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martes, 9 de agosto de 2011

Babe, I'm Gonna Leave You

(Diálogos conmigo misma) 
   - Es verdad que más de una vez he renegado del amor. Solía encerrarme en mi pieza. No hacía falta revolver entre mis cajas de discos, porque éste ya tenía su lugar sobre la mesita donde se apoyaba el equipo de música. La parada era siempre la misma, la canción -originalmente escrita por Anne Bredon- número dos del primer disco de mis añorados Led Zeppelin, cuya melodía transita en crescendo comenzando con la dulce voz, apenas un suspiro de Robert Plant y la guitarra de Jimmy Page que allana el camino acústicamente hasta que culmina desprendiendo en sus concisos acordes una irrefutable descarga de libertad. Allí, la cama era el sitio perenne, me acomodaba bañándome de orgullo, recortando los primeros fragmentos de la canción cada día que concluía fructífero después de haber logrado conversar con la soledad a solas, pensando que esa conjunción de sentidos sólo podía ser asimilable al goce sexual, de haberlo conocido, después de haber caído en la cuenta de que el amor para mí no era más que una ilusión destinada a diluirse en cualquier momento.
   Presumida dueña de la libertad, podía resultar inmune al beso que liga a la dependencia compulsiva, como al abrazo compañero que se hace de a dos. Fluía sola a través de una canción, se esparcía sola con tal desparpajo en las líneas de un libro que ni siquiera tuvo tiempo de pensar en la necesidad del otro.
   Ella, que musicalmente vivía en los años '70 y hablaba a través de las lenguas de Hesse y Cortázar, no tenía a quien dedicar pasajes de textos, ni con quien entablar aquellas misteriosas como intrigantes charlas de café literario a las que sólo asistía en las películas. Peor aún, nunca tuvo la necesidad de compartir las diferencias. Sólo comprobaba la cantidad de puntos en común, asegurándose de aquello que quería ver y no alcanzaba a apreciar los demás aspectos que componían el todo. Como la ilusión de una niña que enarbola inocente e ingenua su barrilete con la esperanza de que esta vez alcanzará el cielo y las estrellas, y no se perderá entre los árboles o la seriedad de su adultez, sus ideales reflotaban entre las nubes difusas, y cuando volvían se hacían añicos en sus fauces. Así la herida era tan puntual que coincidía con el amor en cada esquina, y no bien una palabra o un gesto desacoplaba con los rasgos ya remontados se iban cayendo uno a uno como en una especie de dominó rally
   - Pero a pesar de que sea tan tajante al principio, también como usted lo admite, señor Plant esta canción tiene una segunda parte "nena, nena, nunca voy a dejarte", es verdad  también que más allá de esta convicción de autosuficiencia consigo mismo mantiene una confianza de que el deseo puede renacer, "que se hará realidad" porque nunca se ha perdido del todo y está prendido a nosotros, esta vez en forma de un amor que nos descubre, sorprendiéndonos inesperados, "que se siente bien tenerte nuevamente", inspirado por el encanto que ofrece la naturaleza de la vida de reunir los caminos de personas que aunque diferentes persiguen los mismos designios de pasear por un lugar tan puro como el parque en verano, florido de historias tan propias como las que se construyen desde las rugosidades de la mano y se disfrutan dispuestos a compartir juntos.



Babe, I'm gonna leave you
"Babe, baby, baby, I'm gonna leave you.
I said baby, you know I'm gonna leave you.
I'll leave you when the summertime,
Leave you when the summer comes a-rollin'.
Leave you when the summer comes along.

Baby, baby, I don't wanna leave you,
I ain't jokin' woman, I got to ramble.
Oh, yeah, baby, baby, I believin',
We really got to ramble.
I can hear it callin' me the way it used to do,
I can hear it callin' me back home!

Babe... I'm gonna leave you
Oh, baby, you know,
I've really got to leave you
Oh I can hear it callin 'me
I said... don't you hear it callin' me the way it used to do?

I know I never never never
gonna leave your babe
But I got to go away from this place,
I've got to quit you, yeah
Baby, ooh don't you hear it callin' me?
Woman, woman, I know, I know
it feels good
to have you back again
And I know that one day baby,
it's really gonna grow, yes it is.

It was really, really good.
You made me happy every single day.
But now... I've got to go away.

Baby, baby, baby, baby
That's when it's callin' me
                   I said that's when it's callin' me back home."

 
Nena, voy a dejarte
"Nena, nena, nena, voy a dejarte.
Te lo dije, nena, tú sabes que voy a dejarte.
Te dejaré en el verano.
Te dejaré cuando el verano se acerque.
Te dejaré cuando el verano aparezca.

Nena, nena, no quiero dejarte.
No estoy bromeando, mujer,
tengo que marcharme.
Oh sí, nena, nena, creo
que realmente tenemos que marcharnos.
Puedo escuchar la llamada de la manera que solía ser.
Puedo escucharla,
pidiéndome que regrese a casa.

Nena, voy a dejarte.
Oh, nena, tú sabes que
realmente, tengo que dejarte.
Oh, puedo escuchar cómo me llama.
Te lo dije... ¿no escuchás la llamada de la manera que solía ser?

Yo sé que nunca jamás
voy a dejarte.
Pero tengo que alejarme de este lugar.
Tengo que abandonarte, sí
Nena, oh, ¿no escuchas cómo me llama?
Mujer, mujer, lo sé, lo sé,
se siente bien tenerte nuevamente.
Y yo sé que un día, nena
esto se hará realidad, sí.


 Pasearemos por el parque todos los días,
pase lo que pase... todos los días.

Fue realmente, realmente bueno.
Me hiciste feliz todos los días.
Pero ahora… tengo que alejarme.

Nena, nena, nena, nena, 
así es cuando me llama... te dije.
Dije que así es cuando me llama de regreso a casa".

lunes, 16 de mayo de 2011

"Late, late el corazón"

   Puede remontarnos a algún "viejo callejón" impregnado en su memoria así como en la candorosa y melancólica canción Flores secas, donde sobrevuela a la nostalgia, o por lo menos alguna época cuando los chicos revolucionaban las calles (y jugando con otros chicos), mientras los vecinos de las ciudades se adueñaban de las veredas, y sentarse a compartir una infusión con amigos no era una concesión del tiempo, cuyos mates sólo los privaba el descanso del sol en este lado de la Tierra. "El mundo se está poniendo raro", según escribe en Memorias de un perro mutante, sin desprenderse del recurso de la críptica anudado en los tiempos redonditos puede agregar su truco de magia acorde para dibujar una canción con profunda crítica a través de unos pocos, pero a su vez poderosos símbolos, como el caballo negro de la noche que nos persigue, esparciendo el hambre, la falta de trabajo, y los conflictos sociales. Puede ahondar aun más en el misticismo, presente en las melodías de Luna en Fez que parecerían sólo recogidas de su reciente viaje a Marruecos, si desconociéramos que es un gran asiduo de la cultura oriental.
   En líneas autorreferenciales, que intentaré abandonar en el siguiente párrafo, se trata del guitarrista que me inspiró a querer tomar una guitarra y darle vida a sus cuerdas, aunque más no sea para intentar emular alguna de sus canciones. En suma, el sábado cuando Skay Beilinson se adentró nuevamente en la intimidad que brinda Willie Dixon, resonó su grandeza directo a colarse en nuestros sentidos.
   Aunque tal vez esa no haya sido la intención por parte de los músicos y sólo forme parte de uno de mis desvaríos, al desarrollo del recital lo percibí como a un viaje, cuyo rumbo lo marcaron las canciones consistentemente engarzadas a una sólida banda que suelta las amarras, desplegando su personalidad en cada una de ellas, y para nada oficia de acompañamiento de un solista. 
    La llegada de la madrugada lo encontró a Skay en el reducto del barrio Pichincha que lo alberga desde su segunda visita a Rosario, contagiándonos de su ánimo viajero, que trascendiendo el plano físico, evocaba a una irrepetible ascensión musical. Fue así que quedamos inmersos en la luna del desierto, la misma que se ve desde aquella esotérica ciudad que se atribuye de haber sido el lugar de concepción del Tarot. Transcurrió la primera parte del recital intercalando en temas de su último disco, con reminisencias a la distopía, tanto cuando marcó el paso acelerado hacia el Territorio caníbal, como cuando nosotros mismos parecíamos estar girando sobre la bella melodía circular desembocando mediante su estribillo en el mismo carrusel del tiempo que aseguraba la longevidad eterna, un diamante en bruto llamado El viaje de Mary, rocanrol que parece extraído de alguno de los últimos discos de Patricio Rey, y para dejar a todas las almas efusivas para la próxima transición se despidió con un breve receso.


    "Nada por aquí, y mucho por allá", en el Dixon.
Video: mipasionricotera, en You Tube

   Pensando en la segunda parte del recital, no pude tomar mejor decisión que subir a la planta alta de Willie Dixon, ya que durante la primera, tuve que depender de los intersticios que podían llegar a resultar de las inclinaciones de cabeza de unos cuantos grandulones, a quienes los sesos no les devanaron otra idea que la de ubicarse en la mitad de la multitud. Impecable fue el comienzo cuando regresamos al Medio Oriente a través de su cruenta historia de guerras, siempre tan ligadas a la saña de Occidente, con la canción Lluvia sobre Bagdad que con su impetuosa precipitación de acordes se convirtió en un clásico de la banda, al igual que las infaltables Oda a la sin nombre. Por supuesto, también el Flaco nos permitió reminisencias de tiempos anteriores, y Todo un palo en su versión un poco más apresurada, se llevó las mayores adrenalinas del pogo. ¡Qué decir sobre Lejos de casa, cuyo bajo latió con el pulso de ¡Nueva Roma!
   Se hizo valer el intenso como infinito aplauso para que luego del amague a retirarse, los Seguidores de la diosa Kali regresaran a brindar(nos), la exquisita acústica comandada por la guitarra de Skay que despierta La pared rojo lacre, bluesito que marcha en progresión para deleitarnos en un eléctrico final, que encierra un mensaje de cierto modo esperanzador: "Un torbellino a tu alrededor, átomos y estrellas giran sin parar. Deja tu cielo, escucha corazón. Celebra el día, ahora tu día".
   Este viaje no es uno cualquiera, sino uno especial, el cual por el solo hecho de habernos sido otogado posee valor por sí mismo, siendo un viaje a nosotros mismos. Y sin embargo, como el reloj de arena -genuina, de hecho- que porta la entrada del disco ¿Dónde vas? (como no puedo con la sintaxis, me atrevo a corregir, lo correcto sería ¿A dónde vas?) nos recuerda que es tan breve y frágil que tiene sus días contados, es por ello que corresponde cuidarla y disfrutarla al máximo. A pesar de que en ocasiones los valores que rigen hoy en día sean marginales o tengamos que toparnos ante un límite siempre que queremos elevarnos, donde cueste encontrar otra alternativa que sobrevivir, mientras existan lazos como el amor y la amistad jamás nos sentiremos solos, porque nosotros somos únicos portadores de nuestra esencia que nos hace ser como somos y el tiempo, la historia en que nos desenvolvemos es un eterno presente que podemos cambiar, aunque parezca que existen factores irremediablemente impredecibles, complejos o inasequibles para nuestra comprensión. La vida radica en extensión, apertura, derretí esa pared, vos también.  

La historia no nos es más ajena que la tinta de nuestra pluma, el papel en ella depende de nosotros.

Canción del título: La pared rojo lacre, Skay Beilinson.

lunes, 19 de abril de 2010

Y un día... Matisyahu volvió a Rosario

    -Ahh, mirá que curioso... ese es el judío que toca reggae - dije al observar algunos afiches que empapelaban -en forma ilegal, por cierto- una obra en construcción.
    -Uh, yo lo escuchaba en la época que iba a la escuela! - espetó Emanuel, mi compañero.
    Se trataba de Matisyahu, cuya música me presentó apenas regresamos a mi casa, y luego de varias horas de escucha supe que me encantaba la canción Youth y que iría a comprar las entradas para verlo el sábado siguiente, cuando llegase a la ciudad.
    Luego de un sinuoso paseo por el barrio de Arroyito hasta localizar el shopping Alto Rosario con la ayuda afable de varios peatones y la desorientación de una muchacha que atendía una heladería, agudizábamos la mirada para encontrar ahora un lugar dentro del Salón Metropolitano, lugar de la cita.
    "All my life I've been waiting for..." Está bien, está bien... no esperamos tanto tiempo, pero sí nos dio motivo para conjeturar si Matisyahu se habria quedado sacándose fotos en el Monumento, o si habría seguido los consejos de la presidenta, proveyéndose en el supermercados de algunos cortes del afrodisíaco cerdo argentino.

   Y repentinamente, mientras esperaba un vaso de cerveza que había ido a buscar Emanuel, apareció una banda compuesta por batería, guitarra y bajo, tocando un dub bastante alegre, el cual comenzaba a animar la noche.
    Llegó la cerveza... ¡y Matisyahu! Un sorbo que se tradujo al paladar como exquisito, y a las pulsaciones, a su vez como un momento singular para disfrutarlo, asintiendo nuestras cabezas.

    Pasadas alrededor de unas tres canciones, el vocalista se dirigió al público, y en particular a los espectadores sentados en varias hileras, dentro de un "corral" alambrado que circundaba casi todo el escenario. "Do you think it's alright?" ("¿Ustedes piensan que  eso está bien"?), les preguntó refiriéndose al lugar privilegiado que ocupaban quienes habían abonado una entrada mayor precio, mientras nosotros mirábamos detrás de las vallas colocadas como separadores, instantes después divertidos al observar a la mayoría de los concurrentes levantando sus manos como muestra de aprobación. De este modo, el efusivo Matisyahu  pidió a los asistentes (léase patovicas) quitar las obstrucciones, y al fin pudimos acercarnos todos al escenario.
    Más allá de algunos inconvenientes con respecto al sonido, los ritmos le ajustaron la tonalidad a la noche, oscilando entre el constante reggae y el hip-hop, al tiempo que la gran cantidad de gente no dejaba de corear los solos de guitarra. Pese a su carácter sosegado, pudimos verlo vehemente, desplazándose dando saltos a lo largo del escenario, conservando intacta su voz, y muy distendido, sobre todo cuando interpretó la base rítmica que nos contuvimos por aplaudir hasta que terminó.



    Secundado por afónicos espectadores, celulares y cámaras captaban su imagen, desplegó su sensibilidad creativa en cada una de sus canciones, y también cuando se arrojó sobre los concurrentes, emulando el smosh clásico de los recitales rockeros. Ya la segunda ocasión se lanzó en un zambullido de tal vibra que cuando intentó volver junto a los músicos, algunos seguidores quedaron amarrados a sus piernas.
   Sin dudas, las canciones más ovacionadas fueron la potente Youth, durante la cual incluso se formó un pogo, King without a crown, cuando se añadió un saltarín 'guapo del 900', la legendaria Exaltation, y por supuesto, su último éxito One day, en esta oportunidad sin la presencia de Fidel Nadal. Aunque tampoco hubo Pettinato, como en el Gran Rex de Buenos Aires, ni banda soporte, hacia la madrugada del domingo, Matis y su grupo nos habían diseminado plenamente su energía, así como los deseos de saber cuándo volverá tras la conclusión de su gira en el país.


    Un día, Matisyahu volvió a Rosario, yo ya lo conocía a Emanuel y compartimos el primer recital, del cual no sólo conservamos las entradas, sino además una nueva y agradable melodía en tono de reggae que acompasa cada acorde de la vida.

domingo, 20 de septiembre de 2009

Todo un palo, ya lo vimos

Todo un palo, más allá del encontronazo mediático con Skay Beilinson, para quienes pretendieron olfatear a través de unas pocas palabras y colocar con tipografía de tamaño significativo y rechoncha (el color es indistinto según el medio) el cimbronazo que hiciera trastabillar la esencia de esta banda. Las razones (si es que las hubo) no importan o no nos interesan ahora, eso es asunto suyo y de ninguno de nosotros.
Fue todo un palo a las emociones, creo que nadie esperaba un recital tan especial donde fue el principio de todo, la ciudad de la génesis de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Me animo a decir que fue más emotivo incluso que el de San Luis vivido el año pasado, para esta misma época. Las 18 horas de viaje (cada vez más lejos, Indio) contadas desde el viernes costaron arriba de los colectivos que nos transportaron hacia Salta, pero se hicieron pasables con bastante música y algunos aperitivos, hasta la recepción, destilando la amabilidad de locales y visitantes, y la banda sonora a cargo de la murga del equipo de Juventud Antoniana, e la ciudad que descubriríamos como la más linda del amor esa noche.
   De Rosario a la gloria. Fuegos de oktubre encendió la chispa de una noche efusiva, así lo ratificó más tarde el Indio: "chicos, los Fundamentalistas están que arden", sosegando a la hinchada redonda. Asimismo, el abrupto cambio en el orden de los temas vaticinó la intensidad vivida en cada uno de ellos, reconfortados en la sensación de que lo sucedáneo sería proveniente de ensueño, tal que recién en el séptimo tema pudimos recuperar el aliento con Ramas desnudas continuada por Bebamos de las copas lindas.
Ahora bien, fui a Salta y tenía que hacer honor a su nombre, por lo que desobedeciendo directrices pseudo-paternales, me bajé de la tribuna al campo, punto de cocción del pogo y de los abrazos interminables en Juguetes perdidos.
¡Dale, dale, daaale! Tanto el buen humor decantado en cada una de sus sonrisas, como el rocanrol maravilla de toda la banda hacen ireemplazables los kilómetros recorridos porque cada uno dejó una huella imborrable, lo cual para quien lo siente y por ende, lo entiende nos regalan algo más aparte, que involucran las ganas de volver.
   ¡Y cómo no! Ejercicio mental previo y debate fugaz murmurado, clásico tras cada presentación de cada tema por parte de Solari, para intentar adivinar ahora cuál sería el anunciado tanguito. Suficiente euforia nos había desatado El arte del buen comer en el primer intervalo, donde se apreció el impecable saxo del invitado Sergio Colombo (Dancing Mood), y después el comienzo del segundo, con El pibe de los astilleros, el cual no escuchábamos desde Jesús María.
   A muchos nos temblaron las piernas, bastante demolidas ya, dentro del fervoroso clima al sonar los primeros acordes de Todo un palo, temazo jamás interpretado en versión fundamentalista. Increíble cómo nos regodeamos desde la guitarra precisa del consolidado Comotto hasta los vientos magistrales.
   Aunque nos dieron reparos, no ocurrió sin torcernos el pulso entre cada balanceo de brazos, y en mi caso, arrancarme unas lágrimas en To beef or not to beef, punzantes gritos hacia el final. Es que un ratito antes también nos habíamos desparramado en la inmensa, pero justa dedicatoria, también extensiva a los desangelados, quienes sobreviven de las miserias más osucras que la sociedad excluye en un reducto de humillación y violencia encarnizada, llevando el nombre de tortura u otra situación aberrante, se llama aquí Pabellón séptimo.
   Para destacar, lo cierto es que el clima entró en sintonía con el sonido, y la temperatura agradable se unió al vendaval de temas ricoteros -en total fueron 17, los cuales habían formado parte de la gira pasada-, donde el pogo se abrió paso para bailar también Ella debe estar tan linda, Me matan Limón, Un poco de amor francés, los dos clásicos enganchados Rock para el Negro Atila / Divina T.V. Führer y Nadie es perfecto / Ñam fi frufi fali fru. Deslumbrante fue la mágica Vuelo a Sidney, y con cierta insinuación flogger salió el pasito no tan nuevo ya de Por qué será que no me quiere dios.
   No faltaron los incesantes agradecimientos de parte del ya auto-convencido vejete Solari (vamos que nos prometiste un disco más), en particular a su doctor, y en general, a toda la indiada habitual vibrante en cada ronda de Un ángel para tu soledad.
   La despedida fue efímera, no hubo tiempo para los bises porque el Indio no se sentía bien de la gola (si te vi agarrar con ganas el vasito de whisky mmm... locuaz, pero no loco) y pidió ayuda para el epílogo Ji ji ji. Para quienes luego nos quedamos descansando muslos, cabeza y corazón acelerado, hubo una danza de fuegos artificiales, merecedora de los últimos aplausos.
   Aun continúa resonando en mi cabeza aquella frase lanzada promediando el recital: "la última bengala en diciembre... van a querer prohibir la navidad". "No me hago ilusiones" (... ¡con lo vivido el sábado!) ni tengo expectativas, pero como el soñar no conoce de límites...
   Antes de terminar, agrego un dato insólito. Debo haber estado en otra dimensión, producto de alguna bebida cuyo efecto desconocía porque en ningún momento pude escuchar fragmento alguno de La piba de blockbuster o El tesoro de los inocentes. Sucede que ciertos medios tildados de serios, los cuales se ufanan de ser mentores de la libertad de expresión además de no cubrir en forma adecuada los espectáculos, han maltrecho la utilización de la muleta "gentileza de...", trasformándolo en un subterfugio para copiar la (des)información, soslayando la correspondiente verificación precedente a la publicación. Me refiero al diario La Nación de Buenos Aires, hablo del Bebe Contepomi cuando dibuja los números de los espectadores.

   Mejor, sigamos disfrutando de nuestra enfermedad, de la más sana.

"Rodando, montado a un tren especial, 
rodando, en alquiler. 
Rodando, mi amor elige el lugar, 
rodando, para estallar" 
Rodando, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.

lunes, 7 de septiembre de 2009

Willy Crook en Rosario


Embocó el tiro libre
El clima de la noche del sábado invitaba a disfrutar porque Willy Crook se jugaba un partido enorme. Como había anticipado, volvía a Rosario para retribuirle a la gente lo que había ido a buscar el año pasado, aquel talento inherente y embriagador que sin máculas de ningún vino malicioso destella en sus ojos y se infunde contagioso desde su sincera y cálida voz, ya sea abrazado a su vistosa viola Fender o al magistral saxo que lo acompañó junto a su ex novia -como él mismo define- Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
    Un espectáculo diferente, único, subterráneo, bajo la calle Mitre y dentro de El Sótano, con la excusa del funk, pero regodeándonos de rock con el magnífico Patán Vidal a cargo del teclado y del indeleble acento soul otorgado por la presencia de Deborah Dixon, invitada especial y eterna, además de un bajista quien jamás desentonó.
    De comienzo tardío, quizá dándole tiempo a los últimos seguidores de la selección a sumarse al precalentamiento, que tuvo una muy buena actuación de la banda local dinámica y tremendamente versatil.
    Los clásicos internacionales ochenteros, esos que todos conocen y muchos han bailado o hasta coreado, ignorando siempre a cuál banda pertenecen y no es sino hasta que los vuelven a escuchar que se siguen preguntando lo mismo fueron la constante hasta que terminaron los inmensos pedidos para encontrar un lugar de una concurrencia tan apacible como heterogénea, cuyas expectativas colmaron toda la superficie de El Sótano.
    Empezaba a preocuparme cuando por fin, por fin, de entre los músicos ya en el escenario, salió Eduardo Guillermo Pantano -tal la herencia italiana por parte de su madre, que jugó en la mescolanza étnica con el irlandés paterno-, cuyo primer gesto fue saludar al público incipiente, y enseguida se colgó la lustrosa guitarra y nos sentimos como en casa, como cuando ponemos un disco suyo en el reproductor (lo mismo va para el mp3) y ya no importa más nada.
    Repasó temas de algunos de sus cuatro discos de estudio, como Back to life, Himno, Lite, No Buddy, Savora T, Friendly Fire, Ingratamente y Rock revenge. Se lo vio animado, compartió su buen humor con Deborah Dixon, haciendo cómplices ambos a toda la audiencia, hasta sobre una especie de sistema radioactivo inmanente producto del ruido que ocasionaba el equipo de sonido, y los piropos asiduos de los que era víctima la ex Blacanblus; sólo descansó por las interrupciones obligadas del ahora también boliche nocturno. Por un momento, desapareció, se me vino una zozobra, mas la tranquilidad volvió cuando lo vi reaparecer como salido de otro tiempo, con unas melodías de saxo inefables, tanto que era difícil evitar que las piernas no bailaran solas casi hechizadas.
   Me queda para decir a modo de conclusión y no eufemística, que la alegría es interminable, el placer de encontrarlo nuevamente íntegro, al menos a unos metros, porque de nosotros está indudablemente a un nivel superior. Embocó el tiro libre.


Nobody is gonna stop me now
 (algo así como nadie va a detenerme ahora),
No buddy, Willy Crook y The Funky Torinos.

Fotografía extraída de http://www.rosariorock.com.ar

jueves, 9 de julio de 2009

The Gutter Twins

    Con reminisencias a una sesión del Mtv unplugged, entre los bastidores de La Trastienda de Buenos Aires, el 7 de julio un público más multitudinario del que presentía ya aguardaba disperso alrededor de las mesas cuando recién terminaba de prepararse el escenario. No soy inmune a la gripe A, como tampoco invulnerable a la visita de Mark Lanegan y Greg Dulli, y sabía que esa noche no iba a ser mundana.
    A unos minutos de las 21 (aunque no puedo estimar cuántos debido a la parálisis de mi reloj) se pudo ver, a unos pocos metros al dúo, secundado por el muy buen guitarrista y también vocalista Dave Rosser, que acompaña a Dulli en los Twilight Singers. Los bailes y descensos de las luces violetas y amarillas marcaron el inicio para los psicodélicos The body, God's children y The stations, todos de su disco Saturnalia, editado el año pasado y a su vez motor alegado junto al también suyo EP Adorata para remontar en el tiempo a través de un pasaje musical guiado por algo de folk y country, de modo que no fuera tan abrupta la llegada a los más recónditos paisajes del grunge que lo emergió al hito en los Screaming Trees. Agradables melodías inspiradas de la guitarra de Dulli, y su dulce (que no empalaga) y cálida voz (aunque a veces incurrió en la desmesura de lo suspirante), completadas con los propios sonidos de un grato trabajo de Rosser en las que se acomodó, si bien tímidamente al principio, Lanegan fue surcando y desplegando en este contraste genial asimismo misterioso, la versatilidad que lo caracteriza. Nitidez impecable la del sonido, cabe resaltar. Así comenzó la insondable y exótica travesía, desde el teclado dominador de Dulli, para los atornillados espectadores, quienes, salvo por una breve interrupción de un pequeño grupo de las clásicas fervorosas y enardecidas groupies, y un nimio coqueteo que atisbé más como un gesto complaciente y gracioso en respuesta de Lanegan nos hundimos (gracias a las sillas muy cómodas, también, claro) en la cavernosa e inquebrantable serenidad llevada por Mark sobre la cual satisface reposar, que se paseó por el folk y el blues de sus trabajos realizados mientras intercalaba en las participaciones con Mad Season y Queens Of The Stone Age. Porque dio en la clave, encandilado el trío, ante las luces ahora de color amarillo brillante, promediando el desafío planteado con Dulli de reinventar la lírica donde se dio también ese intercambio generacional: un círculo íntimo ya amigable, pues habían conseguido tal fijeza en la atención de los concurrentes que cualquier tema se insertaría por sí mismo. Sonaron entonces algunos temas de Afghan Wighs, el pasado de Dulli, se animaron a algunos covers y no fue sino luego del amague tradicional de los músicos de simular irse, ante la percepción espectadora de que es muy temprano aun, y provocar el inmediato aplauso que no cesa hasta verlos aparecer nuevamente. Fue así que el gran clásico Dollar bill quedó reservado para el final, llevándose los coros, no sólo del que con afán de lucirse y pasar por experto se aprende todas y cada una de las canciones de memoria, sino en demasía de los eternos e imprescindibles noventeros.
    A partir de un proyecto apenas difundido en el país Internet mediante, The Gutter Twins lograron reunir y captar a muchos visitantes con un show intimista durante una fugaz hora y veinte aproximada sin los bullicios ni excesos de la festividad Saturnalia romana -celebradas en honor al dios Saturno y de cuyo origen proviene la celebración navideña de diciembre-, músicos que a la inversa no necesitan de la parafernalia tradicional desatada en torno a muchos artistas actuales de rock, ya que acústicamente transmiten su esencia. Un atajo perdido para quienes se atreven a salirse por un rato del camino habitual.






Estamos todos en la alcantarilla, pero algunos miramos las estrellas
Oscar Wilde (1854-1900), autor irlandés.

lunes, 6 de abril de 2009

"Quien canta como ellos se siente libre"

   Los homenajes se hacen en vida, de lo contrario carecen de significación para la persona a la cual se encuentran dirigidos.
   No voy a entrar en la necrofiilia, camino que no transito pues aprecio o no a las personas por lo que hacen en vida, ni pretendo realizar un homenaje, que como ya mencioné anteriormente resultaría en vano. Tampoco intento llegar a algún lado ("anotate en el próximo Gran Hermano 6, 7, ¿cuántos ya?") o quedar en la historia ("¡para eso, volvé al Facebook!"), así que me gustaría considerar a esta publicación para escribir acerca de la música, la muy buena música que nos dejaron, y que hace varios años tengo el agrado de escuchar una y otra vez.
   Layne Staley, cantante del grupo grunge de cierta sonoridad metálica Alice in Chains, y una gran banda reunida de la mano de Mike Mc Cready, violero de Pearl Jam, llamada Mad Season. Bajo la consigna de no hacer grunge editó un único y excelente disco de rock de esos que pasan sin que uno se de cuenta, suena psicodélico, en partes con raíces de blues y fusión.
    Véanlo por uds. mismos: un cantante muy intenso en cuyas comoposiciones volcaba su desasosiego emocional, la angustia desmembrada en gemidos desgarradores, haciendo de la canción un refugio impenetrable. Creador de la brillante Angry chair, fue increíblemente generoso al brindar uno de los mejores (junto al de Nirvana) Mtv unplugged que se ha oído en uno de los peores momentos que se lo ha visto: muy delgado, tambaleante, ocultándose detrás de sus lentes oscuros. Aun hoy resulta impresionante y estremecedor en la misma medida que su voz pasa de diferentes tonalidades a lo largo de la canción, por momentos puede sonar cruda y por otros, desesperada o hasta conmovedora.



   Un bluesito muy lindo convertido en reliquia a cargo de Mad Season con la participación de Mark Lanegan, de los Screaming Trees.
    Kurt Cobain sigue siendo reconocido como el ícono más popular del movimiento grunge. Diariamente veo por lo menos a alguien usando alguna remera o cargando una mochila estampada con la famosa carita amarilla -de origen aun discutido- casi garabateada, que saca la lengua y tiene dos cruces en lugar de los ojos. Si bien Nirvana no fue la creadora del género, merece todo el crédito de haber conseguido expresar (y continuar haciéndolo) en la voz carrasposa de Kurt y su guitarra cargada tanto de ira como de melancolía, en sus líricas que nos sacuden y desmoronan el corazón el fastidio de toda una generación hastiada por el sometimiento económico y político mundial, la pérdida de valores entrañados en la humanidad sustituidos por valores materiales de plástico, que yacen a millas del interés  afectuoso por el otro.
   Tenemos que reconocer que logró la atracción magnética de los jóvenes necesitados de un referente que encabezase su desasosiego y desconcierto ante la situación actual. Sin llegar a ser contestatario los acogió en sus canciones, que combinadas con la vestimenta desarreglada eran el símbolo de una época de crisis económica, social y cultural, en la que emergió el grunge siendo un canal para la expresión con un legado cercano al punk rock, y los apartó absolutamente del fenómeno pop incipiente. Porque él era sincero. Si podía resultar depresivo, incomprendido o alienado, era porque él mismo podía manifestar sus sentimientos sin abrigar ningún prejuicio y no precisaba, sino que muy a menudo tenía que padecer del efecto secundario de la fama. Ese símbolo fue precisamente Kurt Cobain, y por ello caló hondo en los jóvenes, convirtiendo en himno la canción Smells like teen spirit (pese a que por su éxito comercial él terminó detestándola) y en escudo la imagen imborrable del incesante muchacho rubión de ojos claros.
   Jamás podré verlos en vivo, aunque ya es excelso tener parte de su obra; el resto se fue con ellos. A Kurt lo dejaron caer de bruces; a Layne lo empujaron lentamente al olvido. Maldita y jodida fama, y aquello que viene incluído en su paquete, Kurt y Layne sólo querían tocar y disfrutar de la música. 


 "... so sing just like him, fuckers!"
(¡Entonces canten como él, jodidos!)
04/20/02, canción escrita y ejecutada sólo por Eddie Vedder para Layne Staley, aparece incluida oculta en el disco doble Lost Dogs, de Pearl Jam.

domingo, 22 de febrero de 2009

Deepest Purple (+ bonus track)

    Hacía mucho tiempo que no dejaba fluir los dedos en el teclado para compartir algún soliloquio impensado ansioso por ser liberado. Es que, gracias a Carim y Alejandro, comencé a arrugar y marcar nuevamente con mis clásicos rayones las hojas de libros, apuntes, Constitución, porque se viene recargado este año, y yo, el último fin de semana previo al viernes de rendición final me fui en el auto de papá (y con papá, también porque aun no tengo el carné) a Buenos Aires a ver a Deep Purple. Cambié y vuelvo a cambiar las vacaciones por los vejetes.
    La lluvia echaba sus últimas gotas el viernes al caer la tarde, y la escasa fila que lo bordeaba hacía parecer que no se completaría el estadio Luna Park, donde Arjona dio 30 presentaciones (al lado tengo a mi mamá para recordarme ese gran hito en la historia de la música). La banda soporte de estilo purplesco La Carga -la misma que precedió a la banda el año pasado-, y la gente se repartía en los diferentes sectores del estadio, fueron el memorable preludio de una noche no imaginada para mí, aunque sí quizás para las dos generaciones que se dieron cita ese día y el 22: una entre 40 y 55 años aproximadamente, y la otra, hijos de estos hombres o aquéllos que crecieron (y crecimos) junto a las descargas de Internet.
    Black night. Eran las 21.05, apenas 5 minutos pasados de la hora fijada para el inicio del recital, y los británicos estaban desplegados sobre el escenario con sus característicos sencillos atuendos, y sus respectivos instrumentos. Highway star empezó a sonar y Deep Purple aceleró sin frenos.
    Muy bien elegida la lista de temas, fue progresiva, y el acertado orden permitió relucir los temas clásicos con los de su último disco Rapture of the deep. Aunque mi esencia inconformista se quedó con las ganas de Lazy.
     La marcha no se detenía, no se detuvo en ninguna ocasión. Buen sonido, sólo en un momento de la noche bajó un poco, pero Morse se encargó de regularlo por su cuenta. Demostraron que siguen teniendo vigencia (para quienes pedían a gritos a Almafuerte en el Cosquín rock y los descarados de la revista Rolling Stone), ya que son grandes músicos cada uno por sí mismo, sin necesidad de hacer alardes de sus condiciones. Además, hubo instrumentales a cargo del guitarrista Steve Morse, destacándose con sus deslumbrantes e infinitos solos, y el inspiradísimo tecladista Don Airey, quien se animó a tocar un fragmento del tango La Cumparcita enlazado a la banda sonora de la película Star Wars, interrumpidos parcialmente por los aplausos de algunos molestos ansiosos que no saben que el aplauso es una forma de agradecimiento final impidieron el goce total.
     La iluminación estuvo a tono de la presentación, variando el juego entre las infaltables luces violetas, y otras blancas que prácticamente enceguecían al tímido pogo de alrededor de 3.000 convocantes, emulando a un saltarín Ian Gillan con los brazos al frente, cual zombi, pero moviendo las manos hacia arriba y abajo a un son metálico.
     ¿Los mejores? En mi opinión, creo que estuvieron entre los ya viejos conocidos Into the fire, Strange kind of woman, Perfect Strangers y la baladísima Sometimes i feel like screaming, los nuevitos Wrong man y Junkyard blues, y el dueño del riff más famoso de la historia del rock: Smoke on the water.

 I remember the name of metal!


Impecable solo previo de Steve Morse, antelación de Sometimes I feel like screaming
   Y sobre el final, luego de los interminables halagos al público argentino, como bis desenfundaron unas exquisitas versiones de Hush y Black night, para saciar al setentero que llevamos dentro. Aunque de no ser por la duración, que fue de poco menos de 2 horas, podría haber sido para el empacho.



Black night is a long way from home,
(la noche negra es un largo camino desde casa)
Black night, Deep Purple.

lunes, 29 de diciembre de 2008

Hicimos temblar La Plata

    Repitiendo el fenómeno acontecido en diciembre de 2005, cuando el Indio Solari se presentó por primera vez junto a Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en el Estadio Único, nuestros movimientos -esta vez, los míos también- quedaron registrados en el sismógrafo que posee el Observatorio de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). 
    Tal como se informó al diario Hoy de La Plata desde la Estación Sismológica del susodicho Observatorio, se registraron "vibraciones de origen artificial durante las noches del 20 y 21 de diciembre. El 20 de diciembre, luego de las 22.22 se observó una señal fuerte y prolongada por alrededor de un minuto y pocas vibraciones más en esa hora; mientras que el 21 de diciembre, segundos antes de las 22.06 hasta pasadas las 00.18, se observaron numerosas vibraciones, y hubo señales similares y repetidas segundos antes de las 23.13 hasta las 23.18". 
    Nuevamente, el cemento sucumbió ante el hechizo de la voz de Patricio Rey, conmovido por la reunión de cerca de 100.000 redonditos de ricota fundamentalizados.

jueves, 25 de diciembre de 2008

El Indio Solari (y Claris) en La Plata

   Damas y caballeros: con uds., los Fundamentalistas...”.
   No, no, ¡perdón! Con uds., ahora así, después de algunos berrinches informaáticos y mediante computadora prestada, la crónica del último bondi a La Plata.
   Ladren lo que ladren los demás. Algunos dicen que soy fanática. Pero a mí no me gustan los extremos, a mí me gusta la música, y hay música que me conmueve y que amo.
   Porque un sentimiento muy poderoso puede atraer y movilizar a tantos lunáticos viajantes dispuestos a seguirlo a donde vaya, sin importar inclemencias del clima o cuán lejos sería el próximo destino. El Indio elige el lugar, dejaba ver la inscripción en una bandera.

   2860 aproximadamente, la cantidad de kilómetros recorridos en total desde que la indiada invadió Jesús María, descontado mi faltazo a Tandil casi 3 meses después, y haciendo escala en la ciudad de La Punta, en San Luis para arribar finalmente a la histórica cumbre "redonda", donde muchos se pierden, pero una vez se encontraron los creadores de la banda que sigue protagonizando los momentos agradables, y no tanto de nuestras vidas.
   El viernes 19, mientras el mal tiempo amenazaba el cierre de la gira, venían a mi mente cada uno de esos trips y fiestas únicas e irrepetibles. ¿Cómo olvidar y no quedarse boquiabierto de la emoción al ver la plaza colmada en la ciudad cordobesa? Y la insospechada San Luis, en el mismísimo medio de la nada, literalmente hablando.
   Los equipos de música en las calles de La Plata, al son de las bandas y la murga de las mamás Porco, los vecinos hospitalarios, quienes nos invitaron a reposar al reparo del calor en las veredas de sus casas bajo algún techo o árbol, la señora que atendía nuestro incesante y desolador pedido de agua cada 15 minutos, los choris de los chicos... ¡¡¡el sol cocina lento y ellos caminaron una hora en busca del tan necesario pan, es que tampoco había ni ketchup ni nada (nada de alcohol)!!!
   Todo, para que fuera a parar directo a las retinas. Tan grata y encantadora fue la recepción que quedaron tirados en la ruta del ingreso a Buenos Aires los nervios del mal augurio de la rotura con posterior cambio de colectivo de la empresa disquera Locuras, previa intervención del sr. Soborno a unos cuantos uniformados que miraban acechantes del otro lado de las ventanillas.
   Anaeróbicos llegamos, hambrientos de música, también y de choris, claro.
   Esta vez pareció más largo el día, quizá porque era el último encuentro y queríamos disfrutarlo como tal, porque nos había anunciado el propio Indio que el año que viene cambiará estadio por estudio para grabar su nuevo material, aunque él mismo no descarte hacer un recital pendiente en Salta en septiembre de 2009, al que se refirió en una nota a la página web Redonditos de Abajo.
  Impresionante se ve... Fue realmente impactante haber tenido la posibilidad de apreciar desde la platea -la aspirante a abogada esquivó los reglamentos- el frenesí que emanaba y se contagiaba en una ola expansiva como arrastrado por la brisa que amenizaba los no-sé-cuántos-pero-muchos-ºC de ese día.
   No fue sino hasta las 22.20 (quizá más tarde, a lo que menos atendía en aquel momento era al reloj) que terminaron de ingresar algunos desprevenidos. En ese entonces, las luces se apagaron y los ritmos árabes presentaron a El Indio Solari y los Fundamentalistas del Aire Acondicionado. La estrambólica camisa naranja había regresado, esta vez con puerquitos estampados, a tono del anfitrión Porco Rex.



   El Indio, si bien tuvo un regular comienzo, y se lo notó disgustado por el sonido, reservó todas las emociones para más adelante cuando anunció que quería "mover el culito" y "saltar un poquito". Por otro lado, se encargó de tranquilizar el insistente cántico que implora la vuelta de los Redondos, cuando lapidó diciendo "será una partida difícil" y disparó con el tema Tatuaje.
   La invitada especial Deborah Dixon y su acompañante, brillaron en los coros, como la estampa plateada de su musculosa.
   La batería fue pura potencia de las manos de Martín Carrizo y lo demostró en una impecable ¿Por qué será que no me quiere dios?
   De Calamaro, ya lo presentía: no me gustó sobre todo porque trató de acaparar el centro de la atención en reiteradas ocasiones con sus movimientos ridículos, incluso hizo su propia interpretación de Esa estrella era mi lujo -tema de los Redonditos, que cantó a dúo con El Indio-, estirando las palabras porque claro quedó que la canción no es adecuada para su voz ronca. El resultado: terminó siendo silbado por una multitud, sin merecerlo porque no deja de ser un invitado del Indio. Además, no puedo negar que no se me escapó una lágrima en este, uno de los temas que más sentimientos me movilizan, donde la potente guitarra eléctrica endulzada por una criolla, mientras el saxo aparece para terminar de acomodar la atmósfera de la situación y el bajo corona el momento que se luce por sí solo.
   Algo que sí me molesta y es importante destacar es que siguen arrojando objetos sobre el escenario. Es una falta de respeto, por más que no compartan la actitud de Comotto, quien a veces hace alarde de sus condiciones como guitarrista, el pantalón flogger de otro músico o el peinado de Solari (¿?). Parecerá chiste, pero hasta el mismo Indio ha sido blanco de los "tiro y me creo un vivo bárbaro" durante toda la gira.
   En fin, me gustó mucho el show, aunque ya iba adivinando el orden de los temas y en el final se tornó más previsible. Repitió, como hizo en los recitales anteriores el comienzo con Pedía siempre temas en la radio y Ramas desnudas, de los Redondos tocaron temas que ya habían hecho, y volvieron a hacer los mismos de El tesoro... que en San Luis: El tesoro de los inocentes, Pabellón séptimo y To beef or not to beef.
   He leído por ahí que se equivocó en haber tocado ocho temas seguidos de su etapa "fundamentalista", pero a mi no me pareció. Es más, había momentos en que se escuchaba más a la gente cantando que al Indio, y cuando se quedaba callado, la gente seguía igual.
   El pogo de Me matan Limón, con todas las cabecitas iluminadas saltando, el haber coreado Preso en mi ciudad, emulando aquél River de abril del 2000 con los Redondos, Ji ji ji cuando encendían las luces, y el final con los fuegos artificiales reflejaron la euforia de la noche vivida, inolvidable -como el precio del agua que aumentaba a medida que transcurrían las horas, de $8 a $10-, cuyo fulgor no se opacó en ningún momento y donde se confirmó para mucos que él es sus sueños, y él no se duerme.

Metió, metió mi rocanrol...
bajo este pul-so


Fotografías tomadas del sitio web de la Revista Rolling Stone:
http://www.rollingstone.com.ar/1083078-el-indio-solari-hizo-estallar-a-la-plata