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lunes, 27 de abril de 2009

Siddhartha

   “Cuando alguien busca fácilmente puede ocurrir que su ojo sólo se fije en lo que busca; pero como no lo halla, tampoco deja entrar en su ser otra cosa; no puede absorber ninguna otra cosa, pues se concentra en lo que busca. Tiene un fin y está obsesionado con él. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar, sin embargo significa estar libre, abierto, no tener ningún fin.

    La frase citada (creo) sintetiza de la mejor manera la búsqueda del camino de Siddhartha, protagonista de la novela homónima de Herman Hesse, y tal como quedó marcada en el libro físico, que hace una semana puse a descansar en la biblioteca junto con los de su especie continuará refulgente en este tiempo de encuentros y desencuentros furtivos. 
    Para este joven hindú, acostumbrado a ser complacido y admirado por su padre y su amigo, su compañero, su sombra definitiva, debido a su inteligencia, sus habilidades para la meditación, la contemplación del vacío interior permite rebosar únicamente de insatisfacción esperitual de decir todo aquello considerado digno de ser visto en un ser humano.
El texto avanza merced al ahínco descriptivo de la loable mano de Hesse, de gran trato con las emociones en lugares donde las únicas referencias que tenemos son unos cuantos paisajes a los que puede escaparse tomando la forma de una roca, un ave o cualquier otro animal, pero eso no es sino una forma de soslayar la realidad circundante: un mundo cruel, si tenemos en cuenta que fue escrita en 1922, posteriormente a la Gran Guerra, lo mismo en cuanto al consejo o doctrinas que pueda recibir de los demás aun si son eruditos. La sabiduría es imposible de ser transmitida, sólo el saber. Y no significa una crítica al budismo, ni nada parecido, porque él transita varios caminos durante su travesía, en el afán descubrir por sí mismo el secreto de los hombres, podrá conocer una cantidad ilimitada los placeres terrenales, pero sólo él podrá sentirse y hacerse dueño de su propio curso, porque en definitva, como escribe Herman Hesse, estoy perfectamente de acuerdo que lo que es tesoro y sabiduría de un hombre suene de un modo tonto en los oídos de otros.
   Encuadro sus conclusiones filosóficas, topándome con otro salvataje nitzscheano, en realidad evolución del filósofo griego Heráclito. El barquero encuentra en el río una unidad existente sin perjuicio del tiempo, donde fluyen los rostros que nacen y mueren, llevando en su cauce la historia de su vida, aprendiéndolos a escuchar, a borrar algunos y quedarse con otros, escogidos por su propio autor.



¿Encontraré por mí mismo una casa? 
                                                                                                                      Una casa dentro mío.
Nosotros encontraremos un camino.
 Nosotros encontraremos nuestro lugar.
Soltá la cuerda, soltá la cuerda. 
Salí de mi jodido rostro. 
Leash, Pearl Jam.

lunes, 13 de abril de 2009

Así habló Zaratustra, un libro para todos y para ninguno

   Se te acerca un extraño. El solitario ha bajado de la montaña, donde se ha recluido a la ciudad, y dice llamarse Zaratustra, de Zoroastro, el religioso precursor en discernir entre el bien y el mal. No es un profeta, a pesar de que utiliza una forma de hablar muy particular a modo de sátira de los textos bíblicos, y a partir de sus experiencias se desprenden sus pensamientos. No es un poeta, aunque sea rebosante de metáforas y haya algunas cuantas canciones. Es un heraldo que vino a comunicar que "el hombre es algo que debe ser superado" porque el hombre es un puente, y no una meta.
    Porque el gran astro solar ha subido hasta su caverna, pero a Zaratustra lo ha alumbrado ya bastante verdad supeflua impuesta por el cristianismo y la obsoleta tradición. “-¡Oh! ¿Cuál sería tu dicha si no tuvieras a los que iluminas? Hace diez años que llegas hasta mi caverna y te hubieras cansado de tu luz y de tu camino si no me tuvieras a mí, a mi águila y a mi serpiente”, expresa en el prólogo. Sucede que que esas mieles por las cuales los hombres quedan encantados en el vaho del mundo de las ideas y los valores inherentes a ellas -bondad, belleza, justicia, etc.- no son eternas, sino lo contrario, aparentes (evocando a Platón) y tan pesadas, etéreas, pegajosas que alguien va a someterlas a juicio. Será justamente Zaratustra quien deberá corregir el error que ha cometido. Esta es la muerte de dios.
    Hay que mandar a dormir esas virtudes, entonces, falsas y contradictorias propagadas por los predicadores de la muerte, creadores del dios comodón que nos espera desde su nube negra en su paraíso deshumanizado y a los cuales se les atribuye ser los señores de la compasión. Hacer descender a éstos y a los otros monos trepadores apretujados y sumidos en su apretujáis, acuciados por el Estado capitalista moderno y la mediocridad de la cultura occidental, basamento de la sociedad conservadora. Reivindicar el sentido de la tierra, que dará pie a una nueva tabla de valores, esa es la misión que nos propone en la primera parte.
   ¿Cuál sería la reacción para alguien a quien esos discursos son como el viento orgulloso que derriba las hojas que cubren los cimientos de su vida? Probablemente, rechazo. Pero esto es porque no comprenden el mensaje positivo que entraña su filosofía: las transformaciones del espíritu dominado de pesada y agobiante carga que transita desde el camello, alcanzando la forma del león ahora en su intento por conquistar la libertad para un nuevo crear, esta vez como niño inocente capaz de escribir un nuevo comienzo, consciente ya de su propia voluntad.
    En torno a esta voluntad de poder gira el eje de la segunda parte, es la voluntad más allá del bien y el mal, y la poseerá sólo aquél que logra "mandarse a sí mismo" en lugar de arrodillarse, es que la vida se basa en ensayo y riesgo. La misma, se opone fervientemente a la voluntad de igualdad la cual fue pretendida como un escollo. Herencia del cristianismo y cristalización de las ideas comunistas y socialistas, es visualizada por Nietzsche como una tarántula asesina de los nobles y superiores, cuyo fin es conducir lo original y excepcional a lo ordinario y mediocre.
   Sin embargo, la risa burlona de la clase burguesa lo acecha hasta el sueño y es un preludio de lo que vendrá a continuación: su fracaso lo lleva a emprender el regreso a la soledad -no confundir con abandono- de la montaña. Como leí en otro libro, se aplicaría aquí, "ten cuidado con la naturaleza, que hace pensar".
    Todo transcurre en un eterno devenir, todo pasa, se transforma, y luego es destruido para repetir el proceso. Es decir, fuera del tiempo medido cronológicamente hay un eterno retorno, y lo que se repite es el acto creador de cada instante. Sin querer significar que la perfección prevalezca e impere sobre todas las especies. Sucede que es el destino del mundo repetirse eternamente, aunque de poco servirá si los que vienen después se quedan atrás de los últimos hombres.
    Me he convertido en acérrima lectora de Nietzsche. Sobre esta obra en particular, puedo agregar que no es ni inextricable ni densa, se trata de una serie de aforismos dentro de una fábula cuyo hilo es tan marcado y late tan fuerte a lo largo de ella que resulta imposible perderse.
Por otro lado, es una pena que se hable en demasía de otros filósofos, y se conozca poco o absolutamente nada, sobre este profesor de filología clásica, despreciado y minimizado injustamente por haberse atrevido a adentrar en lugares sagrados. Como por ejemplo que en el apunte de la cátedra en la cual cursé Introducción a la Filosofía para la carrera de abogacía, resuman su prolífera obra en un párrafo de 5 renglones. De todos modos, eso lo hizo más interesante para mi curiosidad.
    Lo mismo también, me sigo preguntando por qué se lo vincula con tanto fervor al nazismo y existen aquellos que identifican al superhombre con la figura de Hitler, sin embargo yo no lo considero así... sólo porque era alemán y era leído en su país no significa que avalase ciertas doctrinas; por el contrario puede deducirse que sus escritos fueron readaptados para otorgar sustento a un régimen. Aun más, los postuladores de esa teoría están desencajados en el tiempo, puesto que Nietzsche murió incluso antes de haber comenzado la Primera Guerra Mundial. Ahora bien, quienes quieran averiguar sobre la mayor influencia nazi busquen a Rosemberg y encontrarán todos y cada uno de sus fundamentos.
    De momento estoy leyendo Siddartha, de Herman Hesse, me está atrapando. Después les cuento.



 "Compañeros de viaje es lo que yo necesito,
que me sigan porque quieren seguirse a sí mismos e ir a donde yo quiero ir".
   Así habló Zaratustra,
Friedrich Nietzsche

lunes, 24 de noviembre de 2008

El Lobo Estepario

   Hay bastantes personas de índole parecida a como era Harry; muchos artistas principalmente pertenecen a esta especie. Estos hombres tienen todos dentro de sí dos almas, dos naturalezas; en ellos existe lo divino y lo demoníaco, la sangre materna y la paterna, la capacidad de ventura y la capacidad de sufrimiento, tan hostiles y confusos lo uno junto y dentro de lo otro, como estaban en Harry el lobo y el hombre. Y estas personas, cuya existencia es muy agitada, viven a veces en sus raros momentos de felicidad algo tan fuerte y tan indeciblemente hermoso, la espuma de la dicha momentánea salta con frecuencia tan alta y deslumbrante por encima del mar del sufrimiento, que este breve relámpago de ventura alcanza y encanta radiante a otras personas. Así se producen, como preciosa y fugitiva espuma de felicidad sobre el mar de sufrimiento, todas aquellas obras de arte, en las cuales un solo hombre atormentado se eleva por un momento tan alto sobre su propio destino, que su dicha luce como una estrella, y a todos aquellos que la ven, les parece algo eterno y como su propio sueño de felicidad.

    El hombre no posee muy desarrollada la capacidad de pensar, y hasta el más espiritual y cultivado mira al mundo y a sí propio siempre a través del lente de fórmulas muy ingenuas, simplificadoras y engañosas - ¡especialmente a sí propio!-. Pues, a lo que parece, es una necesidad innata fatal en todos los hombres representarse cada uno su yo como una unidad. Y aunque esta quimera sufra con frecuencia algún grave contratiempo y alguna sacudida, vuelve siempre a curar y surgir lozana. El juez, sentado frente al asesino y mirándolo a los ojos, que oye hablar todo un rato al criminal con su propia voz (la del juez) y encuentra además en su propio interior todos los matices y capacidades y posibilidades del otro, vuelve ya al momento siguiente a su propia identidad, a ser juez, se cobija de nuevo rápidamente en la funda de su yo imaginario, cumple con su deber y condena a muerte al asesino. Y si alguna vez en las almas humanas organizadas delicadamente y de especiales condiciones de talento surge el presentimiento de su diversidad, si ellas, como todos los genios, rompen el mito de la unidad de la persona y se consideran como polipartitas, como un haz de muchos yos, entonces, con sólo que lleguen a expresar esto, las encierra inmediatamente la mayoría, llama en auxilio a la ciencia, comprueba esquizofrenia y protege al mundo de que de la boca de estos desgraciados tenga que oír un eco de la verdad. Pero ¿a qué perder aquí palabras, a qué expresar cosas cuyo conocimiento se sobreentiende para todo el que piense, pero que no es costumbre expresarlas? Cuando, por consiguiente, un hombre se adelanta a extender a una duplicidad la unidad imaginada del yo, resulta ya casi un genio, al menos en todo caso una excepción rara e interesante. Pero en realidad ningún yo, ni siquiera el más ingenuo, es una unidad, sino un mundo altamente multiforme, un pequeño cielo de estrellas, un caos de formas, de gradaciones y de estados, de herencias y de posibilidades. Que cada uno individualmente se afane por tomar a este caos por una unidad y hable de su yo como si fuera un fenómeno simple, sólidamente conformado y delimitado claramente: esta ilusión natural a todo hombre (aun al más elevado) parece ser una necesidad, una exigencia de la vida, lo mismo que el respirar y el comer. La ilusión descansa en una sencilla traslación. Como cuerpo, cada hombre es uno; como alma, jamás. También en poesía, hasta en la más refinada, se viene operando siempre desde tiempo inmemorial con personajes aparentemente completos, aparentemente de unidad. En la poesía que hasta ahora se conoce, los especialistas, los competentes, prefieren el drama, y con razón, pues ofrece (u ofrecería) la posibilidad máxima de representar al yo como una multiplicidad -si a esto no lo contradijera la grosera apariencia de que cada personaje aislado del drama ha de antojársenos una unidad, ya que está metido dentro de un cuerpo solo, unitario y cerrado.

    En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre al mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso. Por este camino marcharon Buda y todos los grandes hombres, unos a sabiendas, otros inconscientemente, mientras la aventura les salía bien. Nacimiento significa desunión del todo, significa limitación, penosa reencarnación. Vuelta al todo, anulación de la dolorosa individualidad quiere decir: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al todo.

Herman Hesse