Ojalá todos pudieran conocer a esta niña, y si esta posibilidad resultase tan remota como para esfumarse de la realidad y quedarse a vivir donde los sueños crecen hasta hacerse mayores, que todos al menos podamos alcanzar sus rizos a través del libro, aprendiendo de su peculiar cualidad, una prácticamente ignota siendo que a menudo se la confunde emparentándola con enunciados de juicios y opiniones, la de saber escuchar. Espero que también intuyan que el de la novela es sólo un título, y no repriman fuera los deseos de concretar un abrazo con los encantadores Beppo o Gigi suscitados durante la lectura, o cómo no, los deseos de entablar algún juego con alguno de los niños vecinos... o aún mejor, olvidarse de los caracteres físicos por un rato, y sumirse en una zambullida al interior a buscar a aquél niño que no se perdió del todo, porque seguramente se habrá ido a jugar a las escondidas.
Presiento que este libro va a convertirse en uno de mis favoritos, de modo que ya comencé a prepararle su refugio en mi mesita de luz. Probablemente su entorno no albergará algún cuadro como el que fue obra del albañil, a causa de mi carencia de aptitudes artísticas (y aquí los lectores de Saint-Exupéry podrán comprenderme), ni (por razones que no precisan explicación) podré construirle un hogar donde circule fuego en materia, pero intentaré transmitirle la calidez de varias emociones.