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sábado, 26 de febrero de 2011

Libros usados

   Ayer fui a una tienda de libros usados... No sólo por cautela sigo preguntándome por qué les llaman así a los libros que ya fueron deshojados por alguien que según su gusto decide si dejar su marca entre la portada y la contraportada. Me gusta recorrer los los pasillos, como si fueran pasadizos ocultos dentro de un gran laberinto y quizás llevarme alguna sorpresa con  detenerme en uno de sus escondrijos secretos. Me agacho, me arrodillo, dirigida por mi cabeza viajante en busca de las posiciones acordes a medida que mis ojos se ensanchan o achinan, dependiendo la distancia  en la que se encuentren ellos, tan acomplejados por otros lomos ostentosos y relucientes, así como frágiles que a veces causa recelo tomarlos, como si con sólo tomar algún libro se fuera a arruinar un paisaje extraordinariamente armónico. Es que me siento como en casa cuando una amable voz que sólo puede albergar alguna librería de segunda mano, se acerca por medio de adecuadas sugerencias a invitarme a participar de este pequeño cosmos. Soy exploradora de tesoros por descubrir recién cuando me arrellane sobre el sillón de mi casa.
   Ahora bien, yo los leo, cambio como el cielo azul de verano de Rosario se comienza a tornar en algún día de frío nórdico me voy desgajando línea a línea de las cuatro paredes hasta estremecerme dentro de algún opresivo mono azul o reír a través de un simpático pasaje. Me transformo, cuando huelo los nombres, y me invento  nuevas y viejas edades, al saber que a cada arrugar de página mi mente oxigenará una nueva historia con ellos.
   Será engañoso y peligroso ese laberinto que podrá desviarnos en nuestra lectura e incluso, otorgar el derecho a un desconocido errante del destino de un libro, si va a ser leído y luego acurrucado en la biblioteca, renovándole su suerte en un próximo encuentro mientras se luzca (sólo si lo conservamos libre de polvillo) soberbio y sublime cuando nos mire desde allí tan galante e inasequible como la primera vez, o usado por nuestras manos, nuestro hemisferio derecho o quién sabe qué, arrojado nuevamente en el devenir, llevando en su marcha, además el aroma particular que desprenden las escondidas tramas de alguien que prefirió descartar, olvidar o simplemente recrear una nueva historia.

jueves, 7 de octubre de 2010

El Miedo a la Libertad

    ¿Hasta qué punto la libertad puede transformarse en una carga demasiado pesada, al extremo de querer prescindir de ella? Desde que el hombre nace se ve predeterminado a atravesar una determinada secuencia, dependiendo del sistema económico, llegando a ser el factor primordial en la determinación de toda la estructura de su carácter, por cuanto la necesidad de autoconservación lo obliga a aceptar las condiciones en las cuales debe vivir y pronto deberá alimentarse, beber, asimismo desarrollarse en un lugar adecuado, es decir se verá obligado a escoger un trabajo o profesión que le permita sostener su modo de vida. Pero además de estas necesidades fisiológicamente condicionadas, tendrá la necesidad de relacionarse con el mundo exterior, de evitar el aislamiento para no sentirse solo e inseguro. ¿Pueden estos deseos ser tan compulsivamente abrumadores como responsabilidades que lo lleven a renunciar a su propio yo individual en detrimento de ser parte de la sociedad y de sus éxitos?
    Tal como el niño sufre el desarraigo de su madre a medida que comienza a concebir su existencia como una entidad separada de un mundo que se le sobrepondrá en su inmensidad como sus exigencias, Erich Fromm traza un paralelo con el período de producción feudal en su pasaje hacia la era capitalista. El individuo ahora está solo, ya no posee su determinado, inmutable e indiscutido lugar en el planeta, tampoco la Iglesia para explicarle (y justificarle) su origen y destino, ni los brazos de su madre son suficientes para salvarlo de las dudas. Es entonces cuando sobreviene la emergencia del individuo, quien podrá tener miedo, sentirse amenazado, sufrir de angustia e impotencia, sin embargo ya no podrá regresar al seno materno como tampoco revertir el proceso de inviduación, ya que si bien conscientemente volverá a sentirse seguro y satisfecho, en su inconsciente se encuentra abandonando la fuerza y la integridad de su yo, es decir renunciar a su personalidad para sentirse parte del mundo exterior.
    Así inicia el reconocido psicoanalista alemán su recorrido a través de El Miedo a la Libertad (1941) en la historia de la humanidad con el afán de encontrarle respuesta al interrogante de cómo fue posible el surgimiento y establecimiento del nazismo, proponiendo dejar al margen las visiones estrechas que consideran su advenimiento a partir de causas económicas, o psicológicas, sino indagando en ambas.
    "La bella señora está desencarnada". Así como dio el puntapie al afianzamiento de la denominada Reforma protestante y del nazismo, la vorágine de la oleada capitalista fue incorporándose de tal magnitud a través de los siglos que encontró a quienes no pudieron treparse a su cresta tan indefensos en la decadencia bajo la inflación y posteriores devaluaciones de dinero, que los sentimientos de angustia e impotencia ante el mundo tan abrumador como aplastante no tardaron en llegar. Más tarde, no obstante  serían conquistados por los movimientos democráticos en dirección a la destructividad del mal que los amenazaba, encarnado en la superación del autoritarismo. Parece ser que como contrapropuesta, nos ha sido ofrecida la liberación de la sumisión a otro poder externo, ya sea la Iglesia o el fascismo. Sin embargo, formula Erich Fromm "el derecho de expresar nuestros pensamientos tiene sentido sólo si somos capaces de tener pensamientos propios". En este sentido, puedo afirmar la falacia que constituye la base de la democracia, social de origen cristiano, como bien escribía Nietzsche, y propugna que dado que somos iguales merecemos los mismos derechos. Esta postura no ha conducido sino a otro mecanismo de evasión, la automatización de la población, que resulta en un conformismo compulsivo, en el cual mientras continúa concibiéndose como libre y sujeto sólo a su propia determinación, va desprendiéndose de su identidad.
    "Un par de sienes ardientes, que son todo el tesoro". El ejemplo más directo de esta tendencia, puede apreciarse en la influencia de los medios de comunicación y en particular, en su modo tan banal de presentar las noticias como fragmentos de la realidad sin relación alguna entre sí. Por otro lado, tratan de la misma manera, con idénticos tonos de voz sugestivos y esas expresiones gestuales insinuantes una catástrofe devastadora como algún suceso trascendente que pueda llegar a ocurrir en el reality Gran Hermano. La pregunta que vendría a situarse entonces es: ¿cómo sabemos lo que sabemos? No resulta extraño encontrar gente que está convencida que sabe de política, cuando en realidad reproduce casi textualmente lo que lee en el periódico a diario. Pues, otro ejemplo, cuyos efectos podemos ver más a menudo está dada por los métodos de enseñanza. Aun prevalece el falso dogma de que se sabe más cuando se posee mayor información. Mediante esta superstición los estudiantes no aprenden a pensar, en su lugar sólo amontonan cúmulos de hechos recortados e inconexos. Esto no puede provocar más que indiferencia y confusión ante los sucesos del mundo moderno. Si constantemente cambian las necesidades, un teléfono celular se transforma en un reproductor de mp3-cámara de fotos-internet con un celular, si cuando estamos en la universidad, lo único que queremos es obtener buenas notas para graduarnos lo más pronto posible, y cuando lo hemos conseguido, sólo generar dinero para tenerlo todo cuanto pueda poseerse... ¿qué hemos obtenido en el camino?, ¿dónde hemos estado acaso mientras eso ocurría?, ¿qué se supone que deseamos?, ¿queremos en realidad eso, lo hemos elegido como propio?, ¿qué somos?, ¿humanos o emociones prefabricadas?
    Espero que cuando la noche sea más oscura se venga el día en nuestros corazones, como canta Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Queda claro que el capitalismo y la democracia no se llevan bien. Quizás la vida en democracia sea una ilusión, quizás la libertad sea sólo libertad de consumo.

lunes, 27 de abril de 2009

Siddhartha

   “Cuando alguien busca fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa; no puede absorber ninguna otra cosa, pues se concentra en lo que busca. Tiene un fin y está obsesionado con él. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo significa estar libre, abierto, no tener ningún fin.

    La frase citada (creo) sintetiza de la mejor manera la búsqueda del camino de Siddhartha, protagonista de la novela homónima de Herman Hesse, y tal como quedó marcada en el libro físico, que hace una semana puse a descansar en la biblioteca junto con los de su especie continuará refulgente en este tiempo de encuentros y desencuentros furtivos. 
    Para este joven hindú, acostumbrado a ser complacido y admirado por su padre y su amigo, su compañero, su sombra definitiva, debido a su inteligencia, sus habilidades para la meditación, la contemplación del vacío interior permite rebosar únicamente de insatisfacción esperitual de decir todo aquello considerado digno de ser visto en un ser humano.
El texto avanza merced al ahínco descriptivo de la loable mano de Hesse, de gran trato con las emociones en lugares donde las únicas referencias que tenemos son unos cuantos paisajes a los que puede escaparse tomando la forma de una roca, un ave o cualquier otro animal, pero eso no es sino una forma de soslayar la realidad circundante: un mundo cruel, si tenemos en cuenta que fue escrita en 1922, posteriormente a la Gran Guerra, lo mismo en cuanto al consejo o doctrinas que pueda recibir de los demás aun si son eruditos. La sabiduría es imposible de ser transmitida, sólo el saber. Y no significa una crítica al budismo, ni nada parecido, porque él transita varios caminos durante su travesía, en el afán descubrir por sí mismo el secreto de los hombres, podrá conocer una cantidad ilimitada los placeres terrenales, pero sólo él podrá sentirse y hacerse dueño de su propio curso, porque en definitva, como escribe Herman Hesse, estoy perfectamente de acuerdo que lo que es tesoro y sabiduría de un hombre suene de un modo tonto en los oídos de otros.
   Encuadro sus conclusiones filosóficas, topándome con otro salvataje nitzscheano, en realidad evolución del filósofo griego Heráclito. El barquero encuentra en el río una unidad existente sin perjuicio del tiempo, donde fluyen los rostros que nacen y mueren, llevando en su cauce la historia de su vida, aprendiéndolos a escuchar, a borrar algunos y quedarse con otros, escogidos por su propio autor.



¿Encontraré por mí mismo una casa? 
                                                                                                                      Una casa dentro mío.
Nosotros encontraremos un camino.
 Nosotros encontraremos nuestro lugar.
Soltá la cuerda, soltá la cuerda. 
Salí de mi jodido rostro. 
Leash, Pearl Jam.

lunes, 13 de abril de 2009

Así habló Zaratustra, un libro para todos y para ninguno

   Se te acerca un extraño. El solitario ha bajado de la montaña, donde se ha recluido a la ciudad, y dice llamarse Zaratustra, de Zoroastro, el religioso precursor en discernir entre el bien y el mal. No es un profeta, a pesar de que utiliza una forma de hablar muy particular a modo de sátira de los textos bíblicos, y a partir de sus experiencias se desprenden sus pensamientos. No es un poeta, aunque sea rebosante de metáforas y haya algunas cuantas canciones. Es un heraldo que vino a comunicar que "el hombre es algo que debe ser superado" porque el hombre es un puente, y no una meta.
    Porque el gran astro solar ha subido hasta su caverna, pero a Zaratustra lo ha alumbrado ya bastante verdad supeflua impuesta por el cristianismo y la obsoleta tradición. “-¡Oh! ¿Cuál sería tu dicha si no tuvieras a los que iluminas? Hace diez años que llegas hasta mi caverna y te hubieras cansado de tu luz y de tu camino si no me tuvieras a mí, a mi águila y a mi serpiente”, expresa en el prólogo. Sucede que que esas mieles por las cuales los hombres quedan encantados en el vaho del mundo de las ideas y los valores inherentes a ellas -bondad, belleza, justicia, etc.- no son eternas, sino lo contrario, aparentes (evocando a Platón) y tan pesadas, etéreas, pegajosas que alguien va a someterlas a juicio. Será justamente Zaratustra quien deberá corregir el error que ha cometido. Esta es la muerte de dios.
    Hay que mandar a dormir esas virtudes, entonces, falsas y contradictorias propagadas por los predicadores de la muerte, creadores del dios comodón que nos espera desde su nube negra en su paraíso deshumanizado y a los cuales se les atribuye ser los señores de la compasión. Hacer descender a éstos y a los otros monos trepadores apretujados y sumidos en su apretujáis, acuciados por el Estado capitalista moderno y la mediocridad de la cultura occidental, basamento de la sociedad conservadora. Reivindicar el sentido de la tierra, que dará pie a una nueva tabla de valores, esa es la misión que nos propone en la primera parte.
   ¿Cuál sería la reacción para alguien a quien esos discursos son como el viento orgulloso que derriba las hojas que cubren los cimientos de su vida? Probablemente, rechazo. Pero esto es porque no comprenden el mensaje positivo que entraña su filosofía: las transformaciones del espíritu dominado de pesada y agobiante carga que transita desde el camello, alcanzando la forma del león ahora en su intento por conquistar la libertad para un nuevo crear, esta vez como niño inocente capaz de escribir un nuevo comienzo, consciente ya de su propia voluntad.
    En torno a esta voluntad de poder gira el eje de la segunda parte, es la voluntad más allá del bien y el mal, y la poseerá sólo aquél que logra "mandarse a sí mismo" en lugar de arrodillarse, es que la vida se basa en ensayo y riesgo. La misma, se opone fervientemente a la voluntad de igualdad la cual fue pretendida como un escollo. Herencia del cristianismo y cristalización de las ideas comunistas y socialistas, es visualizada por Nietzsche como una tarántula asesina de los nobles y superiores, cuyo fin es conducir lo original y excepcional a lo ordinario y mediocre.
   Sin embargo, la risa burlona de la clase burguesa lo acecha hasta el sueño y es un preludio de lo que vendrá a continuación: su fracaso lo lleva a emprender el regreso a la soledad -no confundir con abandono- de la montaña. Como leí en otro libro, se aplicaría aquí, "ten cuidado con la naturaleza, que hace pensar".
    Todo transcurre en un eterno devenir, todo pasa, se transforma, y luego es destruido para repetir el proceso. Es decir, fuera del tiempo medido cronológicamente hay un eterno retorno, y lo que se repite es el acto creador de cada instante. Sin querer significar que la perfección prevalezca e impere sobre todas las especies. Sucede que es el destino del mundo repetirse eternamente, aunque de poco servirá si los que vienen después se quedan atrás de los últimos hombres.
    Me he convertido en acérrima lectora de Nietzsche. Sobre esta obra en particular, puedo agregar que no es ni inextricable ni densa, se trata de una serie de aforismos dentro de una fábula cuyo hilo es tan marcado y late tan fuerte a lo largo de ella que resulta imposible perderse.
Por otro lado, es una pena que se hable en demasía de otros filósofos, y se conozca poco o absolutamente nada, sobre este profesor de filología clásica, despreciado y minimizado injustamente por haberse atrevido a adentrar en lugares sagrados. Como por ejemplo que en el apunte de la cátedra en la cual cursé Introducción a la Filosofía para la carrera de abogacía, resuman su prolífera obra en un párrafo de 5 renglones. De todos modos, eso lo hizo más interesante para mi curiosidad.
    Lo mismo también, me sigo preguntando por qué se lo vincula con tanto fervor al nazismo y existen aquellos que identifican al superhombre con la figura de Hitler, sin embargo yo no lo considero así... sólo porque era alemán y era leído en su país no significa que avalase ciertas doctrinas; por el contrario puede deducirse que sus escritos fueron readaptados para otorgar sustento a un régimen. Aun más, los postuladores de esa teoría están desencajados en el tiempo, puesto que Nietzsche murió incluso antes de haber comenzado la Primera Guerra Mundial. Ahora bien, quienes quieran averiguar sobre la mayor influencia nazi busquen a Rosemberg y encontrarán todos y cada uno de sus fundamentos.
    De momento estoy leyendo Siddartha, de Herman Hesse, me está atrapando. Después les cuento.



 "Compañeros de viaje es lo que yo necesito,
que me sigan porque quieren seguirse a sí mismos e ir a donde yo quiero ir".
   Así habló Zaratustra,
Friedrich Nietzsche

lunes, 24 de noviembre de 2008

El Lobo Estepario

   Hay bastantes personas de índole parecida a como era Harry; muchos artistas principalmente pertenecen a esta especie. Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante a otras personas. Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad.

    El hombre no posee muy desarrollada la capacidad de pensar, y hasta el más espiritual y cultivado mira al mundo y a sí propio siempre a través del lente de fórmulas muy ingenuas, simplificadoras y engañosas - ¡especialmente a sí propio!-. Pues, a lo que parece, es una necesidad innata fatal en todos los hombres representarse cada uno su yo como una unidad. Y aunque esta quimera sufra con frecuencia algún grave contratiempo y alguna sacudida, vuelve siempre a curar y surgir lozana. El juez, sentado frente al asesino y mirándolo a los ojos, que oye hablar todo un rato al criminal con su propia voz (la del juez) y encuentra además en su propio interior todos los matices y capacidades y posibilidades del otro, vuelve ya al momento siguiente a su propia identidad, a ser juez, se cobija de nuevo rápidamente en la funda de su yo imaginario, cumple con su deber y condena a muerte al asesino. Y si alguna vez en las almas humanas organizadas delicadamente y de especiales condiciones de talento surge el presentimiento de su diversidad, si ellas, como todos los genios, rompen el mito de la unidad de la persona y se consideran como polipartitas, como un haz de muchos yos, entonces, con sólo que lleguen a expresar esto, las encierra inmediatamente la mayoría, llama en auxilio a la ciencia, comprueba esquizofrenia y protege al mundo de que de la boca de estos desgraciados tenga que oír un eco de la verdad. Pero ¿a qué perder aquí palabras, a qué expresar cosas cuyo conocimiento se sobreentiende para todo el que piense, pero que no es costumbre expresarlas? Cuando, por consiguiente, un hombre se adelanta a extender a una duplicidad la unidad imaginada del yo, resulta ya casi un genio, al menos en todo caso una excepción rara e interesante. Pero en realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el respirar y el comer. La ilusión descansa en una sencilla traslación. Como cuerpo, cada hombre es uno; como alma, jamás. También en poesía, hasta en la más refinada, se viene operando siempre desde tiempo inmemorial con personajes aparentemente completos, aparentemente de unidad. En la poesía que hasta ahora se conoce, los especialistas, los competentes, prefieren el drama, y con razón, pues ofrece (u ofrecería) la posibilidad máxima de representar al yo como una multiplicidad -si a esto no lo contradijera la grosera apariencia de que cada personaje aislado del drama ha de antojársenos una unidad, ya que está metido dentro de un cuerpo solo, unitario y cerrado.

    En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre al mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso. Por este camino marcharon Buda y todos los grandes hombres, unos a sabiendas, otros inconscientemente, mientras la aventura les salía bien. Nacimiento significa desunión del todo, significa limitación, penosa reencarnación. Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al todo.

Herman Hesse