viernes, 18 de abril de 2014

Maneras de "arruinar" un libro...

     Podría decirse (y ya que estamos en un blog, también podría escribirse) que según la naturaleza del deterioro, quienes "arruinan" un libro pueden clasificarse en los siguientes grupos:

Nº1: aquellos cuyas conductas están dirigidas a joder indiscriminadamente a todo lector sucedáneo, y 

Nº2: aquellos que, sin saberlo, con su huella podrían favorecer indirectamente a alguien a futuro.

     De lo recién antedicho se desprende que no hay lector que estropee los libros teniendo en mente el bien común de la colectividad lectora. Ahora bien, entre los grupos de delincuentes que acabamos de mencionar, cabe hacer algunas distinciones de acuerdo al grado de desfachatez implicado en su comportamiento.

     Dentro del primer grupo, se encuentran los semejantes que... ¿cómo lo escribo sin ser descortés pero a la vez puntualizando el caso?... ahí está: debe ser la primera vez que agarran un libro, como dijo mi compa porque, como agrego, le producen tal apertura cual gimnasta que un día consigue abrirse de piernas y jamás recupera su anterior forma. Tampoco podemos omitir en esta selección a los conspicuos refutadores del señalador que rehúsan de las virtudes del mismo y doblan el extremo de la página para ayudarse a recordar dónde han detenido su lectura; funcionan de manera notable para este fin boletos de autobús que quedan a dormir en nuestros bolsillos de cada prenda de vestir, tickets de la verdulería que son capaces de refregarte en la cara cuántas veces aumentaron las cosas, y recortes de apuntes académicos que decidimos conservar cuando con carita ingenua-intelectual pensamos que íbamos a volver a consultarlos en la posteridad. Por último, hago un apartado para incluir en este primer grupo al ambicioso lector que se apropió de una hoja de uno de los dos ejemplares de Plan de Evasión que había en la Biblioteca Argentina... suerte que además de ladrón no era obsesivo y no se llevó la hoja del otro ejemplar. Nunca lo olvidaré. Como tampoco se me escurrirá del recuerdo la mañana en que tratando de "arreglar el mate" arruiné varias páginas de un libro de los realmente valiosos por su contenido (cuya reseña haré alumbrar próximamente no sin un dejo de lágrimas).

    
     Hecha una enumeración de apenas algunos incidentes que afectan a la comunidad lectora, pasemos a exponer a la segunda categoría de lectores, tal vez los más bonachones pero no los menos peligrosos, no sólo porque a veces se concedan ellos mismos el permiso para subrayar bibliografía que no les pertenece. Entre la fauna de esta especie, podemos encontrar algunos integrantes que gustan de subrayar palabras y/o frases o delimitarlas entre un corchete o llave. O incluso, hay quienes no consiguen remediar sus derrames de verborrea y se ven inducidos a desparramarla por páginas que ¡ya están escritas!, de modo que sus trazos terminan por ocupar las inmediaciones del texto que provocó sus reflexiones. Por supuesto, si bien las bibliotecas institucionales repudian la sobre-escritura en los libros de su posesión, la cuestión queda abierta y por lo tanto impune ante los numerosos casos que se registran de los empedernidos dobladores de páginas sobre los que comentamos en el párrafo anterior. Tampoco hemos realizado la pertinente investigación de cómo resuelven los bibliotecarios de anaqueles caseros un caso de esta envergadura, así que mejor nos desplazamos hasta abajo y dejando sangría llegamos a la conclusión.

     Creo que el primer párrafo ha dejado entrever cuando menos la desidia con la cual perpetran sus lecturas los individuos del primer grupo. Ahora bien, ante la falta de evidencia suficiente sobre el motivo del proceder del segundo grupo, una especulación que ha surgido es la que sostiene que actúan así porque, metafóricamente hablando, quieren dejar su huella en el libro, lo que en un lenguaje más científico significaría algo así como enfatizar el hecho de "yo estuve aquí". Sin embargo, en cuanto la adhesión a esta teoría hay divergencias absolutas, que distan desde quienes la refutan de forma militante hasta algunos a los cuales les importa "un comino y la mitad del otro" el tema que se está discutiendo aquí y prefieren creer que marcan los libros porque en una suerte de correspondencia cósmica su desvencijada memoria va a recordar lo que leyeron, que su concentración en la lectura va a ser mayor que su empeño en dibujar un prolijo subrayado, o que esas frases por añadidura prosperarán y descubrirán algo abracadabrante que publicarán en un libro que alguien más rellenará con su elocuente labia.  

     Después de todo, ¿podemos ser más compasivos con los lectores con demasiados aires de protagonistas? ¿O les damos una mejor idea y los instamos a que si tienen ganas de escribir, lo hagan componiendo su propio libro? Y con respecto a los malintencionados del primer grupo, ¿Luzbelito habrá encargado los ejemplares que publicó Marcelo Polino (menudo derroche de tinta y desperdicio de árboles) para que nuestros malhechores vayan a ensuciar, doblar, hacer crujir y deformar en el Infierno literario? Para terminar este soliloquio antes de convertirlo en maratónico, quería agregar que si ocurre el caso insólito de que algún trabajador de la Biblioteca Argentina de Rosario o de la Biblioteca de la Facultad de Psicología (UNR), de las cuales soy visitante frecuente, llega a ver esta publicación, sabrán entender que soy completamente capaz de calmar mi entusiasmo de completar los bordes con frases inútiles o subrayar el material que consulto en estos espacios y que efectivamente lo hago... igual, por las dudas, si algún lector del blog anda por esos lugares no comenten nada, ¿sí?

martes, 8 de abril de 2014

La Serpiente Cósmica


Humildad... saber que existe una realidad poderosa. Incluso más allá de nuestro deseo de aprehensión ordinario. Que sólo somos humanos. Que como decía o escribía Bourdieu, "tenemos que objetivar la relación objetivante". ¿Perder algo? ¿No precisar de muchas cosas? Saberse ignorante. Y aún así concentrar todo el intento y la ilusión por invertirlo.

martes, 12 de noviembre de 2013

La recompensa de los temibles curiosos

     Dicen que los investigadores audaces no desdeñan de ninguna fuente, tal vez porque persisten en la creencia de que cualquier sitio en la ciudad puede albergar la pista más imprevista, mientras uno anda recopilando boletos de colectivo para luego descartarlos en su casa como ignorante inmutable. Así que menudo pretexto se otorgan estos exploradores de lo desapercibido para salir a curiosear como gatito con dos hocicos. Y huele allí, huele acá... algún estudiante de Psicología había decidido que su material de estudio de DPC muy útil había sido, muy detallado, muuuy apropiado para darse un empacho freudiano... pero el mismo ya había cumplido la mayoría de edad (databa de 2008) y como el susodicho universitario apenas era nostálgico o estaba empezando a poner en práctica el desapego "zen", resolvió dejar la patria potestad de sus retoños en manos de otros adoptantes ¡¡¡y a plena vista de los merodeadores curiosos!!!

     Frente a mí, junto al contenedor de basura destinado a la cuadra estaban cuando salí de casa. A decir verdad, fue aquella expresión enojadizo-canchera de Segismundo la que me tentó, ésa cuya muestra aparece en cuanto googleás "Freud" en el buscador de imágenes. Sí, donde además te apunta con un habano: "o me decís sin censura todo lo que se te ocurra o te quemo todo"... No puede menos que convocarte esa postura, aunque más no sea para amagar a convencerle: "che, desfruncite, ¿o acaso tenés 'un Edipo' no resuelto?", "peeero... alegrate un poco, que te va a hacer bien y quién sabe si no te evita una neurosis, al menos te ahorrás el psicólogo". Bueno... dejando los chistes a un lado por el momento, que el asunto se pone serio porque venía escribiendo que estaban bien sensuales los apuntes de DPC ante mis ojos y yo todavía tenía que rendir el examen final de esa materia y además, quién sabe si no estarían interesantes, y una lectura no hace mal, y yo canté primero... y etcétera. De manera que mi mirada fulminante ya se había paseado a mi alrededor anunciando que los apuntes eran míos, como para ir desestimando giles. Mi cuerpo venía a ser el cebo y el inconsciente irrefrenable echaba rienda suelta a capturar el material de estudio. Aplicando su teoría se conquista a la presa, me habían enseñado... o algo así. Ahora podía estar segura, me apresté a calcular mis movimientos, dibujé un trotecito de tres pasos y me abalancé heroica sobre la pila de hojas de DPC cuidadosamente acomodada dentro de un folio de los gruesos, el cual yacía sobre una caja. ¡Lo había logrado!, si hasta tenía a la música triunfal de Rocky tarareando en mi cabeza.

     Sin embargo, mi trotecito de tres pasos había sido lo suficientemente torpe como para empujar y echar por pavimento material de estudio de otras materias, que al parecer todo el tiempo durante el cual la mirada del viejo Segismundo me cautivó, también había esperado recostado sobre la caja. El hecho fue que no pude rescatarlos de la mugre citadina circundante y allí quedaron a la espera de otros estudiantes adoptivos. ¿Se puede creer que este texto había sido imaginado para servirle de introducción a lo que en realidad quería transmitir? Ay, ay, ay... las vueltas de Clarisa.

Con nosotros... la foto

domingo, 10 de noviembre de 2013

La semana saludable

Ayer, mientras viajábamos en colectivo mi mamá me comentó...
- Esta semana en el hospital (el Roque Sáenz Peña, donde ella trabaja) vamos a tener "la semana saludable".
- ¡Caray! - exclamé perpleja (creo que jamás de los jamases había usado esa expresión). ¿Les van a enseñar a alimentarse?
- No - me respondió. A quien quiera, lo van a pesar, le van a medir la presión y a calcularle la masa corporal.
- ¡Ah, entonces los van a asustar!

  

jueves, 7 de noviembre de 2013

Prendimi l'anima

Te doy mi alma
Roberto Faenza
2002

-Sabina
-Loca linda.
-Ánima. 
-Guardiana del alma. 

    A veces queremos ser escuchados sin más, sin que nos antepongan prejuicios ni nos finalicen con juicios. Y qué más decir, inevitablemente que amamos a quien nos religa, que nos hace sentir parte y todo.
    La película comienza cuando una joven, emparentada con Sabina Spielrein, trata reconstruir su historia con la ayuda de un historiador que se aparece durante su búsqueda.
    Así, a partir de la lectura de textos y cartas, y la visita a lugares decisivos se vuelven a levantar los escenarios de los sucesos que unieron a Carl Jung con su primera paciente, Sabina.
    Me pareció excelente la Sabina que devolvió a la vida la actriz Emilia Fox, es exquisita en sus detalles y en verdad enamora, esta mujer que al parecer tenía algunas ideas sobre la reforma a este sistema que oprime e inhibe a tantos niños en nombre de la educación.

Tumbala Tumbala Tumbalalaika


Gracias a Luis Alves (You Tube) por el video