martes, 17 de julio de 2018

Varón...

Continuar viéndolo, 
es uno de mis errores
más sensualmente favoritos.

jueves, 21 de junio de 2018

Sol en Cáncer y alegría en casa 4

La próxima vez, siento que voy a querer decirle: "espectacular tu clase del otro día" y se me van a querer escapar los brazos del torso. Pero por supuesto, el abrazo no me va a salir. Siempre digo que antes que exhibicionista, soy inhibicionista. Y además, si planeo las dos cosas, seguramente me quedarán ambas guardadas para mí, como proyectos inconclusos.

No sólo fue que me resultó todo tan claro, el entusiasmo de su transmisión, y el que haya hecho palpables situaciones clínicas que yo toco con la experiencia sin perder el rigor y la coherencia de los conceptos, es un combo que no conseguía fácilmente cuando un profe dictaba psicoanálisis en la facultad... Más que eso: últimamente me resultaba bastante aburrido y hasta confuso leerlo a Freud. Pero ésta, es una alegría tanto inmejorable por lo inaudita como absurda por lo fugaz.

Mi tendencia es sentirme teóricamente cada vez más cerca de Carlitos Jung y la inminencia del congreso "Lo humano es simbólico" en Córdoba lo reafirma en magnitudes directamente proporcionales a la sonrisa que se me dibuja en la cara cada vez que pienso en ello. Pero el seminario que curso, "El narcicismo en la clínica actual" basado en la obra de Bleichmar y Horstein, hoy me tentó... así como ese Lemon Pie que hace aproximadamente dos semanas quiero cocinar, que por un momento me dije "Apalapapa!, esto suena bastante interesante por los visos de realidad" y sentí placer al sentirme una junguiana con derecho a roce de otras corrientes, cuando las juzgue sensatas en sus planteos.

Ahora ... sí quiero ponerme spinoziana y astrológica: ¡qué alegría lo que puede un cuerpo cuando se confirma el hallazgo de un hogar, sobre todo consignando el Sol de hoy en Cáncer, aunque sea uno teórico, y aunque sea uno prestado por lo que dura la hora y media de la clase. Qué motivada fue la pedaleada de vuelta. ¡Quiero vale 4! Truco y re-quete-contra-re Truco!

¡A entangarse si son guapos!

domingo, 17 de junio de 2018

"Un fuerte egoísmo preserva de enfermar, pero al final uno tiene que empezar a amar para no caer enfermo, y por fuerza enfermará si a consecuencia de una frustración no puede amar".
Introducción al narcicismo, S. Freud (1914).


Más que extrañarlo a él,
siento que, con la intensidad de la verdad añoro,
lo que podríamos haber sido juntos.
Y siempre nos encargamos de suspender...

galopando los excesos de orgullo,
de quien piensa que tiene toda la vida,
toda para disfrutar...

con la altivez de quien se atreve a disputarles,
a las cuestiones del amor,
su justo valor.




jueves, 10 de mayo de 2018

Preludio de Luna en Piscis

La yerba está pasada: en estas condiciones, el tomar mate bien podría ser una transgresión a la tradición. Pero ante todo, una sigue respetando a su estómago. Ya me había levantado para conseguir banco. No tengo ganas de volver a levantarme para salir del aula, a renovar la yerba. La clase se me hace inhóspita, y si salgo es para marcharme definitivamente. El séquito de estudiantes le aplaude a su siempre-y-cuándo-no-bien-tolerado profesor el granizo de ocurrencias que no vienen al caso de una clase sobre educación. Ojo, que acompañando la base rítmica del choque de unas copas de cerveza o de vino, serían un hitazo. Por un momento pienso que quizás en mi intolerancia se entremezcle el hecho de que son las 17 hs. y que ese día la alarma del celular me arrancó de la cama a las 5 a.m. para terminar de preparar un trabajo de su asignatura.

Pero por otro momento... no... (desde que concurro a su clase, en algún momento) mi endiablado sentido común me chista que tengo que ser premeditada, levantar la mano, considerar un triunfo el derecho a la espera, porque hay otro de sus secuaces que se postula a interlocutor al modo de ayudante de cocina que se ofrece a decorarle su torta con todos los firuletes de dulce de leche y crema, y por fin poder espetarle al profesor, "que en estas condiciones seguramente me ganaré un aprobado en la materia pero habré resignado mucho tiempo". Sí, él estaba en lo cierto cuando en la clase anterior, me llamó la atención porque según su sano juicio estaba preocupada mirando mi reloj pulsera.

Pero en realidad... para ser francamente sincera (es uno de los atributos que la gente más me destaca, más allá del bien y del mal) estoy allí por el aprobado. Y porque el resto de los profesores parecen estar tan chiflados como él. -¿Y ya falta menos para irnos? Le consulto al reloj. Ah... al menos sus modos no son agresivos. Así que tendré que ponerme a esculpir una figurilla de arcilla de la paciencia. ¿Cómo es la forma que tendría que asumir tolerancia? Quizás tendría que esperar a terminarla, y en cambio, dedicarme a moldear la sustancia. Tal vez así me daría cuenta que mis pretensiones hacia este hombre revelan mi orgullo... en otras palabras, mi falta de paciencia hacia mí misma.

Oh... sagrado tiempo. Quisiera seguir conociendo a Jung e inventándome un plan de estudios, de carrera, de vida... o cuando menos, tratar de arreglármelas para aprobar Psicología social en quince días. En 2 hs. alguien volvió a elegirme. No importa cómo. Hizo lo que tenía que hacer y estuvo bien. "El todo no lo es todo", dice el apunte, "esto no es la garantía de que haya logrado algún grado de especificidad o particularización". Cuando el cuerpo me regalaba sangre a borbotones, el lugar para estar era la biblioteca. Ahora sí, gustosa de catar la yerba nueva en el mate. Ah... ahí sí que el pianito de Bill Evans puso a bailar a mi mente con Ana María Fernández... Aunque qué bien que se enmarañó conmigo sobre las sábanas aquél muchacho el otro día. Hasta me hizo olvidar... Que lo había olvidado, que se lo pasaba tan bien y que yo podría sentirme en condiciones para proclamar una ley física, que a un percepto le sucede otro distinto no siempre de igual magnitud pero en relación directa con el tiempo transcurrido. Y para enseguida querer borrarla de un plumazo porque no quiero saber nada con seguir echándole leña al fuego leonino de la vanidad que, cuando no está sacando a ostentar sus encantadores atributos, me la cruzo juzgándome a los latigazos a modo superyoico porque nunca me doy abasto.

Anoche, durante un interludio de la clase de tango, sonó una canción de flamenco. Puse en acción mi mnemotécnica por antonomasia: concentrarme sólo en una parte de la letra y tratar de retenerla. Podría bien haberle preguntado a la profe de qué canción se trataba pero en vez de eso me fié de mi memoria. Seguramente a través del buscador de internet, que es capaz de hallar una aguja en un pajar, la encontraría fácilmente. Bastaba teclear "dos amantes+sobre mí+flamenco" pero me faltaban algunas palabras que seguramente dejé escapar de alguno de mis pasos sobre la pista. Qué lindo el sentirse elegida para bailar... para lo que sea que implique el disfrute bondadosamente compartido. Que no es vanidad, porque la vanidad es pretender el dominio siempre fallido de la belleza por la ignorancia.

Creo que los tangueros tienen una sana costumbre: cuando se cambia de pareja de baile, a ésta se la despide con un beso en la mejilla y un "gracias" intercambiado con palabras. No sé si así se cura la herida o si en realidad estaré aplicándole emplastos de aloe vera. Como sea, no importa. Biendecidas las humoradas de los aprendices de tangueros que bailaron conmigo. Un aplauso para el asador, y otro para el tiempo amablemente disfrutado. El resto, no importa. A la canción de flamenco no pude encontrarla. En cambio, encontré otra que tiene un cariz instrumental suave, muy similar. En todo caso, puedo preguntarle a la profe el miércoles que viene cuál podría ser la canción que estoy buscando.


lunes, 7 de mayo de 2018

Algo así como el desamor...


"Justamente un paraguas, Maga, te acordarías quizá de aquel paraguas viejo que sacrificamos en un barranco del Parc Montsouris, un atardecer helado de marzo. Lo tiramos porque lo habías encontrado en la Place de Concorde, ya un poco roto, y lo usaste muchísimo, sobre todo para meterlo en las costillas de la gente en el metro y en los autobuses, siempre torpe y distraída y pensando en pájaros pintos o en un dibujito que hacían dos moscas en el techo del coche, y aquella tarde cayó un chaparrón y vos quisiste abrir orgullosa tu paraguas cuando entrábamos en el parque, y en tu mano se armó una catástrofe de relámpagos y nubes negras, jirones de tela destrozada cayendo entre destellos de varillas desencajadas, y nos reíamos como locos mientras nos empapábamos, pensando que un paraguas encontrado en una plaza debía morir dignamente en un parque, no podía entrar en el ciclo innoble del tacho de basura o del cordón de la vereda; entonces yo lo arrollé lo mejor posible, lo llevamos hasta lo alto del parque, cerca del puentecito sobre el ferrocarril, y desde allí lo tiré con todas mis fuerzas al fondo de la barranca de césped mojado mientras vos proferías un grito donde vagamente creí reconocer una imprecación de walkyria. Y en el fondo del barranco se hundió como un barco que sucumbe al agua verde, al agua verde y procelosa, a la mer qui est plus félonesse en été qu'en hiver, a la ola pérfida, Maga, según enumeraciones que detallamos largo rato, enamorados de Joinville y del parque, abrazados y semejantes a árboles mojados o a actores de cine de alguna pésima película húngara. Y quedó entre el pasto, mínimo y negro, como un insecto pisoteado. Y no se movía, ninguno de sus resortes se estiraba como antes. Terminado. Se acabó. Oh, Maga, y no estábamos contentos".


Rayuela: págs. 16 y 17 (Editorial Punto de Lectura, 2010). Julio Cortázar. 1963
Imagen: cuadro de Leonid Afremov