viernes, 15 de mayo de 2009

Enredaderas. Gente

   La cama deshecha, el frío se escurre por entre los recovecos de la ventana, adueñándose de la habitación. Las enredaderas se enmarañan, miran de reojo el vidrio empañado, del otro lado espían y se infiltran. Inconclusas marean, aunque pueden ser igual de constantes y atraparnos. Engañosas. Se introduce la gente. Y respiro, aún exhalo al hablar.

jueves, 30 de abril de 2009

Amnesia

   Prefiero creer que me ha poseído una amnesia y olvidarlo todo. Desde el cómo, el cuándo, dónde y por qué, y las pastillitas de colores. En realidad me cuesta pronunciar estas palabras, y me gustaría creer también que al terminar de decirlas, no cambiaré de opinión, ni siquiera un entrometido e impertinente lagrimón me recordará por qué duele.

miércoles, 29 de abril de 2009

Insignificancia

   Un olor nauseabundo envolviéndome. Un estómago desintegrándose. Y la sien, perpleja. Es entonces cuando algunos se preguntan cómo ha empezado todo.
   Ya voy a dejar de arrastrarme por sórdidos pantanos, raspándome las rodillas a placer ajeno.
   Esos perros emuladores, mientras buscan pareja para su juego burdo, sólo enfocan sus ojales abigarrados y comentan la función. Bien que hacen.
   No los culpo, pues ¿qué más pueden hacer?
   Los lobos aúllan sus voces sensibles, aclimatan el ambiente, lamen las heridas.
   Los devoradores de la insignificancia ahora esperarán medio vacíos su próxima víctima.
   La impaciencia acongoja a los unos y a los otros.

lunes, 27 de abril de 2009

Siddhartha

   “Cuando alguien busca fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa; no puede absorber ninguna otra cosa, pues se concentra en lo que busca. Tiene un fin y está obsesionado con él. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo significa estar libre, abierto, no tener ningún fin.

    La frase citada (creo) sintetiza de la mejor manera la búsqueda del camino de Siddhartha, protagonista de la novela homónima de Herman Hesse, y tal como quedó marcada en el libro físico, que hace una semana puse a descansar en la biblioteca junto con los de su especie continuará refulgente en este tiempo de encuentros y desencuentros furtivos. 
    Para este joven hindú, acostumbrado a ser complacido y admirado por su padre y su amigo, su compañero, su sombra definitiva, debido a su inteligencia, sus habilidades para la meditación, la contemplación del vacío interior permite rebosar únicamente de insatisfacción esperitual de decir todo aquello considerado digno de ser visto en un ser humano.
El texto avanza merced al ahínco descriptivo de la loable mano de Hesse, de gran trato con las emociones en lugares donde las únicas referencias que tenemos son unos cuantos paisajes a los que puede escaparse tomando la forma de una roca, un ave o cualquier otro animal, pero eso no es sino una forma de soslayar la realidad circundante: un mundo cruel, si tenemos en cuenta que fue escrita en 1922, posteriormente a la Gran Guerra, lo mismo en cuanto al consejo o doctrinas que pueda recibir de los demás aun si son eruditos. La sabiduría es imposible de ser transmitida, sólo el saber. Y no significa una crítica al budismo, ni nada parecido, porque él transita varios caminos durante su travesía, en el afán descubrir por sí mismo el secreto de los hombres, podrá conocer una cantidad ilimitada los placeres terrenales, pero sólo él podrá sentirse y hacerse dueño de su propio curso, porque en definitva, como escribe Herman Hesse, estoy perfectamente de acuerdo que lo que es tesoro y sabiduría de un hombre suene de un modo tonto en los oídos de otros.
   Encuadro sus conclusiones filosóficas, topándome con otro salvataje nitzscheano, en realidad evolución del filósofo griego Heráclito. El barquero encuentra en el río una unidad existente sin perjuicio del tiempo, donde fluyen los rostros que nacen y mueren, llevando en su cauce la historia de su vida, aprendiéndolos a escuchar, a borrar algunos y quedarse con otros, escogidos por su propio autor.



¿Encontraré por mí mismo una casa? 
                                                                                                                      Una casa dentro mío.
Nosotros encontraremos un camino.
 Nosotros encontraremos nuestro lugar.
Soltá la cuerda, soltá la cuerda. 
Salí de mi jodido rostro. 
Leash, Pearl Jam.

miércoles, 22 de abril de 2009

Eraserhead

Surrealismo desde el ápice de la palabra podríamos decir acerca de esta película. El preludio "no es para cualquiera" entraría con seguridad en la reseña de los críticos de cine.
Bastante tiempo fue el transcurrido desde que alguna no me ofuscaba como lo hizo esta, desde el inicio. Un sonido estrepitoso que se transforma en un seseo es la antesala para ver a un cerebro contra la cabeza del protagonista principal, llevando su característico peinado hacia arriba, que aparece de costado, de la cual luego sale un espermatozoide a toda velocidad causan el primer impacto al espectador. Luego, el desarrollo lento intercalado por la aparición de imágenes, y de personajes excéntricos y de pocas palabras, definitivamente impiden desviar la mirada para sólo focalizarla en la pantalla. La atmósfera perturbadora creada a partir del paso solitario del extraño personaje, mientras atraviesa el laberinto urbano-industrial, y los ruidos asiduos se mimetizan para dar lugar a un ambiente sórdido que se dinamiza a partir de lo que será el eje de la película: la noticia del nacimiento de un ser semejante a un feto de oveja es revelado al padre de éste, y se convierte de este modo en el desencadenante de los sucesos de la película ante los cuales actuará de un modo tan natural, interpretado brillantemente por Jack Nance.
  Sin embargo, lo interesante de Eraserhead (Cabeza borradora) o "Historias de Filadelfia" (1977), como prefería llamarla su director David Lynch, por significar ésta una historia muy personal sobre sus recuerdos en esa ciudad, ha llegado a dicha combinación sin crear un absurdo de ello. De él sabemos que es un reconocido director norteamericano referente del género, quien en este caso se encargó asimismo del guión, y hasta de los efectos especiales y la música de la película. Aun me producen zozobra los jadeos constantes del  horripilante bebé, y la aparición en escena de la mujer del radiador en medio de las oníricas experiencias, y nuevamente se desprenden los efectos del sonido, los cuales evocan la angustia, y enmarcan el trinomio de la pesadilla conyugal-paternal-familiar que vive en carne propia Henry, vislumbran los extremos de cuyo hilo penden sus destinos opuestos. Es increíble cómo aún con un presupuesto tan escaso pueden lograrse efectos visuales por demás de impactantes.

Clic para verla desde Google sin subtítulos, pero si saben algo de inglés es entendible además, debido a los pocos diálogos.