Una persona se acordó de mí. Me rastreó como se buscan hoy día las personas, por Facebook. Resulta que durante diez años se había guardado como una fotografía (de ésas en las que uno sale favorecido), una magnitud de detalles que yo ni siquiera imaginaba que alguna vez hubieran acontecido. Los trajo nuevamente a la existencia con sus palabras. Y yo seguía inconexa, sin conseguirregistrar mi compañerismo. Sólo un tímido paseo cargado de apuntes, hasta Pellegrini. Pero aún así surtieron efectoy sin importar por qué, sentí sus memorias como un abrazo mullido de afecto.
Que un mosquito ose posarse sobre una de mis gambas (al ajillo) vaya y pase. Pero que este zancudo se atreva a meterse en mi taza de vino es inadmisible. Ah, y por si las moscas, también es inaceptable que alguien venga a criticarme por haberme servido el tinto en una taza. ¡Al gran pueblo argentino, salud!
es una palabra que adecuadamente podría calzarme más a menudo porque me arde no sé si de dentro hacia afuera o viceversa o ya no importa más que sólo el hecho de que sé que me sienta bien porque me ilumina las mejillas con el color del fuego pero de una tonalidad bien distinta a la de la vergüenza y me gusta porque zozobra, sacude y se atiza en una risa resonante entusiasmo descubierto que alojaré cuidadosamente en un cuenco al amparo de las pródigas alas de Mercurio para que nunca jamás se opaque
No te puedo odiar a pesar de, lo que mi mente interpreta, como desaires. Porque no es justo, que yo mida así la realidad. No te puedo querer menos. Que yo quererte quiero, con el mismo amor con el que arriban tus aproximaciones. No te quiero odiar porque cuando empiezas a hablar, tu boca engulle todos mis sentimientos hostiles y acaba con la ira apelmazada. Y eso que me llevás no sé adónde pero con toda la paz. No te voy a odiar porque siento que te amo.