuicios podemos construir?
¿Cuánta naturaleza adquirimos?
¿Cuántas realidades personales retorcemos en este sencillo acto de imagen y palabra?
¿Cuánto del otro nos atrevemos a opacar?
¿Cuánto nos separamos?
¿Cuánto nos estropeamos, finalmente?